Sacha Baron Cohen es famoso por ser uno de los comediantes más irreverentes de nuestra época. Con películas como Borat, Brüno o Ali G, ya es sabido que este actor se caracteriza por no tener demasiadas reservas a la hora de hacer todo tipo de chistes políticamente incorrectos, con un alto nivel de cinismo, sarcasmo, impertinencia y un humor que incluso, raya en lo incómodo.
Ahora estrena su film The Dictator, dirigido nuevamente por Larry Charles (quien dirigió Borat y Brüno) y en este, despliega nuevamente toda la irreverencia que lo ha hecho tan famoso.
The Dictator, que a diferencia de Borat y Brüno no tiene el estilo de falso documental (“mockumentary”) que estas poseían, sino que presenta una narrativa tradicional de ficción; nos cuenta la historia del Almirante General Shabazz Aladeen, el máximo líder del régimen dictatorial de la ficticia república de Wadiya. Un rico país petrolero en la región del Medio Oriente. Este hombre deberá viajar a Nueva York para pronunciar un discurso en las Naciones Unidas, en relación a la acusación de que posee armas nucleares. Es entonces cuando la historia se convierte en una versión sumamente enrevesada de “El Príncipe y el Mendigo”.
Técnicamente el film está bastante bien hecho. Quizás el elemento más débil es el ritmo del mismo que, si no fuese por el humor incipiente de Baron Cohen, podría llegar a aburrir. Por el contrario, el aspecto técnico más resaltante es la dirección de arte, que se encarga de materializar la República de Wadiya, así como las excentricidades de Aladeen.
Pero el punto fuerte es, sin duda alguna, el humor. La película es sumamente cómica, gracias al recurso de sobrepasar los límites de la diplomacia, las buenas costumbres, el sentido común y el respeto hacia un centenar de elementos de la cultura popular y el mundo contemporáneo.
En The Dictator se mofan de cosas tan variadas que, la lista de humillados va desde bastantes grandes figuras de Hollywood hasta los conceptos de democracia y la dictadura, pasando por varios países y muchas etnias como la árabe, la china, la negra, etc. Asimismo, se hacen bromas bastante fuertes sobre el feminismo, así como de la cultura de la comida orgánica, la igualdad de género y otras tendencias actuales.
Aún así, por más irreverente que es el film, podría decirse que este es el largometraje protagonizado por Sacha Baron Cohen más conservador y convencional de todos. Incluso, hay momentos en los que se está a punto de caer en posturas moralistas y/o éticas, sólo que, afortunadamente, termina esquivando el fallo que significaría, para esta película, terminar yendo en contra de su irreverencia inicial.
The Dictator es una película muy divertida pero no es apta para personas que se ofendan fácilmente. Debe ser vista como una parodia a todo lo que enmarca nuestra existencia. Cultura, sociopolítica, todos aquellos valores y preceptos que conforman nuestra existencia en el mundo actual. Lo que la hace válida es que, al final, aunque efectivamente tiene un discurso y ligeramente deja ver una postura real de sus guionistas, no toma partido ante nada ni respeta a nada ni nadie, dejando por alto su única bandera: la irreverencia.