Del mismo modo en que un padre elige el nombre de su hijo, la nena el de su muñeca o el dueño el de su mascota, los chicos del aula satélite Educación para las Primaveras eligieron el de su escuela. A partir de ese momento no se haría honor a un prócer cuya vida hay que aprender de memoria, sino al lugar donde los propios alumnos viven. Colonia Primavera pertenece en la localidad de San Pedro, en El Soberbio, provincia de Misiones. Forma parte de la reserva de Biosfera Yabotí, muy cerca de la frontera con Brasil, lo cual hace que allí, en medio de caminos de tierra colorada, ambas culturas se entremezclen. En el año 2000 los vecinos del lugar, en su mayoría colonos que viven de su pequeño pedazo de tierra, decidieron buscarle una solución a una vieja necesidad : la educación. Sucedía que las escuelas rurales cercanas – la N º 120 y la N º 373- estaban en realidad muy lejos. Demasiados kilómetros separaban a sus hijos de los libros, las tizas y los maestros. Entonces pusieron manos a la obra y con algunas maderas y chapas alcanzaron para construir un aula satélite -como fue llamada- de la escuela Nº 373, para que concurriesen más de 60 chicos de Colonia Primavera a estudiar y también a comer. Desayuno, almuerzo y merienda son las tres comidas que actualmente se brindan allí. Arremangarse y apadrinar Martín Cornell, de 28 años, nacido en Buenos Aires, es el docente que está al frente de Educación para las Primaveras en tercero y cuarto grado por la mañana y quinto, sexto y séptimo por la tarde. Por su parte, Gabriel Alfonso es quien está encargado de primero y segundo grado, turno mañana. “Resulta muy difícil llevar adelante un trabajo personalizado, de sujeto a sujeto, como el proceso de enseñanza-aprendizaje requiere siendo sólo dos docentes a cargo”, escribe Cornell en el blog que inauguró poco tiempo después de instalarse en Misiones, en 2007. Y continua: “Más aun teniendo en cuenta la falta de libros y de material didáctico, elementos que, como era de prever, una escuela como ésta no posee, a no ser por la generosidad de un puñado de personas solidarias e interesadas en la educación. Escuela pobre, cargada de olvidos marca oficial, escuela que pese a todo está en pie. Digna, no por obra del Ministerio de Educación sino por el trabajo de la comunidad”. Construcción, proyecto, cambio y lazos comunitarios son palabras que suenan fuerte a la hora de pensar en Educación para las Primaveras. Porque a pesar de todo, afortunadamente los chicos que allí concurren tienen cubiertas necesidades que en otras de las tantas escuelas de frontera de nuestro país son deuda, como por ejemplo, tener un televisor y un reproductor de DVD para ver documentales y una biblioteca popular. Y eso no se da porque haya habido contactos, ayudas privilegiadas o un político cerca, sino por la unión de gente involucrada en la causa. Actualmente la escuela está apadrinada por un grupo de jóvenes de Buenos Aires que viajan al lugar de tanto en tanto. “Lo que hacemos es intentar ayudar a que la vida sea más amena pero no sólo desde cuestiones materiales como alcanzar bicis, ropa, calzado, pintura y demás, sino también desde la riqueza de la persona: estar con los pibes, jugar, reír, escuchar y arremangarse a preparar un puchero para toda la escuela”, dice Luján, una de las integrantes de Padrinos para las Primaveras. Una de las últimas actividades que el grupo llevó adelante fue una colecta de bicicletas, con la idea de que los chicos que viven más alejados de la escuela cambien las largas caminatas diarias por una pedaleada que puede ser divertida. También están juntando ropa y materiales que este mes estarán llegando a Misiones. Anteriormente se consiguieron donaciones de estufas y de libros. “Tal vez lo que más me llamó al atención cuando llegamos a la escuela fue esa otra forma de llevar la vida adelante –admite Luján-. Allá no hay tiempo para pensar si está bien o mal que los pibes tengan que laburar junto a sus padres. Es lo que les toca. Se llaman economías familiares: todos juntos a cultivar, secar y atar el tabaco. Y esto nos lleva a hacer un juicio de valores acerca de la regulación del estado, los derechos del niño y demás cosas que quedan a tantos kilómetros de distancia como yo de la colonia”, concluye una de las madrinas de la escuela. Instituciones de chapa A comienzos del ciclo lectivo 2009 los chicos de Educación para las Primaveras recibieron la visita del Grupo de Teatro Firulains, de Buenos Aires. Junto con ellos, los maestros organizaron un festival que duró tres días donde hubo circo criollo, teatro, un taller de manejo de huerta orgánica, cine y comidas compartidas. En 2008 se había implementado por primera vez la huerta orgánica escolar en un espacio de 10 por 16 metros , que contó con el apoyo y asesoramiento del INTA (Instituto Nacional de tecnología Agropecuaria) de San Vicente, un taller literario y la biblioteca popular Horacio Quiroga, que abrió las puertas de la lectura a la comunidad en general. También, fue a comienzos de ese año cuando los chicos bautizaron a la escuela, algo que a simple vista podría no ser más que una anécdota, pero que significa más de lo que cuenta. En Educación para las Primaveras son los chicos los verdaderos sujetos del aprendizaje. Es a ellos a quienes se convoca para participar de cada puesta a punto de la institución. Porque una escuela de madera y techo de chapa en un lugar que no figura en todos los mapas y que es difícil de encontrar en Google es también una institución. “Desde una perspectiva crítica, progresista, pienso que sólo sirve la educación si se problematizan los aspectos fundamentales de la realidad social para transformarla a partir de la acción colectiva y organizada”, afirma el maestro Cornell en su blog. Y a su vez, reconoce: “En la teoría estamos de acuerdo pero en la práctica, en la práctica no siempre sale. Al menos a mí no siempre me sale”. Para acceder a la nota original favor de dirigirse a la Revista Alrededores, alrededoresweb.com