El director estadounidense Oliver Stone no es ajeno a la controversia. Sus proyectos cinematográficos siempre captan la atención de la palestra pública, siendo alabados por algunos por ser arriesgados, provocativos y revolucionarios, y desdeñados por otros por ser meras pataletas rebeldes de un burgués aburrido que busca llamar la atención causando polémica al generar discursos forzados de izquierda. Entre sus trabajos más exitosas se encuentran Born on the Fourth of July, Platoon y Wall Street, una dura vista al mundo del capitalismo. Entre sus obras más controversiales podemos nombrar el filme JFK en el que denuncia que el asesinato del presidente John F. Kennedy fue un trabajo interno de la inteligencia de los Estados Unidos, la película Natural Born Killers en la que critica como los medios de comunicación son capaces de convertir a verdaderos asesinos en estrellas para vender, W, una película sobre el ex presidente George W. Bush, estrenada cuando éste aun ejercía su mandato; y los documentales Comandante y South of the Border, el primero una apología sobre Fidel Castro y el segundo una visión exaltante de los líderes socialistas latinoamericanos, en especial de Hugo Chávez.
Ahora, el cineasta vuelve a generar polémica al anunciar que realizará una serie llamada The Secret History of America en la que no sólo expondrá la forma en la que diversas compañías estadounidenses apoyaron económicamente al Nazismo, sino que dará una mirada revisionista a figuras históricas como Adolf Hitler, Joseph Stalin, Mao Tse Tung y el Senador Joseph McCarthy. De igual modo expondrá los motivos que tuvo el ex presidente Harry S. Truman para lanzar las bombas de Hiroshima y Nagazaki y el origen de la Guerra Fría con la Unión Soviética. Según Stone, Hitler ha sido el “chivo expiatorio” más grande de todos los tiempos. Para el cineasta éste fue solamente un producto de su entorno y de los factores imperantes en su tiempo. De igual forma, dice que Stalin es un personaje “incomprendido”. Lo que resulta inquietante de esta propuesta es que nuevamente, Stone vuelve a plasmar en pantalla una verdad que aun está siendo altamente discutida. El papel de Hitler en la maquinaria Nazi y su importancia en la ejecución del “Holocausto”, por ejemplo, es un debate arduo que está lejos de encontrar consenso entre los especialistas del tema. Historiadores como Eric Weitz, Ian Kershaw y Robert Gellately, entre otros, aun discuten si este evento se hubiese podido llevar a cabo sin el entorno de la Segunda Guerra Mundial e incluso sin la carismática figura de Hitler. Para el primero, por ejemplo, el Fuhrer fue tan importante como los demás miembros del partido Nazi, para el segundo, su retórica fue un elemento catalizador decisivo. Una situación similar se presenta ante la exposición de los factores que influenciaron la decisión de Truman ante las bombas atómicas. Este debate, de forma similar al del papel de Hitler sigue siendo un gran desacuerdo entre aquellos que sostienen que esta acción era necesaria para terminar la guerra, como los historiadores Robert James Maddox y Richard B. Frank; y otros como Gar Alperovitz y Barton Bernstein, quienes, por el contrario, entienden que la guerra ya estaba en vías de acabarse y que las bombas no fueron más que una demostración de fuerza por parte de los EEUU ante la amenaza que representaba para ellos la Unión Soviética. La cuestión es que para millones de televidentes, “lo que sale en pantalla” (o en televisión más específicamente en este caso) es una verdad irrefutable. Por lo tanto, sea lo que sea lo que Oliver Stone plasme en su visión de la “historia secreta de los Estados Unidos”, será asumido como lo que en realidad ocurrió, sin lugar a debates. Para algunos cineastas y productores de material audiovisual, esta responsabilidad social no es contemplada en el momento de montar un material altamente controversial que de seguro alcanzará niveles de “rating” soñados para cualquier cadena de televisión.