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En esta tarde riopedrense, Lizza Fernanda no aparece… al menos no del todo. El doctor Luis Felipe Díaz sí; él anda sentado en una mesa de la librería La Tertulia y habla con un periodista, casi sin usar gerundios, y con varios libros gruesos en frente. Parla sobre los abusos y los crímenes de odio de los que son víctimas los homosexuales, del doctor y el periodista, ambos gay, asesinados en los ochenta, del horrible y grotesco desmembramiento del joven Jorge Steven López hace un par de meses en Cayey, y de cómo ha batallado con todo esto de una manera u otra desde que decidió abandonar el clóset. Y, aunque de vez en cuando se desdobla y sale ligeramente su otra personalidad, su enfoque permanece en hablar sobre la intención de la entrevista solicitada por Diálogo: cómo evitar que casos como el de Steven se repitan. “Lo más que me preocupó cuando vi ese horrible crimen fue Stevie como sujeto, como ser humano, pues vi que no estaba preparado para entender básicamente cual es la función mínima de autoprotección de una persona gay en este mundo en que vivimos”, comenzó a discernir sobre uno de los crímenes más sanguinarios del pasado año. “Me preocupa que se invierta mucho esfuerzo, energía, dinero y tiempo en tratar de educar sobre esto, pero que no se prepare a ese átomo, a esa persona gay a saber defenderse y protegerse de los otros átomos que no son igual. Yo sospecho que Stevie, como muchos muchachos gay y en general, no tienen la facultad mental para entender lo que están haciendo y viviendo. Me preocupa que la sociedad no cree las condiciones para que esos sujetos tengan proyectos de vida significativos”. Como cualquier persona con juicio alguno, Díaz rabia sobre lo grotesco que fue aquel crimen. Steven, de 18 años de edad, fue desmembrado por su victimario, quien en televisión aceptó que lo mató “por ser pato”, en lo que obviamente fue un crimen de odio. “Y hay gente que ha dicho que no fue un crimen de odio, dándole un tono a la narrativa que podría confundir. Fue una situación compleja, distinta, que el Estado homofóbico y la gente homofóbica ha tratado de usarla para salirse con la suya. Dicen que no había un sujeto preparado allí para matar a alguien porque era gay. Pero cuando tú eliminas a alguien por unas condiciones sociales que te llevan a ser criminal, pero luego lo últimas porque es loca, porque es gay, porque es maricón, caes en el odio. Y es un odio peligroso, porque el sujeto heterosexual que elimina a un homosexual en un crimen como este lo que trata de hacer es eliminar al sujeto que odia dentro de él”, despotricó. El profesor Díaz, catedrático de estudios hispánicos en la Facultad de Humanidades en el principal recinto universitario del País, autor autocalificado como “un posestructuralista no nitchano y personalista de la escuela postmarxista”, salió del closet formalmente hace unos 34 años, cuando hacía su Maestría en Artes en la Universidad de Illinois. Aunque afirma nunca haber sido víctima de un crimen de odio, su doble vida como Lizza Fernanda y sus más de 30 años en el travestismo lo hace muy apto para hablar sobre el peligro de aberraciones como la que le sucedió a Steven. A los 26, se envolvió “en una relación clara con un hombre que sabía lo que era ser gay, yo no sabía nada”, un gigante paso desde aquel momento cuando “a los 22, 23 años empecé a notar que tenía problemas con mi heterosexualidad”. Según relató, “desde niño en la escuela sentía que era diferente. A pesar de que nunca fui un niño afeminado, era ultrasensible al dolor de los demás”. Su “gayness”, como indicó, la encontró después de lo que calificó como “varios experimentos con heterosexuales, como imitar a Iris Chacón después de varias cervezas”. Se sintió atraído por un homosexual que resultó ser en la intimidad un ‘crossdresser’ (hombre que se viste parcial o totalmente de mujer), ente al que describió como “pasivo, de los que le gusta seducir para ser asediado completamente por alguien que funja como ser dominante”. Aunque dijo que “nunca pude reciprocarle el agrado por ese fetichismo, sí me interesé en él y en sus conocimientos por el maquillaje, por la ropa, por las telas y en las características de lo que era una mujer y su belleza”. Lizza Fernanda no estaba en Río Piedras aquella tarde para contarle a Diálogo, pero Díaz relató cómo su concepción se dio en el Chicago de poco más de tres décadas atrás, entre el mítico Humble Park y el sur de la Ciudad de los Vientos, entre “barras gay gringas de la época como Lips y Broadway Limited, llenas de ‘hillbillies’ blancos” y otras “como La Cueva, llena de latinos, especialmente mexicanos”. Díaz explicó que en el Chicago de finales de los setenta y principio de los ochenta, donde “yuppies pos-Malcolm X como Barack Obama” comenzaban a proliferarse, en aquella olla ardiente de influencias latinas y moderadamente alternativas, fue que comenzó a tomar vida quien ahora es Lizza Fernanda. Los padres de Díaz, emigrantes profesionales que vivían lejos de los sectores puertorriqueños de Chicago, no se enteraron hasta recientemente, pues “ellos no estaban cerca de mí durante aquel proceso y en Chicago había una subcultura muy fuerte en la cual yo estaba metido y de la cual ellos estaban muy alejados”. “En Chicago empecé a entrar a lo que es travestismo como tal, a entrar también en el ‘performance’”, recordó. “Comencé como ‘showgirl’ bailando música disco en los bares gringos y merengue en los sitios latinos. Como veían que bailaba bien, me alternaban con otros espectáculos de divas, hasta que un día me dieron la oportunidad de doblar a Rocío Durcal, y desde ahí he sido una diva”, apuntó. No se le olvida la persona que le dio aquella oportunidad: un travestido de nombre Miss Kitty “que tenía un imperio de travestis en Chicago”, a donde había llegado tras varias temporadas en el afamado club ‘El Cotorrito’ del Santurce de la década de los sesenta. El ambiente alternativo de ‘El Cotorrito’, dijo, “era visitado por personalidades como Mirta Silva”, y Miss Kitty, de origen salvadoreño, era una de las atracciones principales. “Ella me vio en Chicago y se convirtió en una especie de madrina para mí”, suspiró. Desde el principio sufrió el embate social de ser homosexual, el discrimen y lo peligroso que puede ser expresar libremente su preferencia sexual y su arte travesti. “En muchas ocasiones en Chicago, caminando por las avenidas Broadway y Belmont, donde habían muchos bares gay, nos tiraban con botellas o con basura. Los macharranes blancos se bajaban de los carros a hostigarnos y había que saber quitarse los tacos y echar a correr”, expresó Díaz sobre las primeras pruebas sociales de quien hoy es Lizza Fernanda. “Los que se enfrentaban a estos nazis casi siempre eran los negros, los negros bien de gueto. Aprendí mucho de ellos. Aunque fueran locas de las que llaman ‘drag queens’, travestidas, ellos desafiaban a ese agresor con un lenguaje impresionante, agresivo y cortante. Ahí aprendí a no huirle a ese ente amenazante, a demostrarle que no le tienes miedo”. “Recuerdo una ocasión”, prosiguió Díaz, como si fuera el audio-libro de los primeros capítulos de la biografía de Lizza Fernanda, “en la que un muchacho mexicano, bisexual, quemó a una compañera con un cigarrillo cuando ésta no le quería hacer caso a sus flirteos. Al pobre chaparrito lo hicieron cantos. Entre todas lo patearon en el piso, pues era la costumbre de los homofóbicos en estos bares latinos hacer lo mismo con los gay cuando les peleaban”. Preguntamos si la colega de Lizza Fernanda que el bisexual azteca quemó con un cigarrillo se prostituía a lo que Díaz contestó que “podría ser que fuera prostituta, porque la mayoría de esos muchachos lo eran, aunque yo nunca he practicado eso. Lo mío no tiene que ver nada con sexualidad, es simplemente para ir un escenario, y claro, ese escenario puede ser la calle, y si es así, ahí mismo estoy en mi performance. Es la búsqueda de una otredad llevada al arte, un desdoblamiento de conciencia que tal vez era lo que ‘Stevie’ tenía pero no se lo permitieron expresar bien y su condición social de confusión, de la calle, no le permitió tener control de su realidad. Si él no tiene control, nadie se lo va a dar. Por eso yo siempre hablo de la educación de los sujetos, del autoanálisis de lo que son tus propias preferencias sexuales y lo que eso significa, pues eso es lo que necesitan muchos sujetos gay y travestis, incluso muchos muchachos heterosexuales”. Todos los sábados a la medianoche, Díaz completa su transformación en Lizza Fernanda, un proceso físico y mental que dijo que le toma como cuatro horas realizar. Hace su performance en el club Circo en Santurce y se envuelve tanto que “a veces voy a la barra y me miro en el espejo y veo otra mirada, soy otra persona… es quizás como Clark Kent y Superman. Pero no es esquizofrenia ni sicosis, yo sé que yo soy Luis Felipe, aún cuando en el espectáculo sea más amanerado pues es mi alter ego”. Antes de los espectáculos, sin embargo, le gusta pasar por lo que considera es la capital gay del área metropolitana, el Tía María Liquor Store que ubica cercano a la luz de la Avenida Ponce de León antes del Centro de Bellas Artes. Cuando no hay estacionamiento cerca, se aparca en el del Hospital Pavía y sube con sus tacos, su peluca, su maquillaje, su esplendor, su extravagancia. “Y pasan los macharranes y aunque al principio podría parecer que soy una señora que va hacia Bellas Artes, luego se nota que soy un travesti y ahí empiezan a gritarme. No puedes correr, no puedes huir. Yo los enfrento de manera no verbal, con gestos de seriedad. Les pregunto, ‘¿porqué tú te estás riendo, si esto es serio?’ O les pregunto en broma si quieren pelear, con todo y uñas postizas. Casi nunca me siento amenazado porque en Puerto Rico la cultura homofóbica de los macharranes de la calle que asustan a las locas les gusta el relajo, no son inmediatamente agresivos. Eso ocurre mucho aquí, el escarnio, y las locas somos víctimas del escarnio y se supone que tú devuelva ese escarnio, quizás con sexualidad. Mi personaje no devuelve escarnios de sexualidad, de ‘papito, qué bueno estás, te voy a hacer esto, te voy a hacer lo otro’. Lo mío es como que ‘mira, voy para el teatro o quieres tomarte un trago’, o ‘¿porqué tú me estás deteniendo a mí? Yo soy una mujer seria’ o ‘mira, yo soy un hombre vestido de mujer haciendo mi trabajo, déjame quieto’. Y la respuesta es bien sorpresiva ellos no esperan esto”, manifestó. Así camina hasta Tía María, “dónde a las seis de la tarde empiezan a salir los ‘straights’ y empiezan a entrar las locas”, término que dijo utilizar “igual que un negro americano le podría decir ‘nigger’ a otro, o como una prostituta le podría decir puta a otra”. En ambientes como el de Tía María en Santurce y las barras gay que frecuentaba en Chicago ha visto pasar a “secretarios de gabinete, artistas famosos, galanes de novela, senadores, representantes, todo tipo de político y persona influente”, por mencionar algunos. “Tanto aquí como en Estados Unidos se ven, pero acá la cultura es más ‘closetera’… sé de hombres que tienen su novio por muchos años y no salen del closet, sin necesidad de tener que fingir, solo por el qué dirán”. Claro, en el salón universitario el que da clases es Luis Felipe Díaz. Puede que Lizza Fernanda sea conocida por la comunidad universitaria, pero “en el salón el que está es Luis Felipe”. Por si acaso, no le tiene miedo a la persecución, a pesar de que “sí… hay algún lado lleno de envidia que quiere verme caer y fracasar”. Mientras señala una copia en la mesa de su libro titulado ‘Modernidad literaria puertorriqueña’ (2005, Isla Negra), en el que analiza trabajos de escritores como Luis Palés Matos, Magali García Ramis y Luis Rafael Sánchez, Díaz expresa: “Hay gente que le molesta que yo publique trabajos como este”. En cuanto a su dinámica con los estudiantes a los que ha enseñado durante su amplia trayectoria como profesor, Díaz entiende que los que son homosexuales “han aprendido a concientizarse de su rol de gay gracias a mí. Y el resto a apreciar su masculinidad o su feminidad. Es de lo que estaba hablando que hace falta en casos como el de ‘Stevie’, la necesidad esa de conocerse, de aprender a funcionar dentro de la sociedad civil, entender qué es el estado, quien eres como sujeto, qué significa ser gay, que significa ser heterosexual. Siento que mucho de lo que digo, por alguna razón personal, se debe a mi inteligencia como sujeto, pues yo he protegido bien mi identidad. Mi dignidad nunca ha estado en peligro”. Y de nuevo pronuncia la recurrente frase clave de “tener proyecto de vida”. Fue cuando se le preguntó por otros travestis veteranos, como Alex Soto, Druxila Divine y Pantojas que la dijo, acentuando el caso de Pantojas, que “es excepcional. Es un ‘actorazo’ criado a lo ‘Edipo Rey’ y ‘Antígona’ que puede interpretar lo que sea”. Al fin y al cabo, eso de “proyecto de vida” del académico Díaz es lo que le ha dado una convivencia tan prolongada y pacífica a la figura de Lizza Fernanda, un personaje en el que acepta haberse “gastado una fortuna, porque ha sido una terapia, una diversión, una liberación”. “Fue un hobby, pero ya no lo es”, reafirma, ya al final de la entrevista. Así más o menos le fue a Luis Felipe Díaz en aquella tarde riopedrense, sonando a filosofía, con eso de “proyecto de vida”, de “educación del sujeto”, sonando a consigna para felicidad segura, sea cual sea la preferencia sexual. Y de alguna forma, Lizza Fernanda sonreía, afirmando que esa filosofía funcionaba. Para ver la edición impresa de Diálogo en enero haga clic aquí.