“La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón” Gabriel García Márquez “Mas allá de los conocimientos científicos o técnicos, el periodista debe tener una firme convicción de lo que es justo y honesto. Tan firme, como su capacidad para indignarse”, escribe el periodista colombiano Gerardo Reyes al momento de enumerar, en su artículo Intersticios del periodismo de investigación, las cualidades del periodista. En lo que va de mi carrera periodística, la capacidad profesional para indignarme me ha puesto a prueba solamente una vez. Durante un año y tres meses trabajé de madrugada como co-editor, a cargo de los reporteros que cubrían policiales y de la información internacional que llegaba en los servicios de cables noticiosos. En mis funciones también estaba el verificar fotografías y videos, a veces sirviendo como una especie de censor, pues el material debía cumplir con una serie de requisitos y especificaciones editoriales. Como muchos en la profesión, tuve que lidiar con el impacto que me producía mirar diariamente el archivo de fotos y videos donde, sin excepciones, se podía apreciar con máximo detalle los pormenores en los cuerpos –o lo que quedaba de éstos- de las víctimas mortales, ya fuese por homicidio, accidente o suicidio. Pero, no fue en éstas tareas que apareció la indignación profesional en mí. Llegó un sábado por la tarde-noche. En algún lugar de Irak se llevaba a cabo la consumación de la pena de muerte a Saddam Hussein y esa era la noticia que todas las redacciones esperaban para cerrar sus ediciones. Murió Hussein en la horca. Se trabajó cuidadosamente el cable y también las fotos correspondientes, que curiosamente fueron tomadas con un teléfono celular. Pasaron unos veinte minutos y recibí una llamada de la “Dirección” pidiéndome que cambiara la fotografía principal de la noticia por una “mejor, más gráfica”. En efecto -pues yo la había visto minutos antes- existía una foto diferente a todas las demás; a diferencia de las otras, mostraba sin tapujos el rostro de Hussein no sólo sin la capucha negra -típica en aquellos que van a la horca- sino que se podía observar también la lengua flácida que colgaba de la boca del cadáver. Mi indignación me hizo preguntarle a la “Dirección” ¿cuál era la necesidad de mostrar esa foto?, si ya teníamos varias que no dejaban la menor duda de que Hussein había muerto. Aunque no se me interrumpió mientras hablaba y la voz que contestó del otro lado del auricular fue incluso amable, la respuesta que obtuve fue la única que yo podía esperar: “Andrade, es una orden”. La violencia visual en Puerto Rico Al ser cuestionada sobre cómo es que debe actuar un periodista al momento de presentar los hechos violentos, la reportera de televisión Yaisha Vargas asegura que es “narrándolo, aunque cause dolor, coraje y pena. Usando los recursos que tiene cada medio hay que expresar lo que causa ese tipo de evento. No se puede caer en lo insensible. Hay que profundizar en esa sensibilidad, si el periodista la pierde –la sensibilidad- no puede transmitir correctamente el mensaje, le quitaría la capacidad de ser un testigo que siente y padece”. Por su parte Aixa Vázquez, periodista televisiva, apunta que “la gente a veces piensa que los periodistas nos tornamos insensibles por estar en contacto con situaciones tan terribles. Hay situaciones que nos siguen tocando porque no dejamos de ser humanos, aunque ciertamente son noticias que representan un reto”. A la pregunta ¿por qué se le dedica tanto tiempo a los hechos de sangre en los noticiarios?, Vázquez devela una situación muy interesante. Cuenta que cada cierto tiempo “vienen asesores” de Estados Unidos al canal donde trabaja. Estos, “hacen consultas al público televidente. En esas consultas preguntan cuál es el tipo de noticias que gustan de ver en los noticiarios y siempre encabezan las listas las noticias que trabajan temas de salud, interés humano, reportajes investigativos y al final de la lista aparecen las policíacas y las políticas”, relata la periodista. Pero, “irónicamente” –nos platica Vázquez- los noticiarios que se producen en la emisora “siempre abren con noticias policíacas o políticas”. “Entonces”, continúa, “cuando confrontamos con esto a nuestros jefes, no encontramos una respuesta que nos satisfaga. Resulta irónico porque no le estamos dando a la gente lo que ellos piden”. El sociólogo y comunicólogo británico Denis McQuail6, en su Audience Analysis, cita a Ien Ang –experto en análisis de audiencias- quien afirma que “las instituciones mediáticas no tienen interés en conocer a su audiencia sino simplemente en probar que existe una. Para ello, utilizan diferentes sistemas y técnicas de medición capaces de convencer a sus clientes pero no de captar la esencia de esa misma audiencia”. Así pues, la ironía de la que habla Vázquez parece tener una respuesta. Va volando el moscardón Es Javier Darío Restrepo, máxima referencia del tema en Latinoamérica, quien nos ayuda a sembrar el fértil prado de la ética periodística, desde la cual calibramos la experiencia de la indignación: En una entrevista que sostuve con él, Restrepo afirma que “hay que tomar en cuenta que la ética no es simplemente una enumeración de normas negativas en que se prohíben cosas, más que eso es un impulso hacia la excelencia, y si alguna profesión necesita ese constante impulso a la excelencia es el periodismo”. Restrepo, autor de El zumbido y el moscardón entre otros títulos, ahonda al respecto y puntualiza que “el periodista está obligado a tener un nivel ético superior al del promedio de la sociedad”. ¿Por qué razón?, se pregunta Restrepo, “porque el periodista quiéralo o no, se convierte en guía, es punto de referencia, así no lo vean a él, así no lean sus artículos, es punto de referencia por lo que dice. Y eso que el dice, es la mirada que la gente va a adoptar, o total o parcialmente”.