Las revelaciones que puede ofrecer una encuesta bien hecha van desde presentar una especie de radiografía de los asuntos que son prioritarios para el electorado hasta la manera que perciben los votantes a los candidatos. En esto coincidieron los expertos en el tema entrevistados por Diálogo como preámbulo a la publicación de las ya acostumbradas encuestas de cara a las elecciones generales en Puerto Rico. Existen dos tipos de encuestas, las comisionadas por los partidos políticos para auscultar el estado de sus aspirantes a puestos electivos ante la opinión pública y las publicadas por los medios de comunicación, que por lo general, son las que el sector votante tiene acceso. En primer lugar, los partidos usan el modelo agenda setting, precisamente, para establecer como dice el vocablo en inglés, la agenda de los temas que se van a discutir. Según el profesor de ciencias políticas del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), Walter Díaz, por lo general, la persona o entidad que paga por la encuesta establece la agenda de los temas que se van a auscultar. “Por eso se dice que la democracia por encuestas no es posible, ya que realmente, ¿quién determina qué se incluye o qué no se incluye en una encuesta?”, apuntó el catedrático. De otro lado, agenda priming es la estrategia que busca influir sobre los criterios que los electores usan para evaluar a los candidatos o partidos políticos. Díaz explicó que esta estrategia no puede cambiar la opinión de una persona sobre un candidato pero, sí puede influir al publicar mucha información de un tema en particular para que al final se convierta en un criterio más importante a la hora de evaluar a los aspirantes a puestos electivos. De acuerdo con la tesis de maestría “La función de las relaciones públicas en las campañas políticas de los candidatos a la gobernación de las elecciones 1992” de Eliadis Carrasquillo Nolasco (1996), durante la campaña de 1968, Luis A. Ferré, candidato a la gobernación por el Partido Nuevo Progresista (PNP), utilizó técnicas de mercadeo, publicidad y relaciones públicas tal y como si fuera cualquier producto de consumo. El actual comisionado electoral del PNP, Edwin Mundo coincidió en que desde la época de Ferré las encuestas sirven como instrumentos de trabajo muy importantes para los partidos políticos, y su principal función es determinar cuál es la imagen que percibe el electorado de ciertos candidatos. “Las encuestas nos dicen los intereses de la gente y qué esperan del aspirante. Así, los partidos (políticos) saben cómo mercadear a los candidatos. Es como mercadear Coca- Cola o cualquier otro producto, no hay mucha diferencia”, aseguró Mundo, con vasta experiencia como asesor de campañas políticas en la facción estadista. Por su parte, el ex presidente del Partido Popular Democrático (PPD), Héctor Luis Acevedo estuvo de acuerdo con que las encuestas son un “vehículo para hacer estrategias de comunicación y programas de campaña”. De lo que se trata, dice Acevedo, es de identificar las áreas más débiles para fortalecerlas con anuncios publicitarios. “Si las encuestas revelan que un aspirante es un muy moderado, pues se hacen anuncios del tipo de Luis A. Ferré, con el eslogan “Así lo haré”, anuncios con mucha firmeza, para tratar de diseñar una campaña que atienda las debilidades y aproveche las fortalezas”. Pero, ¿cuán determinantes pueden ser las encuestas publicadas por los medios de comunicación en los resultados de un proceso electoral? Según el profesor y ex publicista, Luis Rodríguez Báez las encuestas son sumamente importantes ya que los porcentajes a favor o en contra de un candidato pueden desalentar al votante y provocar abstencionismo en las urnas. Acevedo señaló que los candidatos tienen “temor fundado a salir al frente en las encuestas” debido a que algún sector del electorado puede pensar que no es necesaria su participación en el proceso y los votantes que están indecisos se pueden motivar a votar por el candidato no favorecido. “La mejor posición en una encuesta es estar abajo por un por ciento el día antes de las elecciones”, aseguró el también ex alcalde de San Juan. Mundo recordó las primarias del PNP en 2003, en las que “aunque la gente tenía una idea de que Pedro Rosselló iba a ganar”, El Nuevo Día publicó una encuesta en la que presentaba 76 por ciento a favor del ex mandatario y 23 por ciento a favor de Carlos Pesquera; situación que pudo contribuir a que muchos electores que apoyaban a Pesquera se abstuvieran de votar debido al supuesto amplio margen de delantera. “En las primarias del 2003 mucha gente pensó: ¿para qué voy a hacer una fila en una escuela si esto ya está decidido?”, opinó. Las encuestas también pueden tener efecto en la recaudación de fondos para las campañas políticas. Entre más posibilidades de ganar tiene un candidato, mayores pueden ser los donativos que recibe. Según Acevedo, la gente que está recolectando fondos puede desanimarse si ve que su candidato no está al frente en la contienda política. De acuerdo con el profesor Díaz, en 1988, por cada dólar que recolectó Baltasar Corrada del Río, Rafael Hernández Colón recibió cuatro dólares.
Todos los entrevistados coincidieron en que uno de los aspectos más importantes a la hora de realizar una encuesta es la selección correcta de la muestra según la estadística y no, necesariamente, la cantidad de personas entrevistadas. Para Acevedo, también profesor de Derecho en la Universidad Interamericana, las encuestas de la campaña electoral pasada fallaron debido a que se utilizó como base el Censo Federal sin que las compañías encuestadoras se percataran de que los datos eran erróneos. “En ese caso el distrito de Guayama tenía, según el Censo Federal, la misma población que el Distrito de San Juan, pero en realidad tiene 50,000 electores más, hecho que descuadró la encuesta”, comentó. En Puerto Rico existen al menos seis compañías encuestadoras y según el ex presidente del PPD, una encuesta base para un candidato de un partido político puede costar, aproximadamente, 30,000 dólares. Las encuestas pueden hacerse vía telefónica, con un encuestador casa por casa, con el envío por correo de cuestionarios que luego son devueltos o en grupos focales que se reúnen al menos una vez a la semana.
Aunque todos los entrevistados opinaron que las personas encuestadas ofrecen contestaciones genuinas, lo cierto es que reconocen que la veracidad de una encuesta recae en la manera en que se hacen las preguntas, porque de las interrogantes dependerán las respuestas. Por ejemplo, una pregunta cerrada de un sí o un no versus una pregunta abierta donde se puede elaborar una respuesta puede alterar, grandemente, los resultados de una investigación de este tipo. Tanto Mundo como Acevedo reconocieron que las encuestas internas de los partidos se hacen de la manera más honesta posible para no dar falsa información a los candidatos. Sin embargo, lo cierto es que el electorado nunca tiene acceso a los resultados de éstas. De otro lado, en Puerto Rico, a diferencia de otros medios de comunicación en Estados Unidos, América Latina y Europa, los rotativos, emisoras de radio y televisión, no acostumbran a divulgar las preguntas formuladas a los entrevistados y mucho menos la metodología utilizada para escoger la muestra; aspectos determinantes al momento de atribuir credibilidad a una encuesta. Ante esto, todos los expertos coincidieron en que se debería comenzar a divulgar este tipo de información con el ánimo de que el elector hábil pueda distinguir entre las encuestas responsables y las que no lo son. Por su parte, el catedrático Díaz destacó que existen organismos como la American Association for Public Opinion Research que vigilan las prácticas éticas a la hora de llevar a cabo una encuesta. El código de ética de esta organización establece los datos mínimos que debería publicar cualquier encuestador para así, atribuir confiabilidad a su investigación. Entre estos por supuesto está la divulgación del cuestionario íntegro, la descripción de la muestra, los métodos, fechas y lugares en donde llevó a cabo la recolección de datos, entre otros.