Como parte de mi trabajo como asistente de investigación del proyecto Análisis Etno-Histórico Regional del Caribe -encaminado a originar un inventario de yacimientos arqueológicos en las islas del Caribe y dirigido por el doctor Jalil Sued Badillo, con la colaboración del doctor Héctor R. Marín Román, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Río Piedras-, desde hace algún tiempo he observado que la mayoría de los grabados rupestres que encuentro en los trabajos de campo dan la impresión de estarse “borrando”. Un artículo publicado en la edición de enero-febrero de 2008 de Diálogo, escrito por Ángel Maldonado Acevedo, compueblano que labora en la UPR en Utuado y ex Presidente del Patronato del Parque Ceremonial Indígena de Caguana, confirmó mis observaciones: los grabados rupestres están despareciendo. Me di a la tarea de investigar el asunto más a fondo y, después de visitar varias islas del Caribe y de recopilar datos a través de la Internet, me percaté de qué el problema es global. Es evidente que los grabados rupestres –las pictografías y los petroglifos- se están “borrando”, pero, ¿será posible qué el calentamiento global esté exacerbando las condiciones químicas, físicas y biológicas que aceleran el deterioro? Las observaciones científicas, aunque inconclusas, parecen indicar que sí. Los grabados rupestres siempre han estado expuestos de manera continua a las fuerzas destructivas de la naturaleza, pero el balance de estas fuerzas ha sido trastornado por la acción humana, lo que resulta en una condición de calentamiento global, que a su vez produce fenómenos que sólo pueden intensificar el proceso de degradación de la piedra y sus grabados. Los científicos han determinado que el calentamiento global ya ha causado trastornos en los patrones de humedad, temperatura, sequía, lluvia y huracanes. Las temperaturas mínimas han disminuido, mientras que las máximas han aumentado, y los huracanes son de más intensidad. Estas condiciones aparentan tener un efecto particular sobre los grabados rupestres. Por un lado, en el caso de cuevas o abrigos rocosos, la humedad más alta permite la aceleración del crecimiento de líquenes, musgos y helechos, que no sólo pueden digerir los componentes de las pinturas vegetales y minerales, sino que también pueden formar manchas en la piedra. Estos efectos están relacionados con variables tales como la evaporación, condensación, presión del CO2, oxidación y otros fenómenos producidos, no sólo en el sitio, sino en el área circundante. El agua de lluvia que se filtra naturalmente en las cuevas a través de la piedra caliza tiene el potencial de arrastrar agentes químicos qué, aunque naturales, puedan causar daños a los grabados incisos y pintados, formando una “costra” que luego no puede ser removida. Este efecto también queda manifiesto en los monolitos del Parque Ceremonial Indígena en el Barrio Caguana de Utuado. Estos monolitos son del tipo “batey”, son semi-móviles, y están enterrados parcialmente, de canto, en hileras. Muchos están fracturados y, aunque esto aparenta ser producto de la meteorización natural, todos han sido colonizados por algas y líquenes. La colonización ha sido extremadamente rápida en los últimos diez años. El deterioro ocasionado por estas algas y líquenes es físico-químico, derivado de los productos metabólicos que generan las colonias de micro-organismos y de la acción de la absorción rápida y evaporación de agua en el sustrato. Los monolitos ubicados cerca del Museo del Recinto de Río Piedras, que también son del tipo “batey”, sufren de una condición biológica similar a los de Caguana, aunque no están fracturados. Su deterioro, sin embargo, ha ocurrido muy rápido. Es posible que su proximidad a calles con gran tránsito vehicular, y el nivel alto de CO2 producido por los motores de combustión interna, sea un factor contribuyente a este deterioro. La combinación de una temperatura sobre 70 grados Fahrenheit con una humedad relativa también alta contribuye al crecimiento de hongos y acelera el ciclo de vida de los insectos. En las cercanías de Caguana, en las plazas y bateyes del Parque, y entre los propios monolitos que los flanquean, se han desarrollado hormigueros profundos que provocan alteración de la compactación del suelo. Cuando la tierra queda desplazada, se torna “suelta”, ocurre una pérdida de material de anclaje. Esto contribuye a la pérdida de verticalidad de los monolitos, que terminan por caerse, o por recostarse sobre otros, quedando fracturados o rayados. Los empleados del Centro Ceremonial han indicado qué, durante los últimos diez años, el desarrollo de hormigueros ha ido en aumento, y que éstos se forman con rapidez. Por otro lado, las variaciones extremas entre días muy calientes y noches muy frías causan la expansión y contracción de la piedra. Esta acción conjunta “temperatura-humedad” ha llevado a que se rebasen los límites del material pétreo, que ha estado sometido constantemente al estrés de ciclos de expansión-contracción. Debido a esto, los monolitos sufren problemas de rompimiento y discontinuidad, tanto internos como superficiales, que se muestran como fisuras, grietas, fracturas del soporte y pérdida de material. Estos deterioros, acompañados por procesos de solución, oxidación e hidrólisis, dejan expuestas nuevas superficies vulnerables a la acción de diversos agentes del deterioro. A ellos se suma el desgaste de las superficies por erosión eólica y pluvial, con la consecuente pérdida de visibilidad de los iconos. Los procesos de intemperismo (la acción combinada de procesos mediante los cuales la roca es descompuesta y desintegrada por la exposición continua a los agente atmosféricos, transformando a las rocas masivas y duras en un manto residual finamente fragmentado), son acentuados por la retención de humedad en los monolitos, ya sea producida por la lluvia directa sobre la piedra o por la retención de humedad por capilaridad desde el suelo. En todo caso, las observaciones meteorológicas demuestran que ahora llueve más, y por más tiempo. Ya se han comenzado a observar manifestaciones de este problema: el Sitio “El Caracol”, en Utuado, se encontraba en la orilla del Río Jauca, pero ahora parte de éste se encuentra bajo agua. Otro problema es la contaminación química del aire por subproductos de la quema de combustibles fósiles y vegetales. Los compuestos químicos incluyen, o se combinan, para formar ácido sulfúrico y otros agentes corrosivos u oxidantes. La lluvia es naturalmente ácida, como resultado de reacciones químicas con el dióxido de carbono en la atmósfera. El aumento en los niveles de dióxido de carbono, sin embargo, causa que el valor de potencial de hidrógeno (pH) en la lluvia pueda ser menor de “5” (en una escala de 14), en cuyo caso se le consideraría “lluvia ácida”. Se ha determinado que la lluvia ácida acelera el deterioro natural de la piedra. Los petroglifos del Sitio “El Cacao”, en Orocovis, muestran un tipo de deterioro conocido como “laminación”, o flaking, que es atribuido por los especialistas en preservación al efecto de la lluvia ácida. Asimismo, algunos de estos contaminantes son higroscópicos, atraen al agua, lo que provoca reacciones químicas. Las sales presentes en los monolitos porosos pueden disolverse en el agua condensada, migrar al exterior, cristalizarse y redisolverse con los cambios en la humedad. Al cristalizarse, las sales ejercen presiones severas dentro de la piedra. Por otro lado, la radiación solar es absorbida por las moléculas de todos los materiales, aun los que aparentan ser inertes. La capa de ozono sirve cómo filtro para disminuir los efectos nocivos de la luz solar al reducir su intensidad sobre la tierra, pero el dióxido de carbono la está desintegrando. El efecto conocido de esta situación, hasta ahora, es la debilitación de la estructura de la piedra y el surgimiento de manchas. La mayoría de los monolitos del Centro Ceremonial Indígena de Caguana están manchados. Otro agente del deterioro es el polvo que, como todo particulado, es abrasivo. Los niveles de polvo en la atmósfera están aumentando considerablemente, pues el calentamiento global causa sequías más severas y largas. Además, los cambios en los patrones de viento aumentan el alcance y deposición de particulados. En Utuado, el Sitio “Piedra Gorda”, un lugar cacical-privativo de suma importancia y, hasta el momento, único en la Isla, se encuentra en el tope de un monte que resulta ser el lugar más alto de la localidad. Al no tener protección, las piedras que lo conforman quedan expuestas al embate constante del viento que, en combinación con la tierra micro-pulverizada, el polvo del Sahara y la ceniza del volcán Soufriere, produce los mismos efectos mecánicos que el proceso de sand-blasting, desfigurando los grabados y acelerando su desintegración. Otro problema es el derretimiento de los cascos polares, pues el nivel del mar aumenta, y sobreviene la recesión costanera. Además, la dinámica del oleaje costanero se modifica considerablemente, y se observa más oleaje, más fuerte y con más frecuencia. Los eventos que se conocen popularmente como “bravatas” son ahora más intensos. Algunos sitios de petroglifos, ubicados en rocas de playa podrían quedar bajo agua, parcial o constantemente, lo que aceleraría el desgaste de la piedra arenisca que, por ser sedimentaria, es comparativamente muy frágil. Los grabados del Sitio “Maisabel”, en Vega Baja, han comenzado a perder material pétreo, y se están desfigurando. Según residentes de la zona, el oleaje ha aumentado en los últimos diez años, y la marea llega mucho más tierra adentro. En Puerto Rico, sólo han sido registrados seis sitios de petroglifos de playa, lo que le imparte urgencia a la evaluación de medidas urgentes de mitigación, como lo serían la documentación detallada o la reproducción del recurso.