Entre tanto policía que vigila la Sanse no me interesa ser policía de la cultura. Cuando la palabra Sanse desplazó la frase Fiesta de la Calle San Sebastián los poderosos intereses comerciales y políticos lograron rotular un proceso que ya estaba establecido y acelerado: la transformación de la convocatoria comunitaria en un gran mercado de placenteras mercancías. Transitar por ese mercado atrayente y tormentoso nos da derecho a posicionarnos en puntos variables de festivas oposiciones: abrazo-codazo música-ruido arte-basura artesanía-manualidad refrigerio-borrachera amistad-codicia intimidad-anonimato protección-abuso poesía-insulto memoria-olvido y muchas otras posibilidades. Desde el punto de vista de la solidaridad celebrada muchos atesoramientos se nos fueron de las manos o subsisten en precaria minoría: el trabajo voluntario la sosegada exposición de arte la congregación religiosa el pulso de la crónica vecinal el cafetín de gregaria clientela. Nuevas y atractivas ofertas aparecen como agrandadas continuidades de abundancia gratificante: la renovación de los cabezudos la excelente muestra artesanal de Ballajá la pública exigencia de justicia el triunfo del gozo sobre la amargura.
La Sanse de hoy no hace pactos con la nostalgia de ayer. El contrato musical toma posesión de la tarima y el plenazo se repliega según las imposiciones de las ordenanzas municipales. El abrazo del encuentro amistoso aguanta los golpes del tumulto compacto. El pitorro resopla escondido la cerveza chorrea vendida. La sanación de la alegría y la desesperación del entretenimiento lucen sus vestimentas más seductoras y los erotismos multiplican sus olores apremiantes.
La Sanse es como el paro de los maestros porque ambas son congregaciones masivas del pueblo y por lo mismo peligros para la prepotencia autoritaria. El enojo del abuso que predomina en el paro se deja refrescar del placer estimulante de la plena refrescante. El gozo de la fiesta que predomina en la Sanse responde acalorado con plenas sobre las verjas de cateo. Oscar López Rivera es un nombre bienvenido en ambas congregaciones.
Las opciones existen pero el poder las reduce. Sanse significa predominio comercial. Si miramos con atención la tarima donde tocan nuestros pleneros favoritos es porque queremos verlos además de oírlos…pero el enorme anuncio publicitario que ocupa la iluminada pantalla es el centro de atención indiscutible. El ojo responde a la orden de la luz eléctrica. La boca responde a la orden del precio alcohólico. Podemos negarnos y constituirnos en una periferia crítica pero la Fiesta de la Calle San Sebastián quedó atrás y ahora estamos en Sanse.
Nota del autor: Yo quiero este texto mío sin comas y ojalá nadie le ponga verjas a mi gramática.
El autor es escritor, antropólogo, periodista y artesano. Colaboró con Diálogo por muchos años.