SAN SALVADOR (Reuters) – El periodista Mauricio Funes se convirtió en presidente electo de El Salvador, llevando así por primera vez a la ex guerrilla izquierdista al anhelado poder después de dos décadas de gobiernos de derecha. El reportero de televisión, del ex rebelde Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), obtuvo un 51,27 por ciento de los votos con un 90,68 por ciento de las actas escrutadas, aseguraron funcionarios del tribunal electoral. Su rival y candidato de Arena, el ex jefe de policía derechista Rodrigo Avila, obtuvo un 48,73 por ciento de votos. Avila reconoció la derrota a manos de Funes. Aunque no se habían contabilizado la totalidad de las actas, el portavoz del tribunal dijo que la tendencia era irreversible. Con la victoria del domingo, Funes acaba con dos décadas de gobiernos de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena). La elección del domingo revivió los recuerdos de la guerra civil (1980-1992), en la que los sectores de derecha vinculados con Arena y la entonces guerrilla del FMLN lucharon en un conflicto que dejó un sangriento tendal de 75.000 muertos. Funes -que no estaba vinculado con el FMLN hasta que fue elegido candidato- se autoproclamó ganador en un mensaje frente a la prensa, con promesas de reconciliación y unidad nacional. “Por primera vez llegan a la presidencia y vicepresidencia los candidatos postulados por un partido de izquierda (…) Con ese fundamento también le daremos un sentido nuevo a la gestión presidencial”, afirmó un emocionado Funes. El ahora Presidente electo, recordó al arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, que se convirtió en una víctima emblemática de la guerra civil cuando fue asesinado en 1981 por escuadrones de la muerte organizados por el fundador de Arena, Roberto D’Aubuisson. “Hemos firmado un nuevo acuerdo de paz, de reconciliación del país consigo mismo”, dijo Funes aludiendo a la firma de los acuerdos que acabaron con la guerra civil. “El respaldo que ha obtenido mi candidatura, la fórmula presidencial y mi partido el FMLN le ha demostrado al mundo entero que El Salvador está preparado para la alternancia gubernamental”, agregó. En las calles de la capital, miles de simpatizantes izquierdistas festejaban, entre gritos y agitando banderas, a lo largo de varias cuadras cercanas a la estatua del Salvador del Mundo, emblema de la ciudad. “Estamos viviendo al máximo este triunfo (…) esta noche es un éxtasis”, dijo emocionado a Reuters, Rolando Martínez, ex combatiente del FMLN de 43 años en el lugar. Ahora Funes, de 49 años, encarna las esperanzas de muchos salvadoreños de reducir la pobreza que sofoca a más de la mitad del país, pero también despierta miedos en otros de que pueda girar hacia una izquierda como la del presidente venezolano Hugo Chávez o como la de la vecina Nicaragua. “Hemos sido y seremos una oposición constructiva, una oposición vigilante de que en nuestro país no se pierda el sistema de libertades”, dijo el candidato Avila, un ex francotirador del Ejército que admitió haber matado guerrilleros, después de reconocer su derrota. Funes, que en sus incisivos programas criticaba a Arena y denunciaba casos de corrupción, asegura que se identifica con la izquierda moderada del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Prometió respetar la propiedad privada y mantener buenas relaciones con Estados Unidos, el viejo enemigo de la guerrilla que financió la lucha armada de la derecha. El Salvador, un pequeño país que vive de sus exportaciones de café, textiles y azúcar, depende mucho también de las remesas que envían a casa los 2,3 millones de inmigrantes que viven en Estados Unidos y que han comenzado a perder empleo por la crisis económica en ese país. Funes prometió gobernar para los pobres, que durante los gobiernos de derecha vieron adoptar el dólar como moneda y en los últimos meses caer las remesas y las demandas de productos salvadoreños desde Estados Unidos. Esa misma pobreza y la creciente inseguridad por las violentas pandillas juveniles o “maras” que azotan al país, ayudaron en las elecciones al FMLN, que nació como partido político en 1992 después de que se firmaran los acuerdos de paz de la guerra civil. La ex guerrilla izquierdista había intentado llegar en varias ocasiones al poder, pero nunca logró ganar en gran medida por presentar candidatos con pasado violento.