La fecha de la fundación oficial del municipio de Río Piedras es controvertible. Comencemos por ahí, pues ese asunto va de mano con el del surgimiento del centro urbano. No existe prueba oficial de que la fundación de Río Piedras (o de El Roble) haya sido en 1714. La única referencia al 1714 es una nota al calce en el Boletín Histórico de Puerto Rico (1921) sin cita documental. Como señala Marcial Ocasio en Río Piedras: notas para su historia, la mejor evidencia sobre la fundación de Río Piedras en fecha aproximada a 1714 son unas expresiones airadas del alcalde Diego Becerra en 1823 ante el consejo municipal.
En su alocución, Becerra apuntó a una fecha cercana a 1714…pero lo hace precisamente para denunciar la ausencia de una ciudad en Río Piedras. Más de 110 años tras fundarse, indicó Becerra, Río Piedras sólo tenía una iglesia en ruinas, “sin casa de cura, sin casa de rey, sin casa de Cabildo, sin casa Cárcel y en suma sin casa de vecino alguno”. Veintiún pueblos habían sido fundados después de Río Piedras y ya estaban poblados, continuó Becerra. Pero Río Piedras no. Un censo del propio 1824 —quizá conocido por el alcalde— consignaba que los 53 pueblos ya existentes, Río Piedras estaba en último lugar en cuanto a población urbana (30 personas) y en penúltimo en cuanto a casas y bohíos urbanos (10) (Aníbal Sepúlveda, Puerto Rico urbano, I, 46-51) .
Más que irritar a los defensores y enamorados del centro urbano de Río Piedras, entre los que me cuento, la inexistencia de un Río Piedras urbano hasta entrado el siglo XIX debe reorientar nuestra mirada. Primero, hacia el desconocido Río Piedras rural de los siglos previos al XX. Y segundo, hacia el extraordinario crecimiento de la ciudad y municipio de Río Piedras en el siglo XX…en estrecha relación con una región y una Universidad. En este artículo destacaré el primero de esos aspectos.
Entrada por la Avenida Ponce de León al casco urbano de Río Piedras, a la izquierda vista en 1989 y a la derecha como luce actualmente. / Foto actual por Ricardo Alcaraz
El Roble y la iglesia
El Río Piedras “urbano”, si así puede llamársele, tuvo su origen en dos ermitas y luego dos iglesias que se edificaron sucesivamente en diferentes puntos de lo que hoy conocemos como el centro urbano. Estas edificaciones puntualizan los períodos históricos del casco de Río Piedras desde el siglo XVII hasta el XX. La primera ermita, con cementerio, originó a principios del siglo XVII. Ubicaba junto a la Quebrada de los Muertos cerca de la intersección de las hoy calles Humacao y Amalia Marín (antes Callejón de los Muertos). Quebrada y callejón eran próximos al camposanto, que se utilizó hasta 1910 como cementerio municipal de Río Piedras. El trayecto subterráneo de la quebrada continúa bajo la avenida Muñoz Rivera hacia el noroeste hasta desembocar en el río Piedras junto al Expreso Las Américas. Río Piedras tiene, después de todo, sus permanencias.
La segunda capilla se levantó a fines del XVII o principios del XVIII, un poco más al sur, cerca de la intersección de las hoy calles González y Romaní. En 1720, una tercera se construyó para sustituirla en cuerda y media de terrenos donados, con casa para el cura y cárcel. Ese microespacio de tres estructuras en loque es hoy la Plaza de Recreo ("en una buena llanura", como puntualizó Fray Iñigo Abbad en 1774) era el que se denominaba El Roble. Allí quizá se erguiría el célebre árbol. Esa tercera iglesia es la que estaba en ruinas un siglo después y que fue reconstruida, hasta demolerse en 1931 para dar paso a la iglesia actual. El resto del terreno del sector pertenecía a terratenientes.
Iglesia del Pilar Católica en la Plaza de Recreo, construida en 1933 casi a la par con la Torre de la Universidad. / Foto por Ricardo Alcaraz
En 1824, y como resultado de las protestas de Becerra y el consejo municipal de Río Piedras, el Gobernador de la Torre autorizó adquirir diez cuerdas de la hacienda de Francisco Arús adyacente a El Roble. En un segmento de esa hacienda y justamente detrás de la iglesia existente se estableció la Casa de Convalecencia, hospital militar, residencia de verano y reserva de caza de los gobernadores españoles hasta fines del XIX. Las diez cuerdas adquiridas se extendían desde la hoy calle Georgetti hasta casi la calle Roble. Así, tan tarde como la tercera década del siglo XIX, Río Piedras obtiene el espacio para establecer el centro urbano que hoy día conocemos. La construcción de estructuras públicas y privadas en ese predio tardaría varias décadas más, y no es hasta los 1860 que podría hablarse de un centro urbano configurado.
Río Piedras rural y anfibio
La ausencia de un centro o casco urbano en Río Piedras todavía a mediados del XIX es un dato clave de la historia social del municipio. Hasta entrado el siglo XIX, las tierras del área —incluyendo todo los que son hoy día las calles De Diego, Arzuaga y Georgetti y la Plazas de Recreo y Convalecencia estaban en manos privadas de Arús y otros terratenientes de la capital. Estos hacendados criaban ganado para venta en San Juan y preferían retener sus tierras antes que donarlas o venderlas razonablemente al estado para la formación de un centro urbano. San Juan ya contaba con unos diez mil habitantes y era el principal mercado de carnes en la isla. La proximidad de San Juan fue desde un principio una realidad agridulce para Río Piedras.
El Callejón Borinquen, junto al Teatro Paradise, uUno de una veintena los de callejones originales de Río Piedras. Foto por Ricardo Alcaraz.
Pero la oposición de los terratenientes no era, probablemente, la única razón. La relación de periferia o hinterland entre Río Piedras y San Juan en cierto modo imponía un carácter rural a la zona. ¿Y no habría también una voluntad de dispersión de parte de los campesinos mayormente pardos y negros de Río Piedras, por sus propios motivos, en el rejuego de “orden y desorden” que señaló Fernando Picó para la periferia histórica de San Juan?
En lo que respecta al siglo XVIII y parte del XIX, se tiende a buscar la historia de Río Piedras allí donde no estaba: el centro urbano
Salgamos del recinto urbano al Río Piedras rural añejo. Sus habitantes estaban "repartidos por las hermosas vegas de que se compone este territorio regado por el río Piedras, al que se incorporan diferentes arroyuelos de excelentes aguas", según comenta Abbad en la versión olvidada de su recorrido insular, el Diario del Viaje a América. Tan dispersa estaba la población, a pesar de su cercanía a la capital —o debido a ello—que no formaba en aquel momento compañía de milicias y teniente a guerra, a diferencia de Bayamón, Toa Baja y el propio Cangrejos.
El río Piedras vertebraba una red acuática de 27 quebradas (Guaracanal, Doña Ana, Ausubo y Margarita, entre otras) que casi define la forma del municipio. Se conocía como "Río de las Piedras" desde principios del siglo XVI, y existió "Hato del Río de las Piedras" en esa época (Francisco Moscoso, El ejido del Concejo y el Hato del Río de las Piedras: pugna social de 1567, 28-31). Ya a mediados del siglo siguiente el nombre se acortó a "Río Piedras".
En Martín Peña y el Hato del Rey el terreno se sumergía varios meses del año y se convertía en espesos manglares al borde de la Bahía de San Juan. El paisaje anfibio incluía las lagunas de Martín Peña (hoy San José) y Cangrejos (Torrecilla). Al este se abría una magnífica Sabana Llana y el llano costero del norte hacia Trujillo y Loíza. Reses y cerdos cimarrones, pesca en abundancia (lisas, pargos, curvinatas, sabalos) y caza (patos, gallaretas) aseguraban la subsistencia en una comarca rica además en lo que la capital carecía allá en la isleta: agua dulce. En su búsqueda llegaban piraguas de tripulantes de los barcos que atracaban en la bahía, río arriba hasta donde la marea salina no alcanzaba. Tierra adentro los montes de Cupey y Caimito, poblados de reses cimarronas y cerdos salvajes, invitaban al poblamiento sin ley ni rey.
Las tierras de Río Piedras no eran de las mejores de la isla; sus extensos humedales y ciénagas, mejores para caza, pesca, y ganado, algo tendría que ver con ello. Sin embargo la cercanía al puerto contribuyó a que Río Piedras fuese un productor agropecuario de primer orden desde la segunda mitad del XVIII.
Cogen en abundancia de todos los frutos de la isla, especialmente café, azúcar y melado del que hay algunos trapiches medianos de los vecinos de Puerto Rico. […] En toda esta ribera se encuentra mucha abundancia de piñas, melones, sandías, pajuiles, limas, naranjas, limones, cocos y otras muchas frutas. (Abbad, 126-7)
Predominaban en la comarca los campesinos pardos y negros libres, que junto a la población esclava conformaban dos terceras partes de una población cercana a los 1,600. De ese Río Piedras rural, y de sus transformaciones aceleradas en el siglo XIX, hay aun mucho que decir.
Se buscan historiadores
Todavía a principios del siglo XX, el Río Piedras rural rodeaba y puntualizaba el Río Piedras urbano. Lo que luego sería el Recinto de Río Piedras era una finca frutal. El hoy terminal de Capetillo de la AMA era una hacienda de piñas. Santa Rita fue un pastizal para ganado hasta los 1930. Venezuela y Buen Consejo eran en parte aun colonias cañeras y ganaderas. Sabana Llana era agrícola, con extensas finca de frutas, sobre todo toronjas y piñas.
Una de las pocas casas de madera que aun se mantienen en Capetillo, propiedad del líder comunitario Juan Güibas. / Foto por Ricardo Alcaraz
Municipio y ciudad, aunque inseparables en su historia, no son lo mismo. Demasiado a menudo se habla de la ciudad de Río Piedras como si equivaliera al municipio. La primera mitad de la historia de Río Piedras fue eminentemente rural, y la huella de esa historia permanece en el Río Piedras urbano. Ese Río Piedras rural y vivo de los siglos XVIII-XIX, vinculado a San Juan pero con vida propia, aun aguarda los historiadores que sigan los pasos de Picó. Las posibilidades de que la ciudad de Río Piedras cobre nueva vida dependen en que establezca una nueva relación con su antiguo espacio municipal. El tricentenario de Río Piedras, con todas sus interrogantes, es por eso mismo un buen momento para replantearse esa relación.
El autor es Catedrático en el Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
La antigua alcaldía de Río Piedras, construida en el 1860 y quizá la única en la Isla que no ubica en la plaza del pueblo.
En este cruce, subiendo por el hoy Paseo De Diego (antes Calle del Sol), comenzaba la antigua carretara hacia Fajardo.
El antiguo "Universal Stadium" en la Calle William Jones a dos pasos de la De Diego. Fue el primer establecimiento en abrir sus puertas al boxeo profesional en Puerto Rico (1927). Luego se llamó Teatro Universal.