En el obituario de Gabriel García Márquez publicado por el periódico The New York Times, el periodista Jonathan Kandell hace una aseveración tan importante como abarcadora. Kandell describe al escritor colombiano como uno de los pocos novelistas canónicos que disfrutó de la crítica favorable de su obra y de la aceptación por un público masivo de lectores, junto a otros famosos de la literatura universal como lo fueron Charles Dickens, Leo Tolstoy y Ernest Hemingway. La comparación es indudablemente merecida, pero vale la pena indagar en las maneras en que la aceptación crítica y popular de la obra de este célebre autor influye en la literatura mundial contemporánea.
Ignacio M. Sánchez Prado, profesor de español en la Universidad de Washington en Saint Louis, especialista en literatura latinoamericana declara en su columna “El coronel no tiene quien le escriba: las lecciones de una escritura comunitaria”, publicada en la revista Letras Libres, que a través de su obra, el novelista colombiano fundó un “lenguaje en el que se fincaría […] eso que llamamos ahora ‘literatura mundial’” ya que ésta estaba “ubicada en una intersección particular entre las tradiciones del alto modernismo anglosajón […] las tradiciones regionalistas de la narrativa latinoamericana […] y la rehabilitación de ciertas formas de la literatura fantástica”.
Gracias a esa intersección, según la lectura que Sánchez hace de la novela corta que titula su columna, la obra de García Márquez influenció la obra de muchos otros novelistas contemporáneos que producen desde espacios literarios al margen del canon occidental tradicional, escritores como el indio Salman Rushdie, la haitiana Edwidge Danticat y el dominicano-estadounidense Junot Díaz.
Entiéndase por canon occidental tradicional, ese grupo de obras literarias que han sido aceptadas tradicionalmente como las más importantes e influyentes en el desarrollo de la cultura occidental. Se tendía a excluir de éstas los textos que no provinieran de hombres o mujeres europeos o estadounidenses de tez blanca. Rushdie, Danticat y Díaz, al igual que García Márquez fue antes que ellos, son novelistas cuyas obras generalmente quedaban al margen del antiguo canon pero que ahora son estudiados por sus heterogéneas aportaciones a la literatura mundial, dando paso a un nuevo canon universal.
Sánchez no es el único académico que encuentra lazos significativos que conectan la obra del colombiano con la de los escritores de la literatura mundial reciente. En su libro Postmodernist Fiction, el teórico Brian McHale utiliza Cien años de soledad como paradigma que ilustra un fenómeno de la literatura universal, proponiendo otro enfoque a los efectos de la popularidad de García Márquez.
En esa su más famosa novela, lo fantástico y lo banal se invierten cuando “por un lado”, explica McHale, “la alfombra voladora de los gitanos y la ascensión al cielo de Remedios, la bella, son vistas como ocurrencias comunes y corrientes; pero por otro lado, el fenómeno natural del hielo”, así como la masacre de demostradores, “parecen improbables, paranormales, demasiado fantásticos para ser creído”. A grandes rasgos, en el mundo inventado de Macondo, todo lo fantástico es banal y todo lo banal es fantástico.
En su libro, McHale percibe esa paradójica relación entre lo fantástico y lo real como una de las características principales que da a luz al mundo literario de Macondo, un mundo que redefine la realidad histórica de Latinoamérica.
Junot Díaz logra algo similar en su novela exitosa La breve y maravillosa vida de Oscar Wao. El autor reinventa la historia de la República Dominicana en relación a los años de dictadura y diáspora de su pasado y da un buen ejemplo de la influencia que la obra de García Márquez tiene en la literatura mundial contemporánea que Sánchez sugiere.
Ese, precisamente, es uno de los mayores legados de la obra canónica de Gabriel García Márquez. Sus textos crearon, gracias en gran parte a la aceptación crítica y popular que recibieron, ese nuevo lenguaje que Sánchez propone y que autores como Junot Díaz utilizan. Ese nuevo lenguaje de mundos literarios abre la puerta a una pluralidad de textos que antes serían marginados pero que ahora expanden el canon de la literatura universal.