Un hombre duerme en las calles de San Juan. Espera todos los días al lado de la carretera a que un carro se detenga, para pedirle al conductor el menudo que tenga a la mano. El chofer lo mira, mueve la cabeza de lado a lado y comenta que ese hombre es un ejemplo de lo mal que está el País. No considera que él tiene una historia y necesidades que no siempre son atendidas. Quizás fue abogado, pero tomó alguna decisión que lo llevó adonde está. A lo mejor sufre de depresión, mas no tiene acceso a los servicios para tratar su enfermedad, o puede que haya tratado de rehabilitarse, pero el tratamiento no funcionó. Con el propósito de contestar incógnitas como éstas, la estudiante del recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, Sheyla Garced, entrevistó a 100 personas que asistían a Las Duchas y La Fondita, instituciones de base comunitaria de San Juan que ofrecen servicios a deambulantes. El estudio rompe con muchos de los estereotipos que se tienen sobre este sector de la población. La mayoría de los participantes se encontraba en una etapa productiva, la edad promedio siendo 46 años. 62% había terminado la escuela superior y de ellos, 37% tenía un grado universitario. “Esto nos puede indicar que los problemas de la deambulancia en Puerto Rico no son tan sencillos como decir que estas personas no están educadas, sino que es un poquito más complicado que eso”, dijo Garced, quien realizó la investigación como parte de su tesis de maestría en Epidemiología.
El asunto más prevaleciente fue el de las enfermedades mentales. La depresión y la ansiedad ocuparon los primeros dos lugares entre las condiciones de salud reportadas, para un total de 76 personas con algún diagnóstico psiquiátrico, lo cual apunta a que es un problema que tiene que ser atendido, dijo la investigadora. Se descubrió también que 54% de los participantes eran usuarios de drogas. De éstos 63% utiliza dos tipos de drogas, como una mezcla inyectada de heroína y cocaína llamada speedball. Esto, explicó Garced, puede imposibilitar la rehabilitación ya que el tratamiento para una no necesariamente funciona para la otra. Quizás por eso, del 54% que ha recibido rehabilitación por el uso de drogas o alcohol, el 35% sigue siendo usuario. “Hay un asunto aquí de completar el servicio de salud. Estas personas recaen nuevamente”, puntualizó la estudiante de la Escuela Graduada de Salud Pública. También se reveló que la autopercepción de estas personas no necesariamente cambia aunque vivan en un apartamento propio o en la casa de alguien más. Son muchos más los que se consideran sin hogar que los que literalmente viven en las calles. El estudio, que se presentó en el Foro de Investigación del Recinto este mes, busca ayudar a las instituciones a dirigir mejor sus servicios a las particularidades de esa población así como ayudar a replanificar políticas pública. Garced realizó la investigación a raíz de sus propias experiencias atendiendo a deambulantes en Las Duchas y presenciando las necesidades que viven. Debido a la poca documentación que existía sobre el tema, se dio a la tarea de describir el perfil y la situación de ese sector.