Con la idea de demostrarles a sus colegas que en México es posible hacer un periodismo responsable y de justicia social, la reportera Lydia Cacho se presentó en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana para ofrecer el foro “El caso Lydia Cacho: ¿nuevos aires para el periodismo mexicano?”. En este evento, coordinado por el Centro para la Libertad de Prensa en Puerto Rico, Cacho narró la experiencia que vivió luego de publicar su libro “Los demonios del Edén: el poder detrás de la pornografía”, en mayo de 2005. Este texto es una investigación, realizada por la periodista mexicana, que recoge los testimonios de niñas que han sufrido abusos por parte de agresores sexuales. De entre todos los pederastas que menciona en la publicación, Cacho destaca a Jean Succar Kuri, un hotelero de Cancún, detenido en Estados Unidos y pendiente de un proceso de extradición por abuso sexual. “Es el éxito de un grupo de niñas que se atrevieron a contar a una reportera sus historias, y que ella no hizo más que cumplir con su trabajo”, dijo humildemente Cacho a sus oyentes. La también escritora comentó que su intención con este libro es denunciar una red de pornografía infantil que, según sus investigaciones, es protegida por el gobierno del Estado de Puebla, en México. “Esto es una historia que pasó en México, pero de seguro se parece mucho a historias en Puerto Rico y Estados Unidos” dijo la periodista, mientras le enfatizaba a los presentes lo desgarrador que pueden ser este tipo de historias si se atienden a fondo.
Pese a las múltiples amenazas de muerte, los arrestos y la tortura que sufrió, la reportera aseguró que volvería a realizar estas labores periodísticas, de ser necesario, pues entiende que “hay que vivir una vida que respete nuestros principios éticos”. “Tuve la claridad de que iba a perder la vida”, expresó Cacho, cuando narró el momento en que estuvo a punto de ser asesinada. Sin embargo, expresó que los periodistas tienen que ser valientes a la hora de denunciar las injusticias. Para la periodista mexicana, todo reportero debe ser un ciudadano arriesgado, siempre y cuando los dueños de las empresas periodísticas se comprometan a gratificar a los empleados con una protección; puesto que cada vez son más los periodistas que mueren realizando labores similares a las de ella.