Por: Joel Cintrón Arbasetti
Nota de la editora: este texto es el quinto de una serie especial en la que escribiremos reseñas, odas, cartas de amor (o de odio), acerca de la música que escuchamos, la que más nos gusta y que nos ha influenciado.
Desde mediados de los noventa hasta el fin del milenio, el mejor rapero de la escena underground de rap y reggae fue Israel “Pucho” Perales Ortiz, mejor conocido como El Mexicano. Quien piense lo contrario, al menos nunca podrá negar que Mexicano fue el más visceral, el más anormal, el mejor monstruo que parieron DJ Adam y DJ Playero, el único rapero que verdaderamente metía miedo.
Mexicano aparece en un vídeo, circa 1996, con la boca llena de sangre como si hubiese devorado una presa humana, con uniforme militar y pistola en mano en ocasiones y en otras, sin camisa, pantalón corto blanco, máscara de arlequín a media cara, garras e indumentaria del Palo Mayombe Kimbiza, según la religión de origen bantú, la mejor magia para mantener el balance entre el bien y el mal.
Su primer álbum solista es un homenaje a esa aspiración imposible de balance con la que luchó Mexicano y con la que aún sigue luchando. En Entre el bien y mal (grabado en 1998 y lanzado en el 1999, al filo del fin del milenio) Mexicano se corona como el “mejor cantante de esta era”, mientras se describe como un “poeta clásico…con problemas desde niño considerado como un maniático diabólico simbólico…”, en una canción titulada Sé testigo parte 2.
En Sé Testigo parte 1, grabada años antes de su primer disco solista, Mexicano es un exorcista y declara que siente el diablo en su mente haciendo terrorismo. Por esa razón, Mexicano imparte catequismo y dice:
Encadenado, te tengo asustado, botando lágrimas de sangre para ser tu perdonado… pero este año, éste no perdona, yo te lo advertí pero pensaban que era una broma… ahora toma y sigue tú tomando, toma un buche de mi sangre y me verás como el diablo….(citado de memoria, versión original puede variar).
Mexicano es un poeta, rapero de conciencia, que en sus líricas entrelaza experiencia callejera, chauvinismo boricua y bellaqueo con misticismo religioso. Porque el Mexicano es palero, santero, espiritista, cristiano, maleante desarraigado con una sola ambición: la victoria.
En 1999, Mexicano participó en la pelea de Tito Trinidad contra Óscar de la Hoya, cantando una canción de su autoría titulada Triunfo del milenio.
De la revista In The House, yo tenía un póster de Mexicano en la pared naranja de mi cuarto. Aparecía trajeado, cola de pingüino, sombrero de ala ancha inclinado levemente hacia el frente, manos cruzadas a la espalda y mirando encojon… a la cámara.
En otras fotos que adornaban a mis paredes de adolescencia bucólica, recortadas también de In The House Magazine, aparecía sin camisa, pintado en tatuajes y de nuevo, con la media máscara arlequín y las garras.
Mexicano estuvo preso, Mexicano fue prófugo. Y mientras la Policía lo buscaba y no lo encontraba, yo lo vi en un vídeo en homenaje a Big Punisher grabado en Nueva York, transmitido por MTV. Yo grababa todos los vídeos de hip hop de MTV en VHS y, cuando vi a Mexicano, le di pausa para asegurarme de que era él y, en efecto, era él.
Hace poco lo busqué en YouTube y lo confirmé. Mexicano junto a Tony Touch, conocido como Toni Toca, “The Piece Maker”, en un vídeo que vieron millones de personas mientras Mexicano era buscado por las autoridades.
Mexicano es un burlón y Mexicano estuvo muerto. Su supuesta defunción fue anunciada por La Comay en horario prime time y yo casi lloro, pero no lloré porque sabía que era mentira, porque Mexicano era un boricua guerrero vigilado por múltiples espíritus: Obatalá, Montezuma, Mahoma, la Virgen del Carmen, la Santa María. Él se burla de su propia muerte en una canción, Preguntas de la vida, de su álbum El colmo de los fugitivos:
Oiga, que muchos hipócritas salen cuando a uno lo matan, y hablan y hablan de que uno era tan tranquilo, y era tan bueno. Pero ven acá, ¿esa no era la vieja bochinchera que me acusaba de haber prendido su casa en fuego?
Después de su muerte, Mexicano se convirtió en Mexicano 777. En su segundo disco oficial, titulado God’s Assassins, Mexicano se declara como tal, asesino en nombre de Dios, por lo que Mexicano sigue su cruzada, una inquisición personal.
Yo me metía como droga sus letras y esos beats pesados y oscuros que no encontraba en ninguna parte, solo en el Mexicano, acompañado siempre de su inseparable carnal, DJ Playero. Jinetes del Apocalipsis montados sobre pistas de acero, moldeadas con la técnica del sampleo, plagio creativo, deconstrucción creadora, la única cultura que ha logrado conectar de forma directa las vísceras sonoras de África y occidente, tendiendo autopistas aurales entre Kingston, Panamá, Londres, el Bronx, Brooklyn, San Juan, Santo Domingo…
En 1996, aparecieron varios discos en Puerto Rico, Europa y Estados Unidos que me jodie… para siempre y que escuché en momentos diferentes de mi vida, algunos el mismo año de su lanzamiento, otros, uno, dos, tres, cuatro años después. Mi escucha es incongruente porque solo está alerta a lo que suene como nuevo, y eso puede ser algo tan viejo como un disco de James Brown o de Kraftwek.
Pero en el 1996, cuando luego de cinco años de prófugo Wes Solano Moreta se declaraba culpable, apareció It Was Written, el segundo disco de Nas, Entroducing…, el primer disco largo de DJ Shadow, y Hi Score, álbum corto de Boards of Canada. Ese mismo año, Freddy Abreu Sibilia adoptó el pseudónimo SieteNueve y un año después creó Conciencia Poética.
En el 1996, o tal vez en el 1997, apareció el primer álbum de Guatauva, a cargo de DJ Tony Touch y Nico Canada. Ahí aparece la canción Isla de la muerte, la canción del vídeo donde Mexicano aparece armado y botando sangre por la boca, cuando yo estaba en sexto grado en una escuela pública rural.
En ese momento, Mexicano se convirtió en el primer ser humano en hablarme de la muerte y, casi sin darme cuenta (y sin que él se enterara) en mi primer ídolo y modelo: yo quería sus garras y quería ser igual de malo, igual de místico y misterioso, quería meterme en problemas, tirar piedras, formar peleas en la escuela y llegar a mi casa y escuchar Mexicano a to’ volumen.
Hoy, el Mexicano lucha contra el cáncer. Y tiene que bregar con la prensa que lo banaliza y solo lo busca cuando anda en problemas, sin recordar su legado porque nunca se enteraron, porque Mexicano era underground, a excepción de su único hit comercial, “Bendición Mami”.
Mexicano siempre estuvo al margen y su imagen era una amenaza a la sociedad de la mano dura, de Zoe Laboy y Víctor Fajardo, de los sueños noventosos que, al fin y al cabo, se estrellaron contra las Torres Gemelas, antes de la explosión que nos recordó que vivíamos en una burbuja.
Insisto. Desde mediados de los noventa hasta el fin del milenio, Mexicano fue el mejor rapero de la escena underground de rap y reggae en Puerto Rico, y este triste escrito no le hace justicia.