Asesina a mujer y luego se suicida, acribillados por guerra de narcotráfico, mata a su hijo al arrojarlo por la ventana de su casa, tirotean a once fuera de un pub, mata a sus suegros, hiere a su vecino, parecerían perfilarse como los titulares más comunes en los medios locales. La consigna de que la violencia es rampante, profusa y fustiga al País se vocifera con ubicuidad. En la filas de los bancos, en los coffee breaks laborales, en las paradas del transporte colectivo; los niños lo repiten a la vez coreando lo que escuchan de sus mayores, la radio derrama cuantiosa saliva en ello y los noticieros lo afirman. La “calle está mala” y el remedio implementado por el Estado para brindar seguridad es la violencia. Por más paradójico que suene, “la mano dura contra crimen” pretende no aminorar sino erradicar las agresiones imponiendo más. El presupuesto de la Uniformada aumenta cuatrienio tras cuatrienio y a nivel general los resultados no se ven, no hay un descenso en los crímenes violentos, por ejemplo, ni hay un sentido de seguridad en las vías públicas. Por el contrario, se genera, a la voz con la consigna, más violencia. En el caso del narcotráfico, las Autoridades Federales no logran disminuir su trasiego a pesar de ser ellos quienes “celosamente” controlan las vías de lo que entra y sale del País. Aunque Estados Unidos es el principal comprador de narcóticos en el mundo, la potencia no limita su lucha contra los carteles de drogas a Puerto Rico. El diario New York Times en diciembre de 2008, informó que la nación del norte tiene un pacto para proveerle ayuda financiera a México en su “brutal guerra contra las drogas”. De hecho, se comprometió a donarle a México millones de dólares -400 millones para ser exacto-. Adicional a la cifra, otros 65 millones están destinados para Haití, América Central y República Dominicana. Puerto Rico carece estadísticas que precisen las muertes a causa de drogas, no es el único lugar donde o no se contabilizan ciertas cifras o éstas no sean fiables o estén disponibles. Retomamos el caso de México, el rotativo El Universal da número que a ojos de instituciones gubernamentales está muy por debajo de la realidad en lo que respecta a las muertes por narcotráfico. Más o menos se ha establecido un consenso en que para el 2008 murieron alrededor de 5,000 personas. Lo mismo sucede con lugares que si bien icónicos por su música y sabor, también lo son por su violencia, como es el caso de Brasil y Colombia. Se habla, se escribe, se analiza respecto al efecto que, sin duda, tiene la droga en el escenario de Puerto Rico. Sin embargo, se olvida que las atribuciones que se han hecho afirmando que la droga es la principal fuente de violencia en el País no están ni remotamente cerca de la exactitud- por no decir la verdad-. Si se erradica la variable del narcotráfico y se estudian las estadísticas de las primeras décadas del siglo pasado, donde se ausentan estas sustancias, veremos que el pasado, como indicó el profesor y sacerdote Fernando Picó, “era avasallador”. De hecho, si se comparan los asesinatos y homicidios del siglo pasado, específicamente los de las décadas del treinta y cuarenta las encontramos similares a las de hoy día. No exhorto a que tomemos las 391 muertes violentas, que hasta ahora se registran, como un pan nuestro de cada día, aunque estadísticamente lo sean. Sino que veamos la relación que guarda la violencia que hemos encarado por siglos con los regímenes prohibicionista también pretéritos. Hace un rato que lo rampante se alude al factor equivocado, en el tablero hay que cambiar la jugada para modificar la historia iracunda. *La foto del bloque pertence al usuario iyle58 de Flickr.com .