Con el pasar de los años se vuelve más complicado esto de ser una banda de rock… ¿O no?
“Nah, ahora estamos más maduros. Ahora es que es. Estamos mucho más confiados en el afinque y en que la cosa fluya natural”, despepitó Harold Hopkins Miranda, bajista de Puya, la banda puertorriqueña de rock pesado de mayor proyección internacional en la historia local, ya casi dentro de un estatus cuasilegendario que gozan grupos latinoamericanos de su edad, de esos que probaron la fusión temprano.
“Es más, me dicen que todavía existen los moshpits. Veremos a ver”, rió vía telefónica desde algún carro en Boston, donde tocaron el domingo pasado en el inicio de una girita que incluye a Nueva York y Washington D.C.
Puya anda de fogueo antes de batirse con el rock cubano en noviembre en el festival Patria Grande, en La Habana, donde repartirán “pesaera” y tambor en el turno estelar. Al güiro de allá le llega su Puya, en estado veterano, aunque ellos mismos parezcan nenes chiquitos cuando hablan del viaje a Cuba.
“Estaremos con bandas de toda Latinoamérica como Curva Sur, de Venezuela; Ra La Culebra, de Colombia; No Te Va a a Gustar, de Uruguay; Tendencia, de Cuba, donde toca nuestro pana Alfredo Carballo, que estuvo hace poco en Puerto Rico y muchas más”, narró Harold.
“Tocaremos en la Plaza de Revolución y en el Teatro Karl Marx. Para nosotros es un honor, un sueño ir a Cuba”, suspiró.
“Ninguno de nosotros ha estado en Cuba”, abundó el baterista Eduardo Paniagua. “Va a ser una experiencia nueva. Las expectativas son altas, nos insisten en que Fundamental fue muy escuchado entre la juventud luego de salir en el ‘99. De estas cosas nosotros nos enteramos ahora. Hay expectativas de parte de ellos y de parte de nosotros. Va a ser algo grande”.
El baterista recordó que serán las fechas del 14 y 15 de noviembre cuando toquen en Cuba, “pero queremos llegar antes. Patria Grande es del 11 al 18 y hay mucha música para sentir y escuchar”.
Cuba luce como otra epifanía en la amplia carrera de Puya, que en 1994 dejó de ser Whisker Biscuit, cuando dos años después de la llegada del vocalista Sergio Curbelo, se mudaron a Fort Lauderdale para su primer demo con la discográfica indie Noiz Boiz. Hablamos de más de 20 años en la candela, de un disco clásico producido por un tal Gustavo Santaolalla (‘Fundamental’-1999); de participaciones en el OzzFest con el papá de Kelly y Jack de The Osbornes; de giras y tarimas compartidas con Slipknot, Iron Maiden, Sepultura, Red Hot Chili Peppers, Pantera, KISS, Mr. Bungle, Prodigy, Incubus, System of a Down, Fear Factory, Molotov, Korn, Deftones,Hatebreed, Ill Niño y hasta el divo Axl Rose; y de chulerías como apariciones en discos de tributo a The Police y soundtracks de películas animadas de Hollywood. Más de dos décadas pisando duro, con respeto gano, con un cuero del que han salido un sinfín de correas y con un estilo muy propio.
“Mucha gente ve a Puya ahora, sin saber que salen de la escena subterránea del heavy metal tradicional”, dijo el doctor Nelson Varas, director del Centro de Investigaciones Sociales del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Este diciembre, Varas presentará el documental The Distorted Island: Heavy Metal and Community in Puerto Rico, realizado junto al investigador y codirector Osvaldo González. Ahí recoge la historia del metal subterráneo puertorriqueño. En una parte de la pieza, toca a Puya, “una banda que con su estilo criollizó una música que a nivel local era considerada como foránea”.
“Las bandas que inspiraron a Puya son de esa atmósfera. Por ejemplo, su guitarrista Ramón Ortiz no vacila en decir que una de sus principales influencias en la ‘pesaera’ de su guitarra es su pana John Dones, de Cardinal Sin”, prosiguió el profesor Varas, aludiendo a la experimentada banda boricua de trash metal.
El experto resaltó que Puya se distinguió y pudo exportar su sonido gracias a la “integración de elementos distintos al metal tradicional, desde cómo se visten en tarima y el hecho de que muchas veces sus conciertos los abren grupos de bomba o plena, hasta el elemento sonoro que todos conocemos, con tambores y trompetas, entre otros instrumentos que incorporan”.
El alcance musical de Puya desde su base de metal tradicional, enfatizó Varas, es tal que “en una canción puedes tener a una persona ‘headbangeando’ y luego bailando salsa. Son únicos hasta en cómo mueven los cuerpos en el público”. Apunta también Varas en un artículo reciente escrito por la pianista, compositora y doctora en Musicología, Brenda Hopkins Miranda, para 80 grados: “Puya reconoce la negritud de nuestro pueblo. En un País que se asume primordialmente blanco, Puya se siente como una reflexión necesaria, más que una banda de metal”.
Va más allá de Borinquen. Varas resaltó que “en los noventa, Puya hacía cosas adelantadas a su época”, como por ejemplo, integrar elementos autóctonos de su cultura nacional al heavy metal tradicional, subgénero que hoy tildan de folk metal.
“Grupos como Flor de Loto en Perú, Eluveitie en Suiza, Acrania en México y Nightwish en Finlandia hacen ahora lo que Puya hizo en los noventa. Cae dentro del género del folk metal y el nu metal. Bandas como Puya y Sepultura dieron esos pasos iniciales en los noventa, sin siquiera pensar en un nombre para eso. Simplemente hacían su música”.
Curiosamente, ser distinto complicó las cosas cuando la industria del disco se desplomó en las fauces de un internet hambrienta por independizar al consumidor. En 2002 y luego del disco Unión, RCA dejó en libertad al grupo boricua. El grupo pasó el resto de la primera década del siglo XXI tocando menos, haciendo de cada ocasión una especial para sus seguidores. Cada músico se envolvió en sus proyectos personales, desde la vida familiar hasta la formación de otras bandas. Subieron cuestas Puya y sus seguidores.
“La desaparición de la industria de la música, como fue en los ‘80 y ‘90, hace que se reformule todo, más cuando la mayor parte de estas bandas viven fuera del mercado de la música tradicional”, recalcó Varas sobre Puya, que no es del mundo pop radial en el que entra algún grupo de reggae o de rock suave o de la novel música urbana que hoy en día domina el Top 40.
Nuevos bríos le llegaron a Puya en 2010 con el cierre del prestigioso festival Rock Al Parque, en Bogotá. Publican en 2011 el disco Areyto, que incluye una versión del clásico La Muralla, poema del cubano Nicolás Guillén que por vez primera popularizó el grupo chileno Quilapayún, y donde Puya ensambla su “pesaera” con hip hop y música jíbara, junto a Tito Auger, Antonio Cabán Vale “El Topo”, Mimi Maura y Tego Calderón.
Se guisó ocasionalmente y llegó el 2014 con un toque magistral en Bahía Urbana grabado para un disco en vivo, el anuncio de cerrar Patria Grande y hasta una campaña en Kickstarter que se propagó por las redes sociales como el chinkungunya en Santurce.
Eduardo, el baterista, se pone más G.I. que Patton cuando le preguntan si viene algo nuevo. Se nota un fervor, una responsabilidad impregnada. Hace hincapié en que en el horno hay un disco en vivo para octubre. Conlleva seriedad el ser la punta de lanza del rock pesado boricua.
“La meta es hacer música nueva. Por eso es que hacemos todo esto ahora”, exaltó el batero. Todo esto ahora es la gira de esta semana por el noreste de Estados Unidos. Todo esto ahora es Cuba. Todo esto ahora es la integración del peruano Javier Solís, fundador de la firma Rockass Online Music, al equipo de trabajo.
Con Rockass al timón, Puya tocó el domingo junto a Zombie Frogs y Bloodline Theories en el local Middle East de Boston, en la noche del lunes junto al grupo cubano Firehaze y los boricuas de Crash Mental System en B.B. Kings en Nueva York y en la noche del martes en el Theodore Theater de Howard University, en Washington DC. Además, tocaron en vivo lunes y martes en el programa Liquid Metal, de Sirius XM, referente actual de la radio internacional para esta música.
“Hay que salir pa’ la calle. Calentar la cosa. Las condiciones son ahora más favorables para esto, lo sabemos. Queremos reactivar la banda, que todo el mundo se entere. El disco nuevo va a ser más efectivo. Pudiera estar para verano 2015. No sé con qué influencias vengamos. Todos nos hemos mantenido tocando mucho este año. La música latina, la “pesaera”, están ahí. Además, salen sorpresas cuando uno se siente a gusto, como estamos ahora mismo”, apostilló Eduardo.
Se ve interesante eso del disco de estudio. Ya se danzó el desarrollo de destrezas, con Eduardo en el “Santaneo” de Shaman y Ramón con Ankla y Ortiz, su proyecto personal. El bajo de Harold lleva su década en bregas de rumba con Anthony Carrillo, de fusión con Yeva, de rap con Tráfico Pesado y de bomba con Tambores Calientes: “A mí la bomba me ha puesto bien adelante en la cuestión rítmica. Cuando te digo que hay confianza en el afinque, es que lo siento, siento que está ahí, hasta en la ‘pesaera’”.
Por si acaso, en Cuba sobra el tambor. Pero no es una ciencia. A salir pa’ fuera, tras lo fundamental. Lo de Puya, ya está ahí, la historia es testigo. No hay razón para dudar que esto seguirá poniéndose “pesao”.
“Que fluya la cosa”, resumió Eduardo.