Opiniones múltiples y diversas en periódicos y revistas, en la televisión y la radio, en foros internacionales, en la academia, en organismos mundiales y nacionales y en el ciberespacio de la aldea global, tienen como tema obligado un asunto que ya afecta la vida de miles de millones de personas en todo el planeta. Se trata nada menos y nada más que de un asunto espinoso y bien complejo: la crisis económica mundial que tiene su epicentro en el imperio norteamericano, de la que nadie se puede sustraer, ni la poderosa China, Europa o el Japón, porque resulta que de la economía gringa depende el mundo. El país del Tío Sam le debe a todo el planeta, gastaron más de lo que podían, permitieron la borrachera y el derroche del capital financiero, y ahora que están en sus platas tienen que tomar medidas drásticas para capotear la tormenta. El peligro es que el elegido para pilotear la nave, el presidente Barak Obama, no la tiene fácil y ya da muestras de que no le temblará la mano para asumir una política imperial: primero nosotros y los demás que se las arreglen como puedan. El hombre común de cualquier rincón de este planeta, cualquier vecino de barrio, es el que más sufre las consecuencias, sino que lo digan las cifras del empobrecimiento cada vez más agudo y las crecientes tasas del desempleo en todo el mundo. Esto se concreta en cada país con sus propias debilidades y fortalezas, por eso toca mirar la situación particular y su relación con el conjunto mundial. Lo primero que se advierte es que dada la magnitud del problema asimismo son complejas las formas de resolverlo. Hay un intenso debate ideológico y teórico acerca de las causas y la caracterización de la crisis. La tesis más generalizada sostiene que estamos frente a una crisis que tiene como causas innegables las políticas neoliberales implementadas en las últimas décadas, políticas que vendieron como gran panacea el mercado y su auto-regulación en contraposición al papel del Estado como rector de la economía. Izquierda y derecha, como visiones ante el tema, coinciden y se apartan ante tamaño descalabro del capitalismo. Todos, con matices, aceptan el fracaso de las políticas neoliberales. Por ejemplo, el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, sostiene que “la crisis financiera no es la crisis del capitalismo”, más sí, “la crisis de un sistema que se apartó de los valores fundamentales del capitalismo” Con este argumento muchos defienden el “capitalismo productivo”. A seguir sustenta el propio Sarkozy, que “el anti-capitalismo no ofrece ninguna solución para la crisis actual”. Ahora, los sectores de la izquierda expresan júbilo porque la realidad les dio la razón en la crítica que hacían contra el monetarismo, el Estado mínimo, la desregulación, la flexibilización y el Consenso de Washington. Como lo ha señalado hasta el cansancio en Colombia el economista Eduardo Sarmiento, lo que fracasó fue el modelo que no es otro que el “capitalismo neoliberal”. Una diferencia de fondo entre unos y otros reside entre los que separan artificialmente neoliberalismo de capitalismo y los que creen que se trata de la crisis de todo el sistema, y por tanto, consideran falso separar capital financiero de capital productivo. Las razones son las siguientes: 1) Las grandes empresas capitalistas actúan en el mercado financiero, y además, extraen buena parte de sus ganancias de la especulación, del mercado accionarios, de los hedges, etc; 2) El crecimiento de la “economía real”, sucedido en los años 90, fue impulsado por el crecimiento exuberante de los activos financieros y por la oferta de crédito barato para el consumo; 3) El propio neoliberalismo, como política de Estado, fue una respuesta a las bajas tasas de crecimiento y a la caída de las tasas de lucros, experimentadas por el capitalismo desde los inicios de los años 70. Por lo tanto, estamos viviendo “la crisis de la respuesta a la crisis” de los años 70; 4) La especulación financiera que tuvo lugar en los últimos años, combinada con la oferta de crédito barato, fueron en último análisis respuestas a una contradicción estructural del capitalismo, a saber: su tendencia a producir cada vez más mercancías con cada vez menos trabajo vivo, generando superproducción de mercancías y superproducción de capitales. Contradicción cuya solución puede ser sorteada, aplazada por breve tiempo, pero que a la larga conduce a la destrucción de los capitales; 5) La desvalorización de los activos financieros, la concentración y centralización de capitales (lo que incluye el cierre de empresas), la ampliación de las tasas de desempleo y la transformación de la deuda privada en deuda pública son algunas de la respuestas clásicas dadas a una crisis de tipo clásico. Por todas estas razones es que se puede afirmar que estamos frente a una profunda crisis del capitalismo y no apenas frente a una crisis financiera o al fracaso del neoliberalismo.
Ante tamaña crisis se vuelve otra vez a las teorías de su mayor crítico, Carlos Marx, y a sus libros como el Manifiesto Comunista y El Capital. Se trata, muy a la manera marxista, de un retorno dialéctico. Especialistas ya anuncian que el desdeñado Marx por los fracasos del socialismo real, podría convertirse en el pensador más influyente del siglo XXI. Dos especialistas de una publicación ortodoxa como The Economist, John Micklethwait y Adrian Wooldridge, defensores del capitalismo, admiten francamente sobre las ventajas de la globalización que Marx, como “profeta de la interdependencia de las naciones puede ser hoy sorprendentemente relevante. Su descripción de la globalización sigue siendo tan aguda hoy como lo fue hace 150 años”. Prueba de este resurgir es la enorme demanda que tuvo una conferencia titulada Sobre la Idea de Comunismo, programada en la universidad de Birbeck en Londres y a la cual llegaron participantes de todo el mundo. El filósofo esloveno Slavoj Zizek, uno de los organizadores, declaró que el propósito de la reunión no es el análisis económico de la crisis o la organización de un nuevo movimiento político. “Es una reunión de filósofos que van a tratar sobre el comunismo como concepto filosófico, invocando una tesis precisa y muy fuerte: desde Platón en adelante, el comunismo es la única idea política digna de un filósofo”. Para encarar esta crisis Marx se está poniendo de moda. En Alemania, su tierra natal, vuelve a ser mencionado por los políticos y los expertos a raíz de la situación. Las editoriales berlinesas no dan abasto ante la creciente demanda por sus libros. Recientemente, el ministro alemán de finanzas, Peer Steinbrück, dijo, en una entrevista en el semanario Spiegel, que “ciertos elementos de la teoría de Marx no son del todo falsos”, como la afirmación de que el capitalismo tiende a autodestruirse a causa de su avidez. En Colombia, donde se han debatido las consecuencias de neo-liberalismo y los fracasos están a la vista, hace varios años académicos de las ciencias sociales de la Universidad Nacional organizan el Seminario internacional “Marx vive”, un espacio académico para estudiar los aportes del pensador alemán y para la crítica de la sociedad capitalista contemporánea, el examen de sus principales cambios y el análisis de sus nuevas configuraciones. Se pueden consultar los textos completos en -http://www.espaciocritico.com/articulos/-.
Lo único que se acepta es que la tormenta se desató pero nadie puede predecir cuándo va a terminar. Lo cierto es que existen muchos campos que se alinean para salir del atolladero de acuerdo con sus intereses. Simplificando, según el analista brasilero Valter Pomar, se pueden establecer tres grandes vertientes: 1) la conservadora, a saber, los mismos que implantaron y se lucraron con el neoliberalismo, que buscan ahora reacomodar los parámetros del post-neoliberalismo. Esta es la orientación fundamental del gobierno de Obama, que lo dijo claramente en su discurso de posesión: “los EEUU están listos para volver a liderar”; 2) la progresista, expresada por los países desarrollados o en desarrollo, que no estuvieron en el comando del periodo neo-liberal. Su objetivo es un capitalismo más democrático, lo que supone inclusive que el dólar deje de ser la moneda mundial. Este capitalismo más democrático para los capitalistas puede o no ser acompañado de más democracia e igualdad social; 3) la socialista, que obviamente lucha por un post-neoliberalismo que sea socialista. La vertiente más poderosa, hoy, es la conservadora. A pesar de la crisis, Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón, siguen controlando la mayor parte de la economía, de las fuerzas armadas y de las comunicaciones mundiales. Así las cosas el resto de países tienen miedo porque puede ocurrir el efecto Titanic: el colapso de las economías centrales jalonaría al resto para el fondo. El compás de esperanza que se abrió con la elección de Obama es la de que Estados Unidos serían capaces de liderar con “suavidad”. La vertiente progresista ha ganado espacio, aunque depende en cierta medida de cómo avance la crisis en los países centrales. El grupo de países que actúa en el G20 no tiene la fuerza suficiente para imponerle al club de los poderosos, el G7, otro rumbo al sistema. Por eso buscan un acuerdo con el G7 en medio de muchas tensiones en las que aún prima la defensa de los intereses de unos contra otros. Falta mucho camino por recorrer y todos están frente a una realidad ineludible: la crisis es de todo el sistema, con todas sus interconexiones y las contradicciones impiden que haya un “gobierno mundial”. La vertiente socialista depende de que en algunos países y regiones del mundo ocurran revoluciones anticapitalistas, lo que estaría vinculado no solamente a la profundización de la crisis sino principalmente al cambio en la percepción popular sobre la crisis. La situación de crisis no genera por si sola revoluciones socialistas, especialmente en este periodo en el que los movimientos socialistas en el mundo aún están recomponiéndose de los fracasos de la primera tentativa de construcción del socialismo en el siglo XX. Ni Rusia, ni China, ni Cuba, ni Venezuela son modelos para el socialismo del siglo XXI. Por ahora este socialismo apenas comienza y apenas es una mezcla de anti-imperialismo con capitalismo de Estado distributivo y popular. El panorama, pues, no está claro para el siglo XXI. La crisis apenas comienza y por ahora lo que se advierte para el mundo post-neoliberal es una combinación de las tres vertientes: conservadora, progresista y socialista. Con una verdad de a puño, aún es muy fuerte el predominio de la vertiente conservadora. En América Latina se abre paso una corriente de gobiernos progresistas que puede contribuir en mucho al cambio de rumbo del mundo en el siglo XXI. Para acceder al texto original puede visitar: http://www.alrededoresweb.com.ar/notas/abc-crisis-mundial.htm