Ni su popularidad o carisma, ni su impresionante currículo vitae facilitan que el presidente de Estado Unidos, Barack Obama, logre la aprobación de una reforma sanitaria que, entre otras cosas, daría cobertura médica a 46 millones de estadounidenses carentes de ésta y conjuntamente mejoraría el servicio de salud, tanto para los que cuentan con seguro médico como para los que no. La medida de Obama enfrenta oposición de algunos demócratas y, para la sorpresa de pocos, del sector legislativo republicano. Estos últimos argumentan que la implantación de dicha reforma dejaría en déficit al país. Estados Unidos es la única potencia industrializada que no tiene un sistema de salud de acceso universal, o sea público, que cubra las necesidades básicas de sus ciudadanos. De hecho, se gasta en el actual sistema aproximadamente $2 billones anuales, más que cualquier otro país. Lo caro no equivale a calidad, la salud en la nación está marcada por burocracias, injusticias y costos exagerados, el remedio pareciera ser peor que la enfermedad. Para Obama es cosa de ahora o nunca, y quiere que se apruebe la reforma antes de las vacaciones de agosto para no perder momentum. Cual hazaña de superhéroe, la aceptación de esta enmienda sanitaria podría si bien robustecer el sitial este político de tercera vía y a la vez el bienestar social, pero, igualmente, podría ser, como afirmó el senador republicano Jim DeMint, el Waterloo del gobernante. Referencia que tilda al presidente de napoleónico y ve su derrota también. “Estamos más cerca que nunca en 60 años y lo vamos a conseguir”, expresó en una comparecencia pública Obama. Todavía existen lagunas respecto a cómo se financiaría, aspecto que tiene detenida la aprobación del Congreso, la reforma costaría alrededor de $1 billón. Se teme que estos cambios supongan posibles cargas económicas que próximas generaciones no puedan asumir. Sin embargo, no se cuestiona lo muchas veces inhumano y discriminatorio del sistema de salud estadounidense. Obama hace malabares para explicar cómo se costeará el sistema de salud; según los medios El País y la BBC, dice que reducirá las facturas de los hospitales, recortará el precio de los medicamentos, racionalizará el trabajo de los médicos y a última instancia, le aumentará los impuestos a quienes tengan más de medio millón de ingreso. La Casa Blanca declara cuenta con el respaldo de las aseguradoras, hospitales, farmacéuticas, enfermeros y médicos. No sé sabe todavía si el plan público significaría la anulación del plan privado, o la posibilidad de que el primero coexista con el otro.