La Universidad de Puerto Rico (UPR) podría brindarle al País un nuevo modelo de planificación territorial si logra poner en marcha su propuesta educativa entorno a la economía del conocimiento, aseguró el geógrafo Carlos Guilbe, durante el Simposio de Ciencias que se celebró recientemente en la Universidad de Puerto Rico en Carolina. Guilbe manifestó que si la UPR demuestra que puede crearse infraestructura que propicie actividades empresariales, sociales y de vivienda alrededor de los centros de investigación y desarrollo que impulse, podría darle a la Isla nuevas pistas de cómo organizar su espacio. “Hemos fallado en llevar esa voz de que hay un país posible a través de la investigación y las ciencias”, aseveró aclarando que al decir ciencias se refería a todo lo que implica producción del conocimiento. El geógrafo ofreció como ejemplo el modelo de Sillicon Valley, un parque industrial vinculado a la Universidad de Stanford en California. El Sillicon Valley, ubicado en las inmediaciones de la Bahía de San Francisco, logró consolidar un modelo donde la actividad de investigación y desarrollo fue la brújula que guió el uso de los espacios en esa zona.
La idea de este parque surgió para la década del 50 como una alternativa a la difícil situación económica que enfrentaba esa universidad durante esos años. Fue dentro de ese contexto que el científico Frederick Terman propuso que la universidad arrendara sus tierras en desuso a industrias con base científica. El investigador sugirió establecer un desarrollo inmobiliario en la zona así como programas para incentivar a los estudiantes egresados de esa universidad californiana a quedarse allí, según informa la página cibernética Netvalley.com. En su ponencia “Consumerismo y la organización territorial de la sociedad puertorriqueña en el nuevo milenio”, el profesor del Departamento de Geografía del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR), indicó que los distintos modelos económicos que ha adoptado la Isla en el pasado han producido una expansión urbana descontrolada que ha impactado negativamente los recursos naturales de la Isla. Manifestó que Puerto Rico entró al siglo 21 organizando su espacio territorial en torno al consumo. “Consumimos espacios para generar actividades de consumo contando con el crédito”, dijo refiriéndose a la proliferación de la construcción de centros comerciales a lo largo del país a partir de la década del 90 como parte del modelo de la economía de servicios. Denunció además que el éxito de esta actividad comercial está muy atado al endeudamiento de los puertorriqueños a través de las tarjetas de crédito.
Anotó que el establecimiento de este tipo de actividad tiene doble impacto ambiental por el terreno que anula con su ocupación y por la basura que genera. En cambio, dijo que en una sociedad del conocimiento la perspectiva es otra. En lugar del centro comercial como eje de una comunidad son las instituciones de educación e investigación los nuevos centros geográficos de la estructura urbana. Estos centros a su vez necesitan pensarse en términos de espacios idóneos para trabajar y para vivir. Aunque reconoció que la planificación de los espacios en una sociedad orientada hacia la ciencia y la investigación es un gran reto, planteó que la Universidad cuenta con el talento necesario para asumir este desafío. “Tenemos la inteligencia y la gente con la capacidad para producir. Tenemos que comenzar a tener mayor protagonismo en qué es lo que queremos para Puerto Rico”, puntualizó.
De otro lado, durante la conferencia “Preocupación de los Consumidores por el medio ambiente y la conducta de compra”, la doctora María Santos Corrada de la Escuela de Negocios y Empresarismo de la Universidad del Turabo, presentó los hallazgos preliminares de un estudio efectuado a un grupo de consumidores puertorriqueños para conocer sus actitudes hacia el medio ambiente. El estudio en el que participaron 400 adultos de ambos sexos reveló que aunque la mayoría de los encuestados expresaba estar extremadamente preocupados con relación a distintos aspectos relacionados al deterioro ambiental, su comportamiento consumista distaba mucho de su respuesta. Santos Corrada señaló, por ejemplo, que los participantes optaron por productos poco favorables al ambiente. No compraban papel reciclado, ni productos en papel de estarza ni en latas reciclables. Tampoco solían adquirir detergentes biodegradables ni productos que les ahorran energía. La doctora Santos apuntó que estos datos ponen en entredicho la efectividad de las campañas de educación ambiental efectuadas hasta el momento.