De un plumazo, literalmente, el gigante amazónico le arrebató la primicia militar tanto a Venezuela como a Colombia, países latinoamericanos con tradición armamentista. El lunes por la mañana funcionarios brasileños confirmaban que se encontraban en “negociaciones finales” para comprar 36 aviones cazas, 50 helicópteros de transporte, un submarino nuclear y otros cuatro convencionales. Con ello, Brasil ponía el punto final en lo que es el mayor gasto de su historia en equipamiento militar. Pero la historia de este acuerdo no comienza ahí. El domingo pasado, Lula da Silva y Nicolás Sarkozy se daban la mano y sellaban dos primeros acuerdos que llevaban meses cocinándose. Algo ya pintaba un poco extraño cuando un sonriente Sarkozy bajaba del avión acompañado de ocho ministros y otros empresarios, justo el día en que Brasil conmemoraba su independencia con un gran desfile militar. ¿Cómo no iba a bajar sonriendo? Razones para sonreír no le faltaban a Sarkozy, pues cerraba -como suplidor- la mayor inversión económica en equipamiento militar en la historia de Brasil: dos contratos estimados en $6.435 y $7.150 millones de dólares. Si bien, Brasil ha despuntado en la última década y ya no es un secreto para nadie su capacidad a futuro y su peso económico actual. Esta gigantesca inversión deja muchas preguntas y un nuevo panorama geopolítico. El anuncio de los millonarios contratos se dio durante la visita oficial del presidente de Francia a Brasil, y es parte de una alianza estratégica de defensa más amplia firmada el año pasado por ambos países. Lula celebró que el acuerdo permitirá a Brasil fabricar y vender aeronaves a otros países de Latinoamérica, y justificó la decisión de renovar aeronaves de la Fuerza Aérea citando la necesidad del país de proteger a la Amazonía y a las reservas de petróleo encontradas en el Océano Atlántico. Brasil nunca le ha dejado claro al mundo qué tanto le importa el Amazonas, por un lado tiene políticas y modelos ambientales excepcionales, y por otro sigue permitiendo a los ganaderos brasileños la devastación continua de varias zonas. Y en este contexto de contradicciones sobre la vida del pulmón de Sur América, vemos que sobresale la protección a las reservas de oro negro. Brasil para proteger el petróleo no ha escatimado en nada. También queda en el tintero qué tanto importa la decisión de Colombia de permitir siete bases de las fuerzas armadas de Estados Unidos en su territorio. Al respecto, el diario argentino Clarín en su página electrónica, hace un análisis y asegura que “estos cambios sudamericanos fueron verbalizados en la última reunión de Unasur en Bariloche cuando el colombiano Álvaro Uribe y Lula se exigieron mutuamente “transparencia” sobre los programas de armamentos”. En los hechos, según Clarín, el rearme de Brasil “significa un reposicionamiento real brasileño en Sudamérica. Los gastos armamentísticos en este país ya superan con creces a los de Venezuela y los de Colombia, las dos naciones que hasta ahora llevaban la delantera”. Sobre el trasfondo armamentista en el Cono Sur, el rotativo bonaerense escribe que “el único país grande que parece mantenerse al margen de la carrera por el reequipamiento militar es Argentina. Tanto Chile como Perú siguen el ejemplo colombiano, brasileño y venezolano”. En su análisis, el diario Clarín va más allá y lanza una pregunta que parece clave: ¿por qué gastar semejantes recursos cuando hay millones de brasileños en la miseria? El diario Folha, de Sao Paulo, es quien responde la interrogante con la contestación del Comandante de la Marina brasileña, Julio Soares de Moura Neto, quien respondió: “El gobierno brasileño ha sido muy eficaz en el combate a los problemas sociales. Pero los brasileños precisan tener conciencia de que tenemos riquezas inconmensurables en el mar y la Marina debe estar preparada para defender nuestra soberanía sobre ellas”. El almirante Moura Neto sostuvo en la entrevista con el diario paulista que “Brasil debe enfrentar muchos riesgos, sobre todo a causa de su petróleo”. Esto justifica, según el militar, la construcción de un submarino nuclear. Moura Neto agregó que la reactivación de la Cuarta Flota de Estados Unidos para el Atlántico Sur “no fue ni política ni diplomáticamente informada a Brasil”. Esa presencia naval estadounidense justificaría, en la visión militar brasileña, “acelerar los tiempos de reequipamiento”. Así pues, llegan los días en que al pensar en Brasil la mente ya no hile la samba o el fútbol, sino en una potencia militar global.