La licenciada Érika Fontánez, profesora de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, presenta su libro “Ambigüedad y derecho: ensayos de crítica jurídica”.
Limitar los escenarios y controversias sociales al discurso jurídico de lo legal e ilegal no resulta más que en el establecimiento de barreras de poder que necesariamente coartan la justicia en su sentido más amplio, en su sentido humanístico.
¿Es correcto o justo solamente lo que la ley impone como Derecho o lo que el Derecho impone como orden social? Contestar estos vacíos jurídicos es uno de los objetivos que persigue la licenciada Érika Fontánez, profesora de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, en su libro Ambigüedad y derecho: ensayos de crítica jurídica.
Fontánez, conversó con Diálogo sobre la publicación que presentará este jueves 6 de noviembre en el Taller de Fotoperiodismo a las 7:00 p.m.
Señala en su obra que la aplicación del Derecho en los conflictos socioambientales reduce la complejidad de las controversias sociales e invisibiliza las instancias de poder, imponiendo su discurso legal/ilegal. ¿Puede un pueblo confiar en un sistema de justicia cuyo modo de aplicación de la ley puede ser cuestionado?
Dunkan Kennedy, profesor de Harvard [y uno de los profesores de teoría crítica del Derecho más reconocidos en Estados Unidos y en el mundo occidental], hace una analogía de lo jurídico y los jueces con los sacerdotes y tiene que ver con que de alguna manera, igual que la gente tiene fe en la religión, tiene fe en el Derecho, a pesar de que puede haber y percibir las fallas tanto en las instituciones religiosas como en las instituciones jurídicas.
Esa fe en el Derecho es muy difícil atenderla si uno la quiere mirar desde una perspectiva crítica porque la gente tiene que creer en algo de alguna manera, de que hay forma de resolver los asuntos y las violaciones de derecho, etc, y el Derecho es un discurso muy poderoso en ese sentido.
En los casos de rescate de terrenos, se observa cómo el Derecho servía perfectamente para eliminar del panorama y la esfera pública el problema de desigualdad y desesperanza que vivía gran parte de la población, así como la criminalización de los rescatadores. ¿Cómo se preparan desde la Academia las y los futuros juristas para enfrentar los límites que les plantea la propia institución judicial del País y llevar a cabo una mirada más amplia del escenario?
El Derecho como disciplina tendría que mirar a lo jurídico como una rama, como un quehacer humanista, como un quehacer social al cual también hay que mirarlo, analizarlo, penalizarlo, cuestionarlo y proveer herramientas para que quienes vienen a la Escuela de Derecho puedan no solamente reproducir el Derecho tal cual está, sino pensar parámetros eticopolíticos que sean cónsonos con otras reflexiones que se están dando en el País y que no se circunscriben a las reflexiones jurídicas.
Eso es un gran reto y me parece que también es transversal, no se resuelve con una clase, se resuelve con un proceso de educación jurídica que provea al estudiante y a la estudiante herramientas para observar el Derecho en un contexto amplio. Esta Escuela [de la UPR] por ejemplo, con la Clínica de Asistencia Legal, pretende hacer eso, que antes de que los estudiantes salgan con su grado Juris Doctor tienen una responsabilidad de llevar a cabo un proceso auto reflexivo de su práctica.
Usted puntualiza que “urge alimentar otras maneras de discutir el problema de la configuración de los espacios, más allá del uso del discurso legal y del amparo de la ley”. ¿Cuáles podrían ser esas otras maneras?
Hay muchas controversias que desembocan necesariamente en el asunto político y que lamentablemente bajo la óptica de que son asuntos meramente de cumplimiento o no de un reglamento o de una ley se pierde la posibilidad de discusión amplia y pública sobre un asunto fundamental que es cómo queremos vivir, cuales son los problemas de desigualdad que ocurren, cuales son las instancias de poder, quien puede tener acceso a los recursos y a los medios, mientras el Estado deja desprovistos a aquellos que no pueden pagar los servicios.
Esos son asuntos que hay que mirar bien si de alguna forma cuando los convertimos o traducimos en asuntos jurídicos, perdemos la posibilidad de llevar a cabo una discusión pública de los asuntos que están detrás de esto.
Respecto a la extralegalidad, usted describe los rescates de tierra en Monte Carmelo en Vieques y señala que los planteamientos de pluralismo jurídico nos permiten acercarnos más a la forma en que el Derecho está presente en las relaciones sociales y de poder que conforman el espacio. ¿Es positivo o negativo el hecho de que los espacios estén moldeados por nociones, imaginarios y conceptos legales como los derechos y la propiedad?
Cuando hablamos de extralegalidad no estamos hablando de renunciar al discurso del Derecho, sino que, quienes hacen política pública, quienes estudian lo jurídico o quienes legislan, puedan darse cuenta que hay diferentes perspectivas que a veces el Derecho oficial no recoge, reconoce e invisibiliza.
(…) El pluralismo jurídico es una corriente del Derecho que permite reconocer normatividades fuera de aquellas que el Estado ha establecido. El Estado acoge un andamiaje jurídico, pero ese andamiaje jurídico de ninguna manera podemos pensar que es el único que existe y eso fue lo que pasó en el caso de Monte Carmelo (rescate de terrenos en Vieques) y en otras instancias, comunidades que no aparecen en los mapas de planificación porque no están ahí, no aparecen en los reglamentos porque no las reconoce la ordenación municipal, pero hay gente de carne y hueso que vive ahí y están las estructuras, crearon un registro, funcionan, entonces cualquier propuesta legislativa tendría que reconocer eso. Así que el pluralismo jurídico es una corriente que a mí me parece muy innovadora y muy importante porque parte de una premisa fundamental y es que el fenómeno jurídico no puede reducirse a la norma que el Estado avala, hay algo más pasando y ese algo más hay que buscarlo. Toca a los estudiosos y estudiosas de Derecho, a los sociólogos y otros grupos de estudiosos mirar esa otra normatividad que está ahí.
¿Cómo lograr que a través del propio Derecho se reconozca la complejidad de las controversias sociales y haya una disposición a asumir el reto que usted plantea de revaluar y resignificar las premisas dominantes de justicia, libertades propietarias y medioambientales?
Un primer paso es reconocer las limitaciones del Derecho, (…) y es que limita las controversias a si algo es legal o ilegal y eso al interior del Derecho está sujeto a que se interprete al interior del expertise, lo que el abogado o la abogada pueda plantear y lo que los jueces y las juezas puedan hacer con lo legal (…) Pero un primer paso es reconocer cuándo conviene utilizar ese razonamiento jurídico, cuando traducir ciertas controversias a lo legal o a lo jurídico.
Un ejemplo es el movimiento LGBTT (Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual y Transgénero), que ha llevado en lo últimos años toda una campaña ya sea por el matrimonio igualitario y por su reconocimiento y ciertos derechos y lo está haciendo de diferentes formas. Ahora mismo están en los tribunales y están en varios tribunales en los Estados Unidos y a nivel federal, incluyendo en Puerto Rico. Pero el movimiento LGBTT no se ha circunscrito a eso porque sabe que eso es un elemento todavía muy limitado de otras metas que tiene. Cuando un movimiento social o una sociedad sabe y reconoce esas limitaciones se da cuenta y puede manejar con madurez política las limitaciones que existen en el discurso legal, puede entonces lidiar con otras complejidades.
¿Cómo se trastocan las ya invisibilizadas controversias sociales por la noción legal/ilegal del Derecho cuando se analizan desde el punto de vista feminista?
Una de las cosas que recoge el libro es una propuesta de una jurista feminista que se llama Katherine Bague. Bague señaló que el estado liberal es profundamente patriarcal en todas sus instituciones.
Las implicacionesde vivir en ese estado patriarcalhasta ahora han sido reformas en el Código de Familia, reformas que le hagan más justicia a las mujeres en el matrimonio por ejemplo, paridad en derechos a la cónyuge en el caso de la administración por ejemplo del patrimonio o lograr justicia salarial y esas son importantes. Pero la propuesta en específico que yo trabajo en este capítulo del libro es a extender eso más allá de los asuntos que tradicionalmente se ven como asuntos femeninos, cuestionar esos asuntos de las mujeres como esos asuntos que son de alguna manera más visibles que otros. Por ejemplo: cómo la regla de evidencia en los tribunales y la forma en que se litiga en los tribunales enmarcan una concepción machista de lo jurídico; cómo las reglas de procedimiento civil enmarcan también parámetros muy patriarcales; cómo áreas que tienen que ver con darle mayor prioridad a los dueños de propiedades en lugar de los arrendatarios tienen implicaciones materiales para las mujeres, y eso no necesariamente se ve como una controversia que necesita ser mirada desde el enfoque feminista. Así que una de las cosas que me propuse en ese ensayo es mirar el derecho propietario y decir cuándo en el código civil estamos de alguna manera dejando de lado la mirada sobre cómo afecta eso a las mujeres.
Como académica y como jurista, ¿qué retos y oportunidades le plantea una y otra posición? ¿Cómo logra balancearlos? ¿Qué le recomienda a sus estudiantes?
Ese es el tema más difícil del libro, porque es precisamente lo que quiero exponer, cuáles son los retos que tiene alguien que opera como profesional de Derecho en una sociedad que todavía le da tanto valor al experto o la experta. Pero quedarnos en esa voz del experto o la experta implica una exclusión demasiado grande y demasiado problemática para cualquier proyecto de democracia radical.
Los abogados también son ciudadanos y tienen que saber cuando activar cierta verdad o cierta certeza, va en perjuicio de otras perspectivas que no son las que los profesionales del Derecho pueden hacer.
Como abogada, ¿qué es lo que yo he hecho y que es lo que yo puedo hacer?, jugar en el escenario del Derecho, pues hay unos límites, unas herramientas que puedo usar otras que no.
Después como académica del Derecho, pues yo enseño ciertas materias para que haya otros abogados y abogadas y escribo críticamente o normativamente sobre el Derecho. Puedo proponer legislación y esa función también es una del experto en la sociedad, porque de alguna manera estás recomendándole a la sociedad.
Pero hay otra función que tiene que ver con otra más amplia que es el intelectual o la intelectual jurídica y yo diría que esa requiere una medición muy especial, hacer reflexión sobre los tres ámbitos (…)
Ser intelectual público implica pensar el derecho sin limitaciones necesariamente estratégicas y ser abogado requiere estrategias, así que ahí es que hay una tensión porque la profesión requiere estrategias para avanzar ciertos objetivos. Hacer y pensar el Derecho en sus anchas implicaría no limitarse a pensar estratégicamente, implicaría incluso señalar cosas que estratégicamente para ciertos sectores podrían ser incómodas.
¿Podría comentarme sobre la presentación del libro y la selección de fotografías para la exposición que acompañará el lanzamiento del texto?
Mirar el trabajo de los fotoperiodistas es mirar el pulso de lo que ocurre en nuestra contemporaneidad o de un pasado que no vivimos, entonces ese es un poco el objetivo de esta exposición, visibilizar el Derecho donde no aparece pero que sí está, el Derecho está ahí pero no se hace evidente.
A través de las fotografías me gustaría provocar discusión o reflexión sobre esas imágenes que para mí dicen tanto sobre lo jurídico. Hay fotos de la colección de los 60 y 70 del periódico El Mundo, de rescates de terreno, de los temas que están en el libro, hay fotos del archivo de Claridad que tienen muchas de las controversias importantísimas del siglo 20, Vieques siendo la principal. Hay fotos del fotoperiodista Ricardo Alcaraz que fue muy generoso en compartir imágenes extraordinarias sobre la última huelga universitaria y temas contemporáneos como protestas medioambientales y temas urbanos, y Alina Luciano que también nos dio una selección extraordinaria de fotos de la ciudad, del Caño Martín Peña y controversistas como la de Villas del Sol. Así que hay un escogido que va a poner de relieve algunos de los temas que el libro recoge.