Desde antes de la llegada del hombre europeo al continente americano estas tierras estuvieron plagadas de fábulas, historias, leyendas y saberes que aún hoy resisten al paso del tiempo. Algunas de ellas han sido reales y existen pruebas que las fundamentan, otras se construyeron a lo largo del tiempo sin saber cuánto fue parte de una realidad y cuánto de la imaginación del hombre. Algunas de estas historias ya son pieza constitutiva de nuestro continente y pueden narrarse en forma de viaje. Ya sea para descubrir el verdadero significado de su ser, para una búsqueda codiciosa e inaudita de tesoros o para la construcción de una teoría científica que explicase el origen de la humanidad. La Codicia del reluciente metal Muchas personas han perecido en la ardua lucha de encontrar aquel lugar que las leyendas nombraban como “El Dorado”. Buscando algo que quizá no haya sido más que un sueño sólo comprendido como realidad por la codicia que generó las riquezas encontradas en este continente. Cuando los españoles llegaron a Perú y dominaron a los Incas, además de encontrar una civilización altamente desarrollada y con conocimientos en medicina y astronomía, entre otros, descubrieron una descomunal acumulación de oro que los nativos usaban sólo como decoración; cuando estos mencionaron que hacia el norte existía una región con tesoros aún más formidables los europeos, enfermos de codicia, empezaron un camino de búsqueda de larga data. Lo cierto es que el origen de esta leyenda tiene parte de verdad, su origen lo encontramos en una costumbre de los indios chibcas, que vivían a orillas de la laguna Guatavita, en la meseta de Cundinamarca. El jefe de este pueblo realizaba un ritual en el que ofrendaba a los dioses objetos de oro lanzándolo hacia la laguna, pero nada real sobre una ciudad puramente de oro. Fueron numerosas las expediciones que se adentraron en la selva y sólo encontraron peste, muerte o pérdida del tiempo, sin embargo la leyenda de El Dorado y sus tesoros aún sigue vigente y son muchos los que aún sueñan con sus inexploradas tierras y riquezas. Buscando una explicación científica Mucho tiempo después de que los españoles saquearan la América pre colonial y bajo el comando del Capitán Robert Fitzroy y por un periodo de cinco semanas el barco HMS Beagle navegó las aguas de Galápagos, su misión era investigar lugares aislados e inexplorados de la tierra. Uno de los tripulantes de este navío era el entonces joven Charles Darwin, el científico pasó sólo dos semanas en tierra, pero el tiempo le fue suficiente para vislumbrar lo que 25 años después significó la teoría de “Selección Natural” en su libro El Origen de las especies, que contradice profundamente las sagradas escrituras y da una explicación científica sobre la evolución de la vida en el planeta. En los escritos de Charles Darwin se puede observa la influencia que tuvo la experiencia en las Galápagos para sus futuros trabajos. En estas islas, fue sorprendido por lagartos gigantescos, los cuales se creían extinguidos, tortugas de un tamaño desproporcionado, enormes cangrejos o tórtolas amistosas. Estos tamaños y comportamientos no solo eran distintos a lo que él y el mundo civilizado conocían, sino que también lo era cada vez que cambiaba de isla. Aunque el clima y la geografía eran idénticos, la fauna era totalmente distinta. Allí comenzaron las sospechas de Darwin donde sostiene que el medio en el que se desenvuelve la vida permite, de forma implacable, sobrevivir solamente a los más aptos en determinadas circunstancias. Forjando un destino Charles Darwin ya había publicado su libro y el mundo científico rendido a sus pies cuestionaba explicaciones metafísicas otorgadas por instituciones religiosas. El sistema económico mundial denominado capitalismo comenzaba a dividir al mundo en pobres y ricos, en desarrollados y olvidados. En 1951 y a los 28 años de edad, Ernesto Guevara, mucho antes de ser mundialmente reconocido como el Che, realizó un viaje en motocicleta en el que recorrió cinco países del cono sur. En una vieja Norton de 500cc de cilindrada y junto a su amigo Alberto Granados partió en búsqueda de aventuras, pero encontró mucho más que eso. En el camino pudo conocer de cerca la realidad de los habitantes de los pueblos latinoamericanos que visitaron generando un enriquecimiento personal que se tradujo en furia ante la desigualdad y la explotación. El viaje de Guevara está detalladamente documentado por él mismo, donde además de contar en detalle las circunstancias de la travesía, se puede notar el profundo cambio que genera en él esta aventura. Tanto es así que entre sus escritos cita la frase de José Marti: “Quiero unir mi destino al de los pobres del mundo”. Finalmente Ernesto regresa a Buenos Aires en agosto de 1952 y termina sus estudios de medicina, recibe el título de Doctor el 11 de abril de 1953 en la Universidad de Buenos Aires para tres meses después – el 7 de julio de 1953 – partir en un nuevo viaje acompañado por Carlos “Calica” Ferrer del que nunca regresará y quedará inmortalizado como el revolucionario Che Guevara. Los conquistadores españoles, Charles Darwin y Ernesto Guevara de la Serna fueron protagonistas de historias que no sólo lo marcaron a ellos sino que sellaron una época sobre cómo podía ser visto el continente: un lugar lleno de misterios por descubrir, un mundo donde podían encontrarse explicaciones que no existían en otros lugares ya explorados o un gran sitio donde las etnias estaban divididas por fronteras difíciles de explicar. Hoy en día sería bueno pensar cómo nos ven quienes recorren estas tierras y en busca de qué vienen. 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