La Universidad de Puerto Rico (UPR) despertó esta semana con la mirada de Oscar López Rivera. En Río Piedras, se repite el lema: La IUPI con Oscar. Lo llaman así, por su primer nombre. Como si fuera un amigo o un familiar que hace algún tiempo se despidió y ahora andan a la espera de su regreso.
El cuerpo estudiantil, organizado por el Consejo General de Estudiantes y los diferentes Consejos de Facultad, y con el apoyo de la Rectoría del Recinto de Río Piedras, han transformado esta semana en una jornada de apoyo al prisionero político que lleva ya 33 años tras los barrotes.
Es la noche del martes. Desde la tarima del Centro Universitario Clarissa López dice que su padre, Oscar López Rivera, no puede escribir más de cinco cartas diarias. Escribe mucho. Durante los últimos años ha cubierto de letras las horas de su celda, letras que se leen en festivales, en revistas, se comparten como pájaros mensajeros. Esta vez una de sus cartas es leída por su hija en el interior del primer centro docente del País.
En esa carta, Oscar López Rivera, con letra firme, denuncia la pobreza, el racismo y el militarismo. Critica el complejo industrial de prisiones y dice que los fondos asignados a perpetuar el concepto convencional de prisión deberían ser destinados a la educación. Les dice a los estudiantes universitarios que son figuras clave para lograr un mundo mejor. Hace un llamado para trascender el odio, el placer inmediato del consumismo y la guerra. Cita a Einstein y describe tribus indígenas.
Cuando habla de su padre, Clarissa López no puede desdibujar la sonrisa. “Aunque mi papá no esté aquí físicamente, vicariamente está celebrando cada una de las actividades de La IUPI con Oscar”, dice a Diálogo. Repite que la llena de esperanza las puertas que hoy abre la Universidad a la lucha por la excarcelación de Oscar. “Viene de los estudiantes que han influenciado tanto en la vida de mi papá… Son las personas en quienes basamos nuestro futuro, y nos llena de orgullo, solidaridad y compasión. Me permite levantarme mañana con más esperanza de que mi papá pueda regresar a casa mucho antes del 2023”, la sonrisa crece.
Oscar López Rivera tiene 71 años y es uno de los presos políticos que lleva más años recluido. Fue arrestado en 1981 y condenado por conspiración sediciosa contra el gobierno de Estados Unidos debido a su participación en las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). No había herido ni causado daño a ninguna persona. Fue sentenciado a 55 años de cárcel. Hoy lleva 33 años en prisión, de los cuales once ha estado en completo aislamiento.
La lucha estudiantil que se desencadenó en el 2010 fue uno de los factores que impulsó a López Rivera a pedir libertad bajo palabra. En su discuso, la presidenta del Consejo General de Estudiantes María de los Milagros Colón Cruz se remite a ese momento en que la presencia de la Universidad en los movimientos sociales la atrajo a la Universidad de Puerto Rico. “Las lecciones no se dan solamente en el salón de clases. Los maestros, muchas veces, trascienden un diploma, un título. Igual que la opresión no se da estrictamente adentro de una celda”, sentencia.
En una carta enviada el pasado primero de noviembre, López Rivera dedica unas palabras a los estudiantes. “La solidaridad que me han ofrecido significa un mundo para mí”, escribe. “Puerto Rico se siente abrumado por una crisis económica, con muchos problemas sociales y la mayoría de las personas padecen de un déficit de esperanza. Pero esta realidad no les debe detener en hacer lo que hay que hacer. Porque sabemos que cada problema creado por el hombre tiene una solución siempre y cuando nos atrevamos a tratar de buscarla”, impulsa.
Para abonar al reclamo por su libertad, el rector del Recinto de Río Piedras, Carlos Severino, enviará una carta al presidente de Estados Unidos Barack Obama, luego de contar con el aval del pleno del Senado Académico. Severino invita a Obama a reflexionar sobre sus semejanzas con López Rivera, desde la gestión comunitaria en Chicago, hasta palabras que ampliamente le han dedicado a la justicia social, la mejora de condiciones para poblaciones marginadas y la educación accesible. Además, recalca los muy diversos sectores que apoyan la excarcelación, así como el atentado contra los derechos humanos que representa las condiciones precarias de la cárcel.
Arte y libertad
En el público hay tanto uniformes escolares como cabellos blancos. El rostro de Oscar se repite en los pechos de las camisas negras y las cintas amarradas a los brazos. En el brazo de Jacobo Morales se posa el rostro de Oscar. En un aparte con Diálogo, el cineasta y gestor cultural habla sobre el papel fundamental que juega la Universidad en causas como el reclamo por la liberación de Oscar. “La Universidad, en la medida en que gane autonomía, en que estreche lazos con la juventud, con el pueblo, con los ideales, con la nobleza, con la justicia, en esa medida es más efectiva. Lo académico gana profundidad cuando el aspecto humanista tiene igual relevancia”.
La oferta musical desfila durante toda la noche. El grupo Tepeu sube a la tarima, con instrumentos indígenas y un cartel con fotos de los estudiantes desaparecidos en México con las palabras: “Exigimos la renuncia de Peña Nieto”. Su música con ritmos del repertorio folclórico latinoamericano contrasta luego con la rima afilada del rapero Vladi y su compañero Kike, que reclaman desde el escenario la liberación del joven Jeremy Ruiz Tomassini, detenido por prender un cigarrillo de marihuana.
Luego irrumpe la sonoridad rítmica de Jenaro con un toque de Vainillia, quien pone a bailar al público. Cierra la noche del martes el cuarteto de la Banda Acústica Rodante integrada por Tito Auger, Nore Feliciano, Walter Morciglio y Rucco Gandía, quienes dedicaron un amplio repertorio a la causa.
A través de toda la noche, un grupo de artistas universitarios pintaban murales en paneles de maderas a las afueras del Centro Universitario, organizados por la Asociación de Estudiantes de Bellas Artes. En sus obras, se repite también la figura de Oscar: en las mariposas que caen de sus ojos violetas, en las manos encadenadas bajo el rojo vertido de las franjas de la bandera puertorriqueña y una estrella negra que sangra en negro, en una celda de la que crecen plantas verdes y en el cielo atrás florecen nubes, en su cuerpo menudo frente a una marcha de protesta por los estudiantes mexicanos, en sus piernas rojas entre la maleza, en su rostro rojo en medio de las llamas, en el pincel de ramas que dibujan la bandera, en sus espejuelos que reflejan la Torre Universitaria.
Oscar pinta también en su celda. Algunas de sus obras de arte se expondrán hoy en el pasillo del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades. La actividad, organizada por el Consejo de Estudiantes de la Humanidades, se comparte bajo el título de “Arte y libertad”.
Como parte de la jornada, también se expone en la Escuela de Arquitectura un fotomontaje de Oscar López Rivera en la Universidad. Su cuerpo se pasea por los pasillos y salones de clase del Recinto. El emotivo homenaje se reproduce también en la Escuela de Comunicación y la Biblioteca Lázaro. El Consejo de Estudiantes de la Escuela Graduada de Ciencias y Tecnología de la Información expone libros sobre presos políticos puertorriqueños en el Salón Multiusos de la Biblioteca Lázaro.
El Consejo de Estudiantes de la Facultad de Educación realizará hoy un diálogo titulado "Conociendo a Oscar" y el de la Escuela de Derecho, también el día de hoy, llevará a cabo una vigilia a favor de su liberación.