Primera llamada, quienes están en los camerinos hacen ejercicios de calentamiento para sus cuerdas vocales y caminan de forma inquieta por la ansiedad. Segunda llamada, quienes están en la fila para entrar al teatro envían plegarias a las divinidades para que la función no empiece hasta que ellos logren entrar. Tercera llamada, tanto los que están detrás del telón como los que están frente a él, suspiran profundamente. Unos esperan sorprender y conmover con sus interpretaciones, otros esperan que su piel se erice, que sus cuerpos sean sacudidos y que sus manos gocen del placer de aplaudir.
“¡Que suba el telón y disfruten del concierto!”, dice María de los Ángeles Castro, decana interina de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (UPR-RP).
Como si el momento tuviera el efecto de cámara lenta, el telón comienza a subir de a poco, mientras que los padres se acomodan para identificar rápidamente a sus hijos. El público se une en aplausos para recibir al Coro de la Universidad de Puerto Rico y Coralia en su concierto que lleva por título: En Clave de Paz celebrado en el Teatro de la UPR.
Se comienzan a apreciar las figuras esbeltas de los integrantes, los varones vestidos de etiqueta negra y las mujeres con vestidos largos negros ajustados a la cintura. Levanta sus manos Carmen Acevedo Lucío, directora de los coros, en señal de preparación. Cuando los baja, comienza el espectáculo.
Menos de 30 segundos fueron suficientes para capturar la atención del público y transportarlos con sus melódicas voces en un viaje entre el cielo y la tierra.
Cada vez que nace una criatura más… que pueda oír… Y el cielo ver… entonces más… es… mi fe… Veo en cada gota de lluvia que al caer, brota una flor, interpretan juntos en tarima el Coro UPR y Coralia. Cuando terminan, reciben aplausos del público e inclinan un poco la cabeza. Están ubicados en semicírculo en el centro del escenario: los hombres en el fondo sobre unos bancos y las mujeres justo al frente. Interpretan en conjunto la canción Ave María de Javier Busto y luego se queda en tarima el Coro UPR.
The Little light of Mine, donde la soprano Yeidimar Ramos y el tenor Gabriel González tuvieron un solo cada uno, recibe una fuerte ovación del público.
De repente, baja el telón y crea intriga entre los espectadores, piensan que el primer acto ha culminado, sin embargo, Deborah Rodríguez, una integrante del Coro, aparece por el lado izquierdo del proscenio y lee, con una voz similar a la de los narradores de películas de Disney, una introducción para la próxima interpretación a cargo de Coralia, coro de concierto de la UPR.
Luego se unen nuevamente los dos coros y son tantos integrantes vestidos y acomodados tan detalladamente que las personas olvidan que están en el Teatro de la Universidad, que los que cantan son sus compañeros de clase o algún familiar. Los ven grandes, son grandes. Se mueven lentamente de lado a lado sin desenfocar su mirada de la directora, quien mueve sus brazos en un ritmo apaciguador, danzando en el aire, como si las voces de sus estudiantes la dotaran de vida. Los coristas mantienen sus brazos en los laterales de su cuerpo, algunos cierran los puños mientras interpretan, otros estiran los dedos, pero la mayoría olvidan sus manos y solo mueven sus labios. Transforman las facciones de su rostro de acuerdo a las notas musicales que recrean.
La adaptación de Paz en la tierra de Francis Schwartz, crea sorpresa y admiración por parte del público. Las luces del escenario están color azul, tenue, parece una noche iluminada por el brillo de la luna y las estrellas. Todos abren sus carpetas y aumenta la intensidad de las luces. Comienzan haciendo un sonido similar a la música que colocan cuando van a seleccionar a alguien o algo, luego parece el ruido de un tren pero en una escena de terror.
Los sonidos que emulan los artistas se transforman de cantos angelicales a almas pidiendo socorro. Luego parece el sonido de una selva con serpientes y aves exóticas, seguidos por suspiros y susurros que dicen Paz en la Tierra, una y otra vez aumentando constantemente hasta enloquecer, mientras que las luces parpadean al ritmo de sus gritos. Todo coordinado.
Se comienzan a dispersar, caminan entre el público. Unos están arrodillados, otros miran directo a los ojos. Unos se sientan en el proscenio, otros se quedan en la tarima. Gritan Paz en la tierra. Cada vez más alto. Paz en la tierra. Paz. Tierra. La directora los observa y camina entre ellos como si fuera un sargento, viendo si la obedecen, si siguen sus órdenes. De repente, hace una señal y hay silencio seguido por un grito al unísono, Paz en la Tierra. Se comienzan a acomodar en sus respectivas posiciones y baja el telón.
El concierto, dedicado al fenecido maestro y profesor de música Rafael “Falin” Ferrer Brooks, continúa con canciones navideñas. Una de ellas dirigida por el estudiante Jorge Julián Marrero, quien agradece al público, con un rostro sincero, por sus aplausos.
La invitada especial es la Banda Sinfónica de la Universidad de Puerto Rico. Con el escenario vacío comienza a subir el proscenio que carga con todos los instrumentos de la banda, mientras que las personas se preguntan dónde están los músicos. Luego de varios minutos la cotizada banda está en su posición. Entra el director y se anima el ambiente con sonidos y melodías provenientes de instrumentos de percusiones y de viento. Ponen a disfrutar al público que sigue alegremente con sus cuerpos el ritmo de su música.
Su segunda pieza es sobre clásicos de películas. Con ellos trasportan a los presentes al mundo de las películas infantiles. Luego hacen una transición y transforman el ambiente a uno más fiestero con su interpretación de El Cumbachero. Por su parte, el director de la banda, Nelson M. Corchado González, ríe y observa alegremente un solo de percusión de sus estudiantes, mientras que las luces del techo bailan al ritmo de la salsa. Al finalizar, reciben una ovación especial por parte del público y agradecen de pie con simples sonrisas en sus labios.
Para cerrar la velada se unen en tarima la Banda Sinfónica, el Coro UPR y Coralia para interpretar, bajo la dirección de Corchado González, las canciones Christmas Day y Villancico de Navidad.
Pero cuando el público piensa que ya el concierto ha culminado, los artistas se unen para cantar con la voz, pero guiados con el corazón, el himno de la Universidad. El público se levanta poco a poco y se integran al espectáculo, forman parte de esa última interpretación sin importar el tono o las voces que hacen. Aplauden, pareciera que los aplausos no terminan.