Cuando se piensa en un maestro de español, muchos tienen la imagen de una persona monótona, rígida y aburrida. Pero ese es un estereotipo trillado que la educadora Esther Marrero quiere cambiar.
“Un buen maestro se prueba todos los días como un fabuloso actor y tiene que captar la atención de sus estudiantes a diario”, explica Marrero, quien enseña español a estudiantes de escuela secundaria y modera la Liga de Oratoria en el Episcopal Cathedral School. Hace 19 años ingresó en esa institución, donde, además de ser maestra, ha fungido como mentora del Performing Arts Club y es responsable por la mayor parte del desarrollo cultural en el colegio.
Pero Marrero no siempre quiso ser educadora. “Pienso que quizás fue por equivocación pero una equivocación maravillosa”, cuenta a la vez que una sonrisa coqueta emerge de su boca. Intentó ser actriz por varios años pero en la industria no era muy bienvenida por ser “grande y bella”, como ella se describe con mucha seguridad.
Sus estudiantes la ven como una maestra fuerte y exigente que ofrece rosas que no son precisamente flores, refiriéndose al color de las hojas de disciplina de la escuela. Aunque a veces le temen, reconocen que es divertida por su excentricidad, dinamismo y creatividad. “Marrero siempre supo hacernos reír con sus ocurrencias y a la vez nos enseñaba herramientas muy valiosas para nuestras vidas”, señaló Andrea López, ex alumna del Episcopal Cathedral School.
En cada muñeca lleva al menos diez pulseras que usa todos los días y que, al caminar o mover las manos, suenan como maracas que anuncian su presencia. Un librero ancho ocupa una esquina de su salón. Está lleno de libros nuevos y viejos, mayormente de la autoría de su “papi”, como ella se refiere al fenecido autor colombiano Gabriel García Márquez. Las pizarras están abarrotadas de anuncios que avisan las fechas más importantes del año académico, especialmente del Club de Oratoria, el cual inició hace 6 años.
Fuera del aula
Más allá de ser maestra, Marrero es una gestora cultural. Desde que ingresó en el Episcopal Cathedral School se ha dedicado al desempeño artístico, dramático y musical de sus estudiantes. Anualmente, coordina el certamen de talento de la escuela, mediante el Performing Arts Club que se compone de estudiantes de octavo a duodécimo grado. Este año marca el comienzo de su vida sin los talent shows, pues se ha retirado de este ámbito para dedicarse a otros proyectos. Sin embargo, recuerda cada función con una chispa singular en sus ojos y relata sobre algunos jóvenes que siempre quedarán en su memoria como “una jodienda en expresión dramática y musical”.
Al momento, esta singular educadora se encuentra en pleno proceso de preparación para la competencia anual de la Liga de Oratoria de Español por sexto año consecutivo. Cada año su propósito es el mismo: “enamorarlos de la literatura porque la literatura es maravillosa”.
La Liga de Oratoria de Español es una organización sin fines de lucro que busca interesar a los jóvenes en la literatura y ayudarlos a desarrollar destrezas de expresión oral y dramática. Al momento, 50 escuelas y colegios privados forman parte de la Liga en seis categorías (de la A a la F), lo cual brinda la oportunidad de subir de categoría según los resultados de las competencias anuales. Los estudiantes se preparan para representar una pieza literaria en los géneros de poesía, oratoria, teatro, original (escrito por el estudiante) e improvisación.
La cultura para el desarrollo académico
Las actividades extracurriculares en las escuelas son vistas como un valor añadido al currículo académico del estudiantado. Aunque se ofrezcan cursos de baile, deportes, música o costura, la prioridad es el aprovechamiento de las clases regulares. Es decir, lo importante es el resultado de los exámenes, trabajos asignados y participación en clase, no las actividades de recreación.
Sin embargo, esta práctica ha ido cambiando con maestros como Esther Marrero, quienes utilizan los proyectos culturales para desarrollar virtudes del estudiante en las que la educación regular no se enfoca. “Si los maestros te enamoran, tu vas a querer y vas a amar la literatura y las cosas que te hacen crecer como ser humano redondeado en conocimiento general”, sostuvo.
El problema principal que tienen muchos académicos con el uso regular de actividades extracurriculares es la creencia de que si hay diversión no se aprende. Muchos son los debates que han surgido sobre este tema, principalmente sobre la eficacia de la educación tradicional. Paulo Freire, educador y escritor brasileño, dice en su libro Pedagogía del Oprimido que la educación “es praxis, que implica la acción, y la reflexión de los hombres sobre el mundo para transformarlo”. En este texto, Freire argumenta que la tradición educativa, a la que el denomina “educación bancaria”, solo llena al estudiante de información, a la vez que le impone presiones autoritarias de parte del educador.
En respuesta, Freire sugiere la práctica de la “educación revolucionaria”, aquella que convierte al educador y al estudiante en iguales y promueve un ambiente de diálogo y cuestionamiento. “Así, ambos se transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos y en el cual ‘los argumentos de la autoridad’ ya no rigen”, escribe Freire.
El contacto con los estudiantes, ese compartir de ideas es la parte favorita de esta entusiasta educadora. “Ellos me nutren de energía y vitalidad. Se me dio la oportunidad de tener a estos hijos putativos que, bajo mi ala, aprendemos juntos muchas cosas y crecemos”, cuenta.
Aunque son muchas las adversidades económicas y profesionales que ha tenido que sobrepasar a lo largo de su carrera, no tiene ninguna duda de que, si naciera de nuevo, volvería a ser maestra. Con esta expresión, se llena de emoción y sentimiento. Sus cachetes se tornan rojos y se muestra como verdaderamente es: una mujer apasionada con ver a sus estudiantes prosperar y satisfecha de que, por una casualidad oportuna, eligió ser maestra.
Trabajo realizado para el curso Redacción Periodística II de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.