
“No soy el primer presidente que intenta llevar a cabo una reforma de salud, pero pretendo ser el último”. Esas fueron palabras del presidente Barack Obama durante su discurso de toma de posesión en enero de 2009. El hecho de que a un año de su elección se afirme en los medios que este último intento por reformar el complejo sistema de salud estadounidense corre la misma suerte de esfuerzos anteriores, dice más sobre el clima político y el carácter individualista de ese país, que lo que podría argumentarse sobre la sustancia del proyecto de reforma de salud como tal. Barack Obama articuló claramente los problemas más apremiantes del sistema de salud de los Estados Unidos: la mortalidad infantil ocupa un lugar más alto que en muchos países en desarrollo; más de 50 millones de personas carecen de un seguro de salud; el gasto en salud representa casi el 17 por ciento del producto interno bruto, y existen grandes disparidades en el estado de salud de la población, especialmente en la mayoría de las comunidades latinas y en la población afroamericana. Para atender estos problemas, el presidente Obama propuso un plan para garantizar que en un plazo de diez años la mayoría de la población de los Estados Unidos (96 por ciento) contaría con un seguro médico que permitiría obtener servicios de salud de calidad a precios accesibles. Su plan persigue intervenir en el poderoso mercado de seguros de salud para lograr la ambiciosa meta de acceso universal. “Health Insurance Exchange” El elemento central del plan de reforma de salud del presidente Obama consiste en garantizar acceso a la mayoría de la población a una cubierta de seguro que permita obtener servicios de salud de calidad a precios razonables. El criterio de razonabilidad se diseña para las personas y empresas que al presente enfrentan barreras de costo que hacen inaccesibles estas cubiertas. Para ellos se crearía un “Health Insurance Exchange”, un mercado de comercio justo para seguros de salud, en el cual el Gobierno impone criterios de transparencia en los procesos de competencia y deja sin efecto la exclusión de participación por condiciones preexistentes y la imposición de periodos de espera para la activación de los beneficios de la cubierta. Además, el gobierno contempla ofrecer una opción de cubierta pública que compita con las que ofrecerían las compañías aseguradoras en el “Exchange”. Esto pretende garantizar la operación del mercado justo mediante subsidios para las personas y empresas que no pueden comprar las cubiertas ofrecidas por las empresas aseguradoras privadas que participarían en este mercado de seguros. Es precisamente esta propuesta de intervención del Gobierno federal lo que genera la discusión tan apasionada en el Congreso. “Venimos a proclamar el fin de las discusiones pequeñas y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas desgastados que por demasiado tiempo han estrangulado nuestra política”. Así continuaba proclamando el presidente Obama en su discurso inaugural su intención de atender los problemas principales del sector salud. Curiosamente Obama ganó la presidencia en gran medida ofreciendo una reforma de salud drástica. Y ahora se enfrenta a una opinión pública que no parece querer dicha reforma. Esto parece indicar que la misma se diluyó entre un mar de problemas domésticos e internacionales, dominados principalmente por una economía en ruinas y dos guerras sin fin a la vista, o existe una desconexión entre el voto popular y los intereses de los congresistas en Washington. Una tercera explicación podría ser que el carácter individualista de la población estadounidense lleva a ofrecer resistencia a cualquier decisión que resulte en una imposición fiscal por parte del Gobierno. El plan de salud de Obama exige, entre otras disposiciones, que todos los ciudadanos y residentes legales vendrán obligados a adquirir un seguro de salud. Muchas personas, sobre todo jóvenes, se resisten a este requerimiento porque entienden que pueden ahorrarse esta inversión mientras permanecen saludables en sus años productivos. No obstante, la población acepta comprar un seguro contra accidentes automovilísticos. Dentro de este clima de tensión política, el Partido Demócrata y el Partido Republicano libran el capítulo más reciente de una batalla que lleva más de 75 años. El eje de la disputa es siempre el rol del Gobierno federal en atender las necesidades sociales de la población estadounidense: el Partido Demócrata busca cambiar una política pública que relega la salud pública a menos del 2 por ciento del presupuesto federal, y el Partido Republicano pretende mantener un statu quo defendiendo el supuesto de que el mercado corregirá los problemas del sector salud. Mientras, observamos que encarece cada día más el cuidado de la salud mientras que las grandes empresas que conforman el sector salud ven crecer sus ganancias de forma desmedida. Tres presidentes ejemplifican la difícil tarea de reformar la atención de los problemas sociales y de salud en Estados Unidos. En la década de 1930, Franklin D. Roosevelt enfrentó una oposición que lo declaraba comunista por defender el establecimiento de un programa de Seguro Social. En la década de 1960, Lyndon B. Johnson enfrentó igual crítica por defender el establecimiento del programa Medicare. Hoy día le toca a Barack Obama enfrentar los fantasmas del pasado que presagian aires comunistas a cualquier iniciativa que conlleve una intervención federal que atente contra las fuerzas del mercado. Año electoral el 2010 El 2010 es año electoral para el Congreso, y los demócratas enfrentan la inminente posibilidad de perder un número significativo de escaños. De hecho, Obama ya no cuenta con los 60 votos necesarios para evitar que el Congreso ponga en marcha una maniobra para obstruir la aprobación de la reforma de salud. La prensa señala tres problemas principales a los que se enfrenta el Presidente en su plan para reformar el sistema de salud. La preocupación principal es que el costo del plan es insostenible. Éste costaría cerca de $100 mil millones anuales durante los próximos diez años. Esto sumado a un programa ya en marcha para intentar solventar la economía que está costando demasiado ante la opinión pública. Segundo, el Partido Republicano se resiste a toda costa concederle al Presidente una victoria electoral tan importante de cara a las elecciones congresionales de noviembre próximo. Finalmente, no se pudo evitar exponer públicamente las discusiones y negociaciones que se llevaron a cabo para generar apoyo al plan. Esto dio paso a exponer las debilidades políticas del Presidente al ver cómo se fueron fraccionando sus aliados en el Congreso. Los atractivos del plan eran claros y representan metas nobles y necesarias, según se detallan en la definición del “Health Insurance Exchange”. El problema surgió cuando estas reformas chocaron con los múltiples intereses que gobiernan el sistema de salud estadounidense, entre otros, las compañías aseguradoras, las empresas farmacéuticas y los fabricantes de tecnología médica y grupos de proveedores. Todos estos ven en el plan de Obama una amenaza a sus mercados al tomar efecto las disposiciones reglamentarias de dicho plan. El plan de reforma de salud del presidente Obama pone al descubierto una realidad más importante que las diferencias filosóficas y sustantivas entre conservadores y liberales, que hoy día libran esta batalla política en el escenario de la salud. Pone al relieve que la salud pública, que debe ser un instrumento para promover y mantener una población saludable y un recurso humano productivo para la estabilidad económica del país, ha cedido su rol a un sistema de salud orientado a atender las enfermedades de individuos. Eso parecería ser consistente con el carácter individualista del estadounidense. Que cada cual es responsable de su propia realidad. Sin embargo, cuando una quinta parte de la economía de ese país está destinada a atender las necesidades de salud de individuos y casi la misma proporción de estos carece de acceso adecuado a estos servicios, se hace imperativo cuestionar la resistencia tan marcada a atender de una vez por todas este dilema. Es posible que el presidente Obama se sume a la larga lista de los presidentes que intentaron y fracasaron en reformar el sistema de salud de Estados Unidos. De ser así, esto dirá más sobre el carácter del ciudadano que vota que sobre el ciudadano que eligen de líder. El autor es catedrático en Sistemas y Política de Salud en la Escuela Graduada de Salud Pública del Recinto de Ciencias Médicas de la UPR. Para ver la edición impresa de Diálogo de febrero haga clic aquí.