A las 5:30 de la mañana hay más de diez mujeres sentadas en un banco en el terminal de guaguas de Río Piedras. Esperan la salida del primer viaje de la B29, guagua de la Autoridad Metropolitana de Autobuses que va en dirección del centro de Río Piedras al área de urbanizaciones de Guaynabo. Allí las mujeres ejercen un oficio común para muchas inmigrantes de la República Dominicana en Puerto Rico: el trabajo doméstico. En el viaje de la B29, pueden contarse alrededor de 22 mujeres de procedencia dominicana que dejan la guagua casi vacía al llegar a su destino.
Elizabeth Soto trabajó como empleada doméstica en una casa de urbanización con acceso controlado en Guaynabo. Le pagaban $48 dólares al día por hacerse cargo de la estructura de cinco habitaciones. Otro día, la misma patrona la llevó a limpiar un edificio de ocho oficinas de abogados propiedad de su esposo, también en Guaynabo, y luego de 11 horas de trabajo le pagaron $40. “Ni comida me dieron”, narró Soto, inmigrante dominicana que lleva una década en Puerto Rico.
El trabajo de empleada doméstica ha sido la vía de supervivencia para muchas inmigrantes dominicanas, algunas de las cuales logran con ello un buen salario y estrechar lazos afectivos con las familias que las contratan. Pero en muchos casos ese trabajo conlleva exponerse a situaciones de explotación, tanto así que Romelinda Grullón, directora del Centro de la Mujer Dominicana, describe algunos de estos empleos como “trabajos de esclavitud”.
Varios expertos estiman que entre el 55% y el 58% de la población dominicana que emigra a Puerto Rico son mujeres.
Muchas trabajadoras domésticas someten querellas en el Departamento del Trabajo (DT), tanto por hostigamiento sexual como por discrimen motivado por su raza u origen nacional y, en general, quienes someten esas querellas son de nacionalidad dominicana, asegura Miriam Costa Malaret, abogada que lleva diez años trabajando en la Unidad Antidiscrimen de esa agencia. Entre 2001 al 2014, en la Unidad Antidiscrimen del DT se registraron 406 querellas de discrimen motivado por raza y 764 cuyo motivo fue la nacionalidad.
Guanina Santiago, supervisora del área de San Juan del Negociado de Normas del Trabajo, donde se procesan las querellas relacionadas a salario, explica que las estadísticas de esa división no proveen la nacionalidad de los querellantes. Pero al igual que Costa Malaret, dice que la cantidad de personas dominicanas que acuden al Negociado denunciando algún tipo de abuso patronal es alta y frecuente.
Las inmigrantes se exponen también a la violencia de género y el acoso sexual. Cuatro mujeres entrevistadas por el Centro de Periodismo Investigativo, ninguna de las cuales tiene estatus migratorio regular, relataron alguna experiencia de ese tipo. Son una pequeña muestra de un problema mayor, como evidencia Grullón, quien realizó 100 entrevistas durante la pasada década y encontró que ocho de cada diez dominicanas que viven en Puerto Rico son o han sido víctimas de violencia doméstica o sexual.
“Aguanté tres meses de abuso sin denunciar la situación. La primera vez que me golpeó, terminé con el tímpano y un hueso de la nariz rotos. La segunda vez me mordió y me volvió a dar con el puño y ahí dije: ‘No’. Lo paré”, relata Cristina Torres, de 36 años de edad y quien llegó a Puerto Rico de República Dominicana en 2003. Como consecuencia de la agresión pasó dos meses sin poder trabajar. “No podía ir ni al colmado. Tenía la cara rota”.
Lizbelle Andino, abogada que presta servicios al Centro de la Mujer Dominicana, precisó que tanto en la organización sin fines de lucro como en su oficina privada, donde también trabaja con inmigrantes, todos los casos que llegan son de violencia doméstica.
La mayoría de empleadas domésticas inmigrantes trabajan sin ningún tipo de beneficios, como pago de horas extras, derecho a vacaciones, horas por enfermedad, plan médico y sin la posibilidad de solicitar seguro por desempleo, aportar al seguro social o abrir una cuenta bancaria.
Cuando finalmente reciben su sueldo, si es que lo reciben, es más el dinero que envían a familiares en República Dominicana que con el que se quedan en sus bolsillos.
El Centro de Periodismo Investigativo no revela los nombres verdaderos de las inmigrantes en esta historia.
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