NOTA: Vea bajo este texto videos de actualidad y fotogalería sobre la cobertura especia de Diálogo al respecto de la tala de un centenar de árboles en el Parque Julio Enrique Monagas. El Parque Julio Enrique Monagas recibió otra estocada mortal cuando cinco excavadoras, a cargo de las obras de construcción de un circuito ecuestre, arrasaron con una milla de corteza terrestre en el Bosque La Sebastiana, llevándose a su paso árboles nativos y endémicos y destruyendo uno de los hábitats de la Boa Puertorriqueña, la Reina Mora y la Reinita Mariposera, especies de la fauna endémica que vive en esta zona del karso norteño. La reciente remoción de la corteza terrestre en esta área del Parque -también conocida como ‘Boyscouts’-, se suma a una larga cadena de descuidos gubernamentales entre los que se podría destacar: desagües y canales repletos de aguas estancadas con mosquitos; columpios destartalados y oxidados que representan un peligro inminente para la seguridad de los niños; basura y neumáticos que acumulan agua sucia; y hasta personas que utilizan el lugar como su finquita privada, aprovechándose del terreno y el agua públicos para criar pollos y gallos de pelea, según pudo constatar Diálogo en un recorrido documentado en video y fotografías. La alteración de la corteza terrestre ocurrió por primera vez el pasado jueves, aunque Diálogo documentó el resultado de la segunda incursión que la maquinaria hizo en el área boscosa el pasado lunes. Tres Caterpillar se encargaron de desmontar toda la flora que estaba marcada con una cinta roja, en tanto una aplanadora les seguía el paso, nivelando y endureciendo el suelo a tal punto que ahora parece más una carretera asfaltada que un trillo rural. Obtuvimos una copia del permiso (O-R7-PMA01-03140-18032010) del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) que estipulaba: “1. Corte y remoción de 22 árboles de las siguientes espacies; cafeillo y tulipán africano. 2 Conservación de 61 árboles en la Ruta del Evento de las siguientes especies; mangó, tulipán africano, palma real, molinillo. 3. El Plan de Mitigación debe ser de 44 árboles de las siguientes especies: péndula, almácigo, guamá, mangó, maga, pomarrosa y saúco amarillo.” No obstante, la cantidad de árboles aniquilados en las áreas que fueron deforestadas sobrepasa la suma en conjunto de los árboles que el permiso del DRNA autoriza a remover, conservar e incluso restaurar. Asimismo, documentamos en un videoreportaje al menos cuatro árboles de las especies molinillo y dos palmas de corozo que fueron talados. El molinillo es una especie nativa, en tanto la palma de corozo es endémica. ¿Quién es responsable? La señora Melba Figueroa encabeza el permiso como su única peticionaria, a pesar de que Planet Contractors funge como la empresa desarrolladora de los trabajos en los letreros públicos que anuncian las obras. La señora Figueroa es identificada en el documento de marras como: “Directora Técnica de los Juegos Ecuestres, Comité Organizador, XX1 (sic) Juegos Deportivos Centroamericanos y de Caribe Mayagüez 2010”. De otra parte, una búsqueda por Internet permitió identificar a la también abogada Figueroa como presidenta de la Junta de Directores del Grupo Carmelo, una empresa que fabrica productos de construcción y es dueña de la cantera Canarico, en Juana Díaz. El Grupo Carmelo es una de las empresas que impugnó el Estudio del Karso. Diálogo grabó en video una entrevista con la abogada Figueroa, quien se comprometió a que se restaurará cualquier daño excesivo que se le haya hecho a la ecología del lugar, al tiempo que señalaba que la pista de campo traviesa para el evento de salto y adiestramiento del deporte ecuestre era “un legado para el desarrollo de estás disciplinas”. Cuando se le preguntó porqué se determinó talar un área boscosa, en lugar de restaurar las antiguas carreteras de servicio –parcialmente asfaltadas- que utilizaban los militares cuando el Parque era un polvorín del Fuerte Buchanan, Figueroa indicó que las obras estaban a contrarreloj, por lo que talar “por un lugar donde ya habían caminos hechos” era más barato y rápido. Además, la también directora de la Escuela Puertorriqueña de Arte Ecuestre, argumentó que “los caballos no pueden correr en el cemento”. También conversamos con un señor llamado Jaime Padilla Toro, quien de primera instancia se identificó como “la persona que trabajó el permiso de tala y poda”. Sin embargo, y en cuanto un puñado de ciudadanos que acompañó a Diálogo en su recorrido comenzó a documentar el corte de árboles y la remoción de terreno, el señor Padilla repitió como un mantra que él era “ambientalista de toda la vida” y que llevaba muchos años como consultor independiente en esta disciplina. A pesar de las aseveraciones de Padilla, Diálogo vio una tarjeta de identificación que estaba sobre el bonete del vehículo del señor, en la que se le identificaba como consultor de la Autoridad de Carreteras y Transportación (ACT) en el área de planificación. Justo al terminar nuestra investigación de campo, advinimos en conocimiento de una querella que radicó un ciudadano en el DRNA para impugnar la desforestación que tuvo lugar en el Parque, por lo que las obras en la pista de campo traviesa están detenidas hasta que el Capitán Edwin Mojica y el Agente Ocasio, del Cuerpo de Vigilantes del DRNA, investiguen qué sucedió. El Capitán fue tan enfático en su orden de detener los trabajos, que hasta ofreció sus números telefónicos para que se le contactara en caso de que hubiese alguna violación. Allende las supuestas violaciones a las cláusulas estipuladas por el Permiso del DRNA, el planificador ambiental de la organización Ciudadanos del Karso (CDK), Luis Jorge Rivera, dijo que en este caso pudo haberse soslayado la obligación de “contar con un permiso simple de remoción de corteza terrestre, requerido para las obras en las que la tala de árboles se hace con una maquinaria pesada que altera la composición de la corteza terrestre”. Asimismo, Rivera indicó que también se necesitaba someter un plan de control de erosión en la Junta de Calidad Ambiental. Sobre este particular, Diálogo pudo comprobar cómo el terreno y la materia vegetal removidos alteraron las zanjas por las que baja el agua de lluvia en la zona del Bosque La Sebastiana. El permiso determina entre sus condiciones generales: “1.Cualquier cambio o variación a la actividad aquí aprobada requerirá la previa autorización escrita del Departamento. 2. El peticionario asume total y absoluta responsabilidad por daños a personas, propiedad pública y privada o cualquier otro daño que resulte de la obra aquí autorizada”. Y ante la posibilidad de que se hayan violado leyes o reglamentos, el documento estipula en sus advertencias legales que “cualquier violación a las cláusulas de este permiso, a la Ley de Bosques de Puerto Rico, al Reglamento de Siembra, Corte y Forestación para Puerto Rico o cualquier ley o Reglamento del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, conllevará la revocación de este permiso”. Sin embargo, vale la pena preguntarse cómo será el protocolo para pesquisar este asunto, pues el secretario de Recursos Naturales y Ambientales, el licenciado Daniel Galán Kercadó, es quien expide el permiso y a su vez es el encargado de hacer que se cumpla con lo estipulado en dicha autorización, como director ejecutivo de la Compañía de Parques Nacionales y custodio de la integridad de los terrenos donde se llevó a cabo la deforestación. Desde ayer, hemos intentado comunicarnos con el secretario del DRNA, Daniel Galán Kercadó, pero la gestión no rindió frutos. Al momento de publicarse este reportaje, Ana María Ramos, secretaria de Prensa del DRNA, estaba gestionando una reacción de Galán Kercadó. Por su parte, Abel Vale, presidente de Ciudadanos del Karso (CDK), le exigió a las autoridades gubernamentales que se fijen responsabilidades y penalidades a los responsables de la deforestación en el Parque. “Una vez más vemos cómo, los que se supone que pongan en vigor la Ley 292 (para la protección de la fisiografía kársica) y los acuerdos del Tribunal de Primera Instancia de San Juan, en el que se designó el 35% del karso de Puerto Rico, violan la ley”, sostuvo Vale. “Se están haciendo los desatendidos (los funcionarios del Gobierno) para no poner en vigor la Ley del Karso. ¿Cómo es posible que en un área protegida no se hizo una Declaración de Impacto Ambiental? Veremos a ver si el DRNA hace cumplir las leyes o si ceden ante los sectores poderosos del País”, añadió con voz indignada el presidente de CDK. ¿Y las máquinas? Otro de los misterios que rondan esta tala de árboles y remoción de corteza terrestre es la titularidad de las máquinas que se utilizaron. A pesar de que la empresa Planet Contractors aparece en los letreros como la desarrolladora de las obras, las máquinas excavadoras pertenecen al Municipio de Bayamón y estaban encargadas al Ingeniero López, según una fuente de Diálogo. Al momento de hacer este reportaje intentamos conversar con el Ingeniero, sin embargo no fue posible contactarlo ya que el funcionario se había ido de Parque. No obstante, se documentó en video la presencia de una máquina marca John Deere, rotulada como propiedad del Municipio. Sería una ironía que el Municipio de Bayamón haya prestado su maquinaria para llevar a cabo esta deforestación, máxime cuando la Ciudad del Chicharrón está abrazando políticas verdes en pro de la conservación del ambiente. Incusive, la ciudad bayamonesa ha reconocido el valor ecológico y económico del Parque. En el Segundo Plan de Ordenamiento Territorial (2004) del Municipio se hace referencia a la relevancia ecológica del Mogote Santa Ana (el corazón de Monagas): “También podrán considerarse terrenos con valor ambiental que sirvan de pulmones por su ubicación dentro de la trama urbana de Bayamón: el Mogote Santa Ana, los terrenos de Buchanan en territorio de Bayamón y el propio Parque de las Ciencias”. Cabe destacar que todas las áreas a las que alude el Plan son parte del karso norteño. Asimismo, cuando el hoy alcalde de Bayamón, Ramón Luis Rivera, hijo, era senador presentó un proyecto de ley (Proyecto del Senado 1181) que reconocía el valor ecológico del Parque, a la vez que fomentaba su conservación, según se desprende de la tesis de Maestría Diseño de una vereda interpretativa autoguiada en el Centro Ambiental Santa Ana, presentada en la UMET en diciembre de 2008 por las estudiantes Nidza Diaz Marrero, Carmen Echandi y Jessica Warrington. Un parque al garete La tala reciente en el Parque Julio Enrique Monagas reavivó el descontento de algunos de los sectores ciudadanos con el manejo de la instalación. Tal es el caso de los ciclistas de montaña quienes han sido convocados por “la Asociación Puertorriqueña de Ecociclismo de Montaña (APEMI), las Iguanas del Corredor Ecológico, la International Mountain Bike Asociation (IMBA) y otros grupos de ciclistas y usuarios del parque Julio Enrique Monagas que estarán llevando a cabo una manifestación pacífica en los predios del parque e martes 30 de marzo a las 4:00 p.m. para repudiar la tala indiscriminada de árboles y para solicitar que se lleve a cabo una investigación a fondo de los daños causados hasta el momento”, según un comunicado enviado por APEMI a Diálogo. Por su parte, el arquitecto Antonio Suárez, presidente de la Sociedad de Historia Natural de Puerto Rico que a su vez maneja el Centro Ambiental Santa Ana en el Parque, reaccionó indignado ante la noticia y la relacionó a la dejadez con la que el DRNA y la Compañía de Parques Nacionales han manejado los proyectos que son iniciativa del Centro. “Por ejemplo, se hicieron gestiones para restaurar la charca (ubicada en el sendero llamado El Lago). El Municipio (de Bayamón) iba a aportar la maquinaria y tuvimos e aval del DRNA y US Fish and Wildlife Service. Pero se quedó en nada”, lamentó Suárez. Pero no son sólo las iniciativas del Centro Ambiental Santa Ana las que siguen abandonadas. Basta hacer un recorrido por el Parque para darse cuenta que no hay mantenimiento alguno. La instalación tiene diez baños para el uso del público, de los que sólo dos están disponibles y aptos ser utilizados todo el tiempo. Cuatro de los baños se usan de manera exclusiva o temporera. Dos de estos son utilizados exclusivamente por los visitantes y usuarios del Centro Ecuestre, mientras que los otros dos sólo se utilizan cuando los niños escuchas acampan en su área asignada. El resto de los baños urgen remodelaciones. El área de los columpios necesita de atención urgente. Varias chorreras y plataformas han colapsado, dejando al aire filos de metales punzantes oxidados, y convirtiendo a los toboganes en basureros y criaderos de mosquitos. En otro de los lugares que visitamos, se pudieron observar gomas de automóviles y camiones -tirados en el medio de bosque- que también se han convertido en criadero de mosquitos. Asimismo, en la colindancia de la vereda Tablas hay aguas usadas estancadas a unos cien metros del área de juego de los chicos. Otra de las sorpresas que se llevó Diálogo fue toparse con al menos una decena de jaulas de gallinas, pollitos y gallos de pelea que viven en condiciones realmente deplorables y asquerosas. Algunos de los pollitos y gallinas viven enjaulados en el cuarto de una bomba de agua, que ubica a 50 metros de la oficina de la administración del Parque, en tanto un trío de gallos de pelea sobreviven en unas jaulas hechas de escombros de madera y plástico, que apenas superan el tamaño de una caja. En los alrededores de las jaulas hay recipientes improvisados para darle agua a los pollos: se trata de galones de agua picados por la mitad y cundidos de podredumbre. Tan temeraria actividad se desarrolla a pasos de los quioscos que se le alquilan al público visitante. ¿Qué sucedería si uno de esos gallos de pelea ataca a un niño que esté disfrutando de su cumpleaños en el Parque? ¿De dónde sale el agua que sacia la sed de estos animales? ¿Cumplirá la persona que se beneficia del uso de estos terrenos con algún canon de arrendamiento? Diálogo intentó comunicarse con el señor Eufemio Marrero, supervisor del Parque, para que contestara algunas de estas interrogantes pero nadie respondió a nuestras llamadas. Una joya tirada al zafacón El Parque Julio Enrique Monagas ubica en la zona industrial de Bayamón y es parte de la zona kárstica del norte. Se trata de uno de los pocos pulmones verdes que le quedan al área metropolitana. El Parque abarca aproximadamente unas 80 cuerdas de bosque natural secundario, y en algunas partes terciario, que sirve de hábitat a una gran variedad de árboles, entre estos los nativos como la Palma Real, el Molinillo, Moca, Guaraguao y el Roble. También hay presencia de árboles endémicos, como la Palma de Corozo. Según la tesis Diseño de una vereda interpretativa autoguiada en el Centro Ambiental Santa Ana, en las veredas del Parque se pueden avistar especies de pájaros endémicas como el Zorzal de Patas Coloradas, el Pájaro Bobo Mayor, el Pájaro Carpintero, la Reina Mariposera y Reina Mora. La extraordinaria biodivesidad en este bosque incluye a la boa puertorriqueña (en peligro de extinción), helechos gigantes y de otros tipos, hongos, caracoles, insectos y anfibios. El Parque también posee una gran riqueza histórica, pues era parte de la Hacienda Santa Ana. En estos predios, la familia de Don Fernando Fernández -creador del Ron Barriito y el Alcoholado Santa Ana- criaba ganado, cultivaba caña de azúcar y otros frutos, desde la época de la colonia española. En el 1940, una ley autorizó al Gobierno de Puerto Rico a que le traspasara las tierras donde hoy ubica el Parque a los Estados Unidos para propósitos de seguridad militar. El propósito era transformar el viejo Campamento Buchanan en un fuerte permanente. Los predios contaban con 21 almacenes de municiones enclavadas en los mogotes. Ya comenzada la Segunda Guerra Mundial, el Ejército de Estados Unidos administraba las tierras que se conocían entonces como el Polvorín de Buchanan. En aquel entonces habían 78 bunkers en los que se almacenaban armas y municiones. El bosque era el escondite perfecto para camuflagear estos almacenes que no podían ser vistos desde el aire por los aviones espías. Para el 1973, la tecnología de espionaje militar hizo obsoletos a los bunkers, por lo que el Gobierno Estadounidense los consideró como excedentes y decidió traspasarle la titularidad de los terrenos a la desaparecida Compañía de Fomento Recreativo. El Parque comenzó a ser desarrollado a partir del 1984, con una asignación de fondos legislativos dedicados a tales fines. Para el 1993, el Parque Julio Enrique Monagas fue inaugurado para cumplir con las actividades deportivas relacionadas a los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en Ponce. Mini documental de 20 minutos:
Parque Monagas from Dialogodigital on Vimeo.
Videoreportaje sobre las reacciones de ciclistas contra la tala de árboles en el Parque Julio Enrique Monagas: Diálogo entrevistó a Wilfredo Hernández, estudiante doctoral en Ciencias Ambientales de la Universidad del Turabo, quien investiga la flora del Parque Julio Enrique Monagas: Fotogalería del criadero de gallos en el Parque Julio Enrique Monagas:
Diálogo entrevistó a Eufemio Marrero, supervisor del Parque Julio Enrique Monagas, sobre la tala de un centenar de árboles, las críticas del deterioro de la instalación y las imputaciones al respecto de un criadero de gallos en la zona.