Decenas de carros –muchos alterados para correr a alta velocidad– llegaron como cuentagotas desde las once de la noche a un estacionamiento en la carretera 181, perpendicular al expreso Cruz Ortiz Stella (la 30) en Gurabo. Aunque el reguetón y la bachata se escuchaban a niveles estremecedores, estos eran fácilmente opacados por el sonido de motores y los sistemas de escape que avisaban quién llegaba al evento que se llevó a cabo el último sábado del pasado noviembre.
De dos en dos los carros se alineaban para correr en una recta de 600 metros. Mientras algunos coordinaron de antemano con quién iban a competir, otros escogían su contrincante al momento. Los que no participaban directamente se mantenían a las orillas de la calle animando y opinando quién iba a ser el próximo ganador. Como el lugar carece de alumbrado apropiado, los presentes se dejaban llevar por el sonido de los automóviles para saber cuáles eran los carros, qué mejoras les habían hecho y quiénes eran los conductores. A pesar de esto, conductores ajenos a la fiebre manejaban por la mencionada vía pública entre una carrera y otra. Escenas parecidas a esta ocurren todos los meses como en la propia 30, la Ruta Panorámica en Cayey, la carretera 1 en Caguas, la carretera 2 en Dorado y la Avenida Kennedy en San Juan, entre otros lugares.
“Es algo que tu sientes en las venas”
De acuerdo a Jonathan (nombre ficticio), un joven de 25 años que participaba en las carreras ilegales desde los 17, la fiebre se trata de adrenalina. Explicó a Diálogo que la adrenalina no sólo aumenta por guiar a altas velocidades, sino también porque el conductor sabe que está haciendo un acto ilegal. “Es algo que tu sientes en las venas”, explicó de manera natural. Su padrastro fue el que comenzó a llevarlo a estos eventos, pero en el estado de Pensilvania. Jonathan todavía tiene recuerdos gratos de esos tiempos, como cuando corrió un Civic estándar que alteró con un cloche de bronce para darle mayor fuerza a su carro entre cada cambio.
Aunque la adrenalina es el factor principal, según Jonathan, muchas personas lo hacen también por orgullo y reconocimiento. Y es que luego de invertir mucho tiempo y dinero en un carro lo más lógico para ellos es enseñar el producto de su esfuerzo y demostrarles a los demás quién es el mejor. “Es un estilo de vida”, aseguró el joven, quien al poco tiempo de llegar a Puerto Rico desistió de correr en el clandestinaje, aunque sí asiste a la fiebre como espectador.
Jonathan confesó que no fue hasta los 20 años que tomó conciencia sobre los efectos devastadores que puede tener la fiebre en la vida de las personas. De acuerdo a él, incluso personas entradas en edad continúan participando activamente en la fiebre porque quieren “tratar de ser invicto”. Por el contrario, Héctor (nombre ficticio), un joven de 21 años que también empezó a los 17, dijo cándidamente que “algunas veces me da perse […] de hacerle daño a los demás, pero (silencio) uno se arriesga”.
¿Qué dice la ley?
En el año 2000 el Gobierno comenzó a expedir multas máximas de 500 dólares y la suspensión de la licencia de conducir por un mes a los “fiebrús” que son convictos por primera vez (Art. 5.07 de la Ley 22 del 2000). Bajo dicha ley, la confiscación del vehículo no ocurría hasta la tercera convicción junto a una multa de hasta 5,000 dólares.
Posteriormente, la Ley 22 se enmendó en el 2004 en lo que respecta al regateo. Según la Ley 132, por la primera convicción el individuo tendría que pagar una pena fija de 3,000 dólares y su licencia le sería suspendida por seis meses. El vehículo utilizado en el regateo sería confiscado en la segunda convicción, cuando el culpable pudiera tener que pagar no más de 5,000 dólares, una pena de cárcel de hasta seis meses o ambas.
Estas disposiciones fueron enmendadas una vez más en el 2012 a través de la Ley 183. Esta ley dicta que, si un conductor es detenido por regateo la primera vez, tendría que pagar una multa administrativa de 3,000 dólares y su licencia sería suspendida por tres meses. Si es sorprendido en una segunda ocasión, enfrentaría juicio y, de ser convicto, tendría que pagar 4,000 dólares y su licencia sería suspendida por seis meses. Finalmente, si es atrapado en una tercera ocasión, pudiera recibir una pena de hasta seis meses de cárcel, tendría que pagar una multa de 5,000 dólares o ambas. Además, su licencia se le sería revocada y su carro confiscado.
A tres años de la implementación de la Ley 183, el representante Ramón L. Cruz Burgos sometió en mayo pasado el proyecto de la Cámara 1944 para enmendar el artículo 5.07 de la Ley 22. En una primera violación, el conductor incurrirá en un delito menos grave y, como parte de su pena, su vehículo sería confiscado y tendría que pagar una multa fija de 5,000 dólares más suspensión de licencia por seis meses. De ser convicto en segunda ocasión, además pudiera cumplir hasta seis meses de cárcel. Sumado a lo anterior, el individuo convicto por causar “grave daño corporal” mientras participa del regateo pudiera cumplir hasta ocho años de cárcel. En el proyecto también se penaliza a las personas que “ayuden” o “inciten” a otros a no cumplir con la ley.
De acuerdo a Jonathan, los participantes de la fiebre desconocen estas leyes o no les importa.
La oficialidad
El recién creado Negociado de Patrullas de Carreteras, estructura de la Policía que comenzó sus funciones el 20 de noviembre, cinco días después del evento en Gurabo aún no tenía conocimiento del mismo, según informó a Diálogo la teniente Clarissa Ortiz Suárez. Esto a pesar de que dos patrullas estatales y una municipal llegaron a la carretera 181, dos horas después de comenzado el evento, para espantar a los que regateaban. Diálogo no observó que intervinieran o multaran a algún conductor.
A pesar de la negativa de la teniente Ortiz Suárez de entregar estadísticas oficiales sobre regateo, la directora de la Oficina de Comunicaciones y Relaciones Públicas de la Policía, Maricarmen Ortiz, las facilitó en menos de un día a solicitud de este medio. Según la información provista, en el año 2011 la Policía intervino con 172 conductores, en el 2012 con 121, en el 2013 con 301 y hasta agosto de 2014 con 226. De continuar el patrón del presente año, al 31 de diciembre se pudiera estar hablando de 339 intervenciones, 167 intervenciones más que en el 2011. Por consecuencia del regateo, cuatro personas murieron en el 2011, una en el 2012, ninguna en el 2013 y dos hasta agosto del presente año.
La teniente Ortiz Suárez aseguró que la Policía tiene la tecnología necesaria para lidiar con este problema social. Alegó que los automóviles de la Policía modelo Crown Victoria, asignados a los expresos, son suficientemente rápidos para detener un carro alterado o modificado. Aceptó, sin embargo, que en ocasiones, cuando la Policía no se ha enterado del evento con antelación, no tienen la cantidad de patrullas necesarias para una intervención adecuada. Nuestro confidente, Jonathan, dudó que un Crown Victoria pudiera alcanzar a muchos de los carros que corren en la fiebre.
Soluciones
Mientras la teniente Ortiz Suárez apostó a sus Crown Victoria, la aprobación del PC 1944 y a un plan de trabajo que, según ella, no se hará público para no alertar a los “fiebrús”, Jonathan opinó que hacer más pistas legales para carros disminuiría la fiebre a la mitad, ya que sólo existen dos que están en Salinas y Ponce. Incluso Héctor, quien aún corre en la calle, determinó que, de haber una pista cercana, la preferiría para reducir los riesgos, aunque subrayó que no es lo mismo.
Al preguntársele a Ortiz Suárez si la Policía comenzará un proceso educativo en los medios o las comunidades, la teniente se limitó a decir que la Comisión para la Seguridad en el Tránsito tiene unos folletos o brochures y que la campaña educativa será dentro de la propia Uniformada.
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Diálogo identificó con seudónimos varias de las persona entrevistadas en esta historia para proteger su identidad.