La letra con ritmo de samba habla de temas tan típicos como el fútbol y las mujeres, pero también de violencia de género, y se mezcla con la humareda de carne asándose en una improvisada parrilla de una de las veredas de Santa Marta, una favela del sur de Río de Janeiro.
Muchos siguen el compás y canturrean la canción, que habla de un hombre que pelea con su mujer porque, preocupada por pagar el alquiler, se olvidó de lavar su uniforme de fútbol. ”Un problema entre marido y mujer es normal. Pero no me venga con agresión física o verbal”, repite el pegadizo estribillo.
La canción integra la estrategia de la organización no gubernamental Promundo para sensibilizar a los hombres de la favela de Santa Marta, a través de dos símbolos culturales de Brasil, como el fútbol y la música, para abordar otro de sus temas protagónicos: las mujeres, pero con otra mirada.
Esa samba es también el himno informal de un campeonato de fútbol que hace seis meses se desarrolla en esta favela de diez mil habitantes, empinada en un morro sobre la costa. Para jugar hay una sola condición: participar en un taller sobre violencia contra la mujer y sobre la masculinidad.
“El proyecto quebró paradigmas para conversar de estos temas de hombre a hombre”, explicó Gilson*, un cantante de rap de 32 años, rodeado por un grupo de los 119 participantes de los talleres y equipos de fútbol de Santa Marta. ”Uno hace lo que más le gusta que es jugar a la pelota”, agregó, antes de mostrar orgulloso una foto suya vistiendo la camiseta del equipo con un lema contra la violencia hacia la mujer en el dorsal, destacada en un diario comunitario de Promundo, un organización de alcance nacional.
Gilson, acodado en el mostrador de un pequeño bar, conversa con otros jugadores sobre el final del campeonato. “Hagamos un asadito (parrilla de carne) aquí en la favela, para todos”, propone a Samuel Marques, uno de los coordinadores comunitarios.
Marques, oriundo de Santa Marta, recordó que al comienzo nadie quería anotarse en los grupos, que abordan temas como violencia de género, sexualidad, división de tareas en casa, salud del hombre y homofobia.
Fabio Verani, asistente senior de Promundo, detalló que “la idea es involucrar a los hombres en la discusión sobre la equidad de género” y se integra en la “Campaña del Lazo Blanco”, una iniciativa surgida en Canadá en 1991 contra la violencia machista, que se extendió a muchos otros países.
Finalmente la participación en los talleres ha sido masiva y las ausencias a las sesiones son excepcionales. “Un enorme logro”, dijo Marques.
Leandro, de 29 años, casado, padre de 4 hijos y actualmente desempleado, reconoció que al principio le daba “desconfianza” hablar de su vida con otros.
“Eso de contar lo que ocurre en tu casa, en la intimidad, es complicado al comienzo”, recordó.
Pero después aprendió a ver las relaciones de pareja y de la familia de manera diferente. “No solo la mujer tiene que aprender a cuidar a los hijos, sino también el hombre. Porque uno ponga el frijol y el arroz en la casa no significa que eso no es ocupación de uno”, dijo.
Ahora lleva a sus hijos a la placita para que su mujer pueda estudiar en la casa, les lee cuentos, o juega con ellos. “Mi hija prepara comiditas de mentira y me dice papi come y yo como”, ilustró al destacar que “las reuniones abrieron mi cerebro”.
Marques explicó que hay que desmontar un modelo impuesto y reproducido socialmente, tanto por hombres como por mujeres, la familia e instituciones como la iglesia, donde se enseña que el papel masculino es el de “protector y sostén familiar”.
Verónica Moura, otra de las coordinadoras comunitarias, aseguró que la violencia contra la mujer se alimenta por lo que definió como una “sociedad machista”.
“Eso puede venir de dentro de la casa. El padre agrede a la madre o la madre al padre, y el hijo hace lo mismo con su novia o esposa, porque es lo que vio desde que nació”, acotó Leandro.
A Verani le sorprende que muchos hombres no sean conscientes de que ejercen violencia o la vean como algo aceptable socialmente.
Promundo cuantificó que entre 20 y 25 por ciento de los hombres de los grupos diseminados por todo Brasil relataron actos de violencia contra su pareja.
Marques destacó que son muchos quienes creen que insultar no es agredir o justifican la violencia como una forma de “disciplinar a la mujer”.
En Brasil, desde 2006 la “Ley María da Penha” combate la violencia contra la mujer y la familia y establece penas de tres meses a tres años de prisión cuando hay lesiones, entre otras medidas.
Gilson admitió que los talleres “fueron mi salvación, porque no quería ser violento, pero no sabía la manera de cambiar esa situación”.
“Ya me encontré con ex novias que en su momento me sacaron de quicio. Pero ahora reflexiono y me tranquilizo”, celebró. La agresividad del hombre se debe a que “es cerrado por ideología”, reflexionó.
“Uno para en la puerta del bar y conversa de fútbol y de mujeres pero nunca toca temas de sexualidad, de hijos, de ayudar en las tareas de casa”, argumentó.
Gilson es consciente que la violencia no acaba de un día para otro. Pero aseguró que “se puede trabajar eso con los niños que serán los adultos de mañana, hablarles de sexualidad, de violencia contra la mujer, de criar a los hijos juntos”.
Promundo evaluará los talleres cuando el campeonato acabe a fines de julio, pero hay resultados ya visibles. “El torneo de futbol es de los más pacíficos de la historia de Santa Marta”, comentó Verani.
Ana Claudia Pereira, consultora de violencia de género del Centro Feminista de Estudios y Asesoría, dijo a IPS que estos proyectos, son importantes para “atraer a los hombres al debate”.
Pero criticó que “muchas veces en una situación de emergencia, de preservación de vida de las mujeres y cuando las políticas públicas tienen recursos tan limitados, se pierda de foco la necesidad de reforzar la asistencia a las víctimas y su integridad física”.
* El apellido de los participantes en los talleres se omitió a su pedido.
Lea el artículo original siguiendo este enlace.