Este pasado fin de semana recibí un acto solidario inesperado al participar de la boda de mi prima Stacey. Compartiendo con mi tía abuela María, una señora mayor que estaba en la misma mesa me preguntó: “¿Tienes novia?” Le contesté que no. Al ratito, vuelve y me pregunta: “Pero y tú tan guapo, ¿no tienes novia?” Nuevamente le dije que no. Seguí disfrutando de la boda, bailando con mis primas y con mi novio Steven, pasándola chévere. Al rato vuelvo a la mesa de mi tía abuela y la señora volvió a preguntarme: “¿No te piensas casar con una muchacha así linda como tú?” Por tercera vez, le contesté que no. La boda se acabó y pensé que hasta ahí había llegado todo. Al otro día, fui a un BBQ en casa de mi prima para decirle “hasta luego” a l@s novi@s que se irían al día siguiente de luna de miel. Empecé a bromear con mi tía abuela, mis prim@s y con Steven sobre el interesante intercambio con la señora de la noche anterior. Les dije que si le llego a contestar, posiblemente la iba a impactar, que por eso respondí en la trillada monosílaba. Para mi sorpresa, al rato llegó la señora. Nuevamente, sentado junto a Titi María, la señora me preguntó sobre Steven y yo: “¿Y ustedes son familia?” Ni corta ni perezosa, mi tía abuela le respondió que sí, que éramos familia. La señora ripostó: “Con razón se parecen tanto”. Titi María no aguantaba más y le dijo: “No se parecen ná’, son pareja. Y sí, son familia”. En fin, la elocuente y contundente respuesta de mi Titi María fue suficiente para acallar su incesante curiosidad sobre mi estatus marital. Y es que en realidad, la respuesta es muy sencilla: Sí, somos familia. El autor es líder y portavoz del Colectivo Puerto Rico para Todos y activista de las comunidades lésbica, gay, bisexual y transgénero (LGBT) El texto original fue publicado en http://pedrojulioserrano.com