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El peruano Santiago Roncagliolo, Premio Alfaguara 2006, ha sido reconocido por su última novela “Memorias de una Dama”, y no precisamente con un galardón literario. Hace apenas unos días su más reciente libro fue censurado en la República Dominicana. Esto, quizá se transforme en algún premio pecunario. Lo cierto es que Roncagliolo nunca ha escatimado a la hora de ficcionalizar o adentrarse en la historia y meterse en camisa de once varas. Ya lo hizo en su libro de no ficción “La Cuarta Espada”, el mismo muestra la otra parte de la moneda, el lado humano del líder del Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, a través de distintas voces de su entorno. Su última novela narra dos historias paralelas que eventualmente se cruzan. Diana Minetti es una anciana caribeña que va a Paris en busca de alguien que escriba sus memorias. Mientras que un joven peruano con ganas de escribir, acepta el trato, ya que precisamente busca a alguien que le pague por sus escritos. La historia, mediante una ficción descarnada, destapa el horror de las dictaduras de Trujillo en la República Dominicana y Batista en Cuba, así como el entramado mafioso de las economías latinoamericanas dominantes en aquella época. Varios escritores del hermano país han puesto el grito un poco más allá del cielo. Es el caso de los literatos Andrés L. Mateo, Diógenes Valdez y Pablo Mackinney, quienes según un artículo de el diario El Nacional, calificaron este lunes como “un absurdo, propio de la época de las cavernas, prohibir la venta en el país de la novela Memorias de una Dama, escrita por el peruano Santiago Roncagliolo”. Así mismo Mateo añadió: “el caso de la familia a la que se refiere el rumor público se puede establecer por ciertos hechos que rodearon al “pater” familiar, cuya vinculación con el tirano Rafael Leonidas Trujillo fue traumática y cuya relación con el fascismo de Mussolini es un hecho histórico que todos conocemos”. Hasta el momento se desconoce si Roncagliolo ha hecho declaraciones al respecto. Sin embargo, para estos casos, vividos también en nuestro País hace algunos meses, la mejor arma es el silencio; puesto que la novela quizá más temprano que tarde llegue a manos de los ciudadanos de la vecina isla. A fin de cuentas la censura, más allá de ser una violación a la libertad de expresión, es la certeza de que se ha metido el dedo en la llaga.