La voz de Antígona no pierde su fuerza inmemorial. Por eso cuando una actriz ventrílocua como Teresa Ralli, de la compañía peruana Yuyachkani, le presta sus voces y sus cuerpos, pues posee más de uno, despierta en el espectador la memoria de una escena que el pensamiento filosófico literario y político no ha cesado de visitar. La escena sucede en Tebas, la escena sucede en Lima, y puede que hoy esté sucediendo en San Juan. Sucede lo siguiente: Antígona, una Antígona, – pues ella no es más que el nombre de un imperativo ético cuyo origen es el cuerpo- se enfrenta a la ley. Antígona es una mujer ante la ley. Este es el único ejemplo de la literatura que encarna esa configuración: una mujer ante la ley. ¿Qué reclama Antígona ante la ley? Algo que el discurso de la ley hueca no soporta: ella es la fuerza de una ley que no está escrita, una ley de los dioses, proclama ella. Con ello exhibe el vacío de la ley y antepone un mandato que viene del cuerpo y del amor. Ante el vacío de la ley, la plenitud del cuerpo de una mujer. Por lo tanto, no se trata de pura y llanamente transgredir, se trata de mostrar las fisuras de la ley: se debe decidir entre obedecer la ley humana o transgredirla para ser fiel a las leyes sagradas de los dioses, leyes no escritas, las cuales exigen un deber de memoria. Antígona tiene que escoger entre dos mandatos: la ley de Creonte, el rey, su tío, que ordena la «no tumba» para el traidor Polínices, el hermano, o sepultarle para cumplir con los ritos y el amor fraternal. Observemos que la prohibición no es, en el texto del poeta peruano José Watanabe, la de no enterrar sino la de «no tumba». Creonte: La no tumba para él es mi determinación Porque jamás los malvados recibirán más honra que los justos, Y que así quede pregonado. Y pregonado también quede el castigo: aquél Que le haga exequias, que le haga duelo o que le cubra con tierra, Agregará su propia muerte a la del muerto. Antígona hará las debidas libaciones al cuerpo sin vida del hermano, para poder bien recordar, ella que ha nacido, le dice a Creonte, “para amar, no para compartir odios”. Antígona es por lo tanto entre otras muchas cosas aquella que decide enfrentarse a una ley déspota aunque paradójicamente legítima pues promulgada por el rey. Ella invoca un imperativo moral que está por encima del poder del soberano. Vasto dilema pues confronta la legitimidad representada por el soberano, por el estado versus la fuerza de un imperativo ético que impele al sujeto a la trasgresión, a la desobediencia civil. Asumir ese imperativo sitúa al sujeto en un afuera de la ley que es no obstante ético. Como sabemos, nos recuerda Antígona, hay leyes que no sólo son injustas sino también inmorales. La legitimidad de la ley no siempre es sinónimo de justicia y el poder del soberano, de un gobierno puede, aunque legitimo, ser tiránico, es decir, promulgar leyes que no respetan el derecho a la vida ni a la muerte. La ética y la legitimidad no se sitúan en un mismo ámbito. La ética corresponde a un deber moral del sujeto mientras que la legitimidad está atada a lo político y al estado. Así la prohibición de «no tumba» para Polínices por parte de Creonte, el rey, es legítima. ¿Pero es justa? ¿Responde al deber de memoria y al amor fraternal? Ante la ley política Antígona invoca las leyes no escritas de los dioses, en este caso el respeto de los muertos: «Dices que he violado tu ley. ¿Pretendes tú, mortal, prevalecer por encima de las leyes no escritas pero inquebrantables de los dioses?». Habría mucho que decir sobre el origen de la cultura como rito ante la muerte. La «no tumba» impuesta por el tirano es la negación de un lugar ritual donde los vivos vienen a recordar a sus muertos. De suerte que también borraríamos una memoria política. Enterrar a sus muertos, a sus desaparecidos, es un imperativo para muchos países de América Latina que han conocido dictaduras asesinas. La pregunta es cómo enterrar sin olvidar. En ese contexto el cuerpo expuesto de Polínices, librado a las aves de rapiña y a los perros en la reescritura de Watabane montada por Miguel Rubio, representa ese imperativo moral. La memoria no puede permanecer sino se hacen los ritos funerarios necesarios. El cuerpo de Polínices debe ser enterrado en un lugar para que su tumba sea el teatro de la memoria. El teatro que siempre supone el rito y el canto es ese lugar catártico en el que un pueblo viene a verse para recordar. Entonces la escena es en esta Antígona un lugar de memoria; hay que buscar los cuerpos de los desaparecidos y darles honesta sepultura. Ese es el imperativo ético. Por eso Antígona decide contravenir a la orden de Creonte y darle una tumba a su hermano. Ella será por ello enterrada en vida, encarcelada por el tirano. La adaptación del poeta peruano Watanabe deja intacto el conflicto trágico pero introduce modificaciones con el respecto al texto clásico. Dos de las más significativas son la fusión del coro y del personaje de Ismena así como la reinterpretación del personaje de Antígona. Mientras Antígona ha encarnado la fuerza “viril”, Ismena suele por el contrario ser la hermana que por miedo acata las ordenes de Creonte. En esta versión Antígona es tierna aunque decidida. Ismena por su parte se convierte en la Narradora que comenta como un coro, da la razón a Antígona aunque no confronte al rey. Ella es no obstante la sobreviviente de una memoria culpable y arrepentida. Al final, ante el cuerpo de la hermana que se ha dado la muerte en su cárcel, dice: «En tu elevado reino pídele a Polínices que me perdone la tarea que no hice a tiempo porque me acobardó el ceño del poder, y dile que ya tengo castigo grande: el recordar cada día tu gesto que me tortura y me avergüenza». Pero cómo decir que lo más extraordinario de esta representación es que todo se encarna en el cuerpo de una sola actriz: Teresa Ralli. Todas las voces, todos los gestos, todos los animales y todos los paisajes del texto salen del cuerpo de esta mujer que es la tiranía de Creonte, que es el apocamiento de Ismena, el amor de Hemón, la ingenuidad de los soldados, la voluntad temerosa pero decidida de Antígona. Para cada uno de esos personajes, la actriz busca en su cuerpo una voz y un gesto diferentes. Una sola actriz en escena para retar las leyes de la representación de género y de filiación. El cuerpo de una actriz para ser un coro de voces diferentes las unas a las otras, extrañas las unas con respecto a las otras, heterogéneas. Teresa Ralli es una multitud. ¿Dónde es Tebas-Perú? Todo sucede en un solo cuerpo; lugar, tiempo y acción se multiplican a través de él. _______ La compañía Yuyachkani presentó la obra Antígona de José Watanabe, dirigida por Miguel Rubio, los días 24 y 25 de marzo en la Universidad de Puerto Rico como parte del Festival de las Humanidades. El texto de Antígona de José Watanabe, quien falleciera en el 2007, acaba de ser publicado en Puerto Rico por el grupo Fragmento Imán editores. Esta visita fue posible gracias a los esfuerzos de un grupo de profesores: Eugenio Ballou, Rosa Luisa Márquez, Noel Luna, Lowell Fiet, Viveca Vázquez y Carmelo Santana.