“Bajo la frisa, un fracatán de jinchos se pasmó cuando vio la macacoa que representaba ese embeleco”.
Esta oración, tal vez sin mucha coherencia, es posiblemente sólo entendida en nuestro País. Las palabras que llevan negrillas, como muchas otras que con fluidez verbalizamos, han sido términos reconocidos por la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. Son vocablos que se escapan con soltura de las bocas de los borinqueños. Por esta razón, de bastante peso, es necesario que se respete su uso. Es necesario que las digamos.
Aunque la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española enfrenta un recorte presupuestario de un 50 por ciento, de 100 mil a 50 mil dólares, esta entidad se ha puesto creativa para continuar con su misión edificante y en defensa de nuestro español, y así ver si puede encontrar otras formas de ingreso. Con esto en mente, han desarrollado una serie de talleres, una revista y una campaña publicitaria que tiene como consigna: “Español puertorriqueño: ¡Atrévete y dilo!”.
“Dilo”, una publicación trimestral que salió por primera vez en octubre de 2009, es un proyecto que realiza la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española que “propone ampliar su función divulgativa entre los interesados en los asuntos del idioma, particularmente aquellos relativos al español de Puerto Rico”. Esta revista, que estrena recién su segundo número, está disponible tanto en formato electrónico como impreso.
Según el director de la Academia, el escritor José Luis Vega, “Dilo toca a su puerta y lo invita a sumarse —sin purismos estrechos, pero también sin dejadez— a nuestros esfuerzos por conocer, valorar y prestigiar los rasgos de unidad e identidad de nuestra lengua antillana, en su particular contexto histórico y cultural”.
Academia Puertorriqueña de la Lengua Española
En 1955, la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española fue fundada por iniciativa de Samuel R. Quiñones y José A. Balseiro. Reza la información histórica sobre el compromiso de crear esta entidad que los primeros esfuerzos para su fundación datan de 1915, momento en que José de Diego había iniciado los trámites a favor de una Academia Antillana, con sede en San Juan.
Fue un año después de su creación (1956), que “la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española se incorporó a la Asociación de Academias de la Lengua Española, fundada en 1951 y encargada de la coordinación científica entre 22 Academias, tanto en el mundo hispánico, como las de los países donde el español es, o ha sido, idioma importante, como lo son Estados Unidos y Filipinas”, indica la documentación obtenida sobre la institución puertorriqueña.
La Academia Puertorriqueña de la Lengua Española trabaja junto a las demás 20 Academias de la Lengua y la Real Academia de la Lengua Española (RAE), en busca de crear consensos que fijen normas en común, que se establezcan responsabilidades conjuntas en un intercambio permanente de saberes. Asimismo, por esta razón se han creado obras como el Diccionario, la Gramática y la Ortografía, para generar políticas lingüísticas panhispánicas, que redunden en el fortalecimiento y defensa del vernáculo castellano.
Para acceder a la primera edición de la revista “Dilo”, pulse aquí.