Es jueves, pasada la media noche. Una ‘noche de jangueo’ más en el Viejo San Juan. La temporada es baja (para el turismo), con lo cual la calle San Sebastián no se veía muy alborotada. Seres nocturnos y sus acompañantes. Desde mi balcón se escuchaban las voces quebradas de los participantes del fastidioso karaoke de Ikon (el pretérito Kruggers) y de los Hijos de Borinquen salían los acordes del cancionero de la nueva trova, que de novel ya tienen poco y repetidas ni contar. Las chicas, Wasapaparum y Ñoki -mi gata y otra casi identical, a la que hago de niñera- aún no simpatizan. Llevábamos casi 32 horas presenciando celos felinos y el reciente episodio de una de ellas escalando las ventanas del baño había producido un ruido extraño que me sacó del auto-confinamiento de la única habitación insonorizada que poseo. El ruido de Ñoki varada en las persianas me había puesto nerviosa. La rescaté y advertí que sería mejor dejarla afuera del cuarto; no vaya a ser que otra rivalidad interrumpa la cuasi tranquilidad de la noche. ¡¡¡Brrrruumm Brrumm Brrrrr!! De repente, las vigas de ausubo retumban, las puerta del balcón tipo Julieta tiemblan por varios segundos y los tres caímos sentados en la cama, mirándonos unos a otros. La cara de mi gata y mi compañero valían millones. Supongo que la mía también. El primer pensamiento ridículo que cruza mi cabeza es que la dichosa gata huésped está fuera de control y que nuevamente hizo algo. ¿Pero así de fuerte? ¡Eso fue un choque! ¡Alguien se estrelló en Hijos de Borinquen! Comento. Mi compañero piensa pero calla: Alguien está escalando nuestro hogar. ¡Quieren tumbarnos la puerta para entrar! Su primera impresión. Un poco de atavío antes de salir de la habitación no está demás. Corremos al otro balcón y vemos como decenas de jóvenes se miraban unos a otros y se preguntaban qué rayos había sucedido. Vi al Arq. Fernando Abruña, compuesto y contenido como es usual, sólo que esta vez algo conmocionaba su mirada. Salió de su casa con los ojos muy abiertos, mirando a todos lados, y se posó al lado de la emblemática xilografía de Albizu Campos de la San Sebastián. ¿Qué ha pasao?, preguntó. –No sé, le respondió con risa nerviosa el bartender de Hijos de Borinquen. Otros muchachos y muchachas que salían de La Tortuga de poco en poco, como con una lenta propia del lugar, nos miraban y hacían ademanes inquisitivos del suceso. –No sé, grité. Pa’ mí que fue un temblor. La calle se llenaba de curiosos y todos miraban en dirección a la Bahía de San Juan, pero nadie dijo las palabras fuego ni humo ni terrorismo. Algún dicharachero pensó que ya que estábamos en esas, así socializando en pajamas y tal. Quizás era buena idea subirle el volumen a la vellonera y salió algún dúo reggetonero. Vamo’animar la fiesta. Agarro mi aparato móvil que seguro que me informa de algo y voy a mi dudosa agencia de noticias favorita: Facebook. Mi vecino (también periodista y las veces cuentero) registraba actividad sísmica. “Reportando terremoto sentido en la calle Luna de San Juan a las 00.24 del viernes 23 de octubre de 2009. Suenan las alarmas de los carros aparcados, ladran los perros, se escuchan sonidos extraños y vuelve el silencio…” Suena mi celular con noticias de que un fuego inmenso, algo realmente impresionante se quema, decía la voz asustada interlocutora. Ven por favor. Más ropaje y para la calle Cristo a ver si alguien arroja un poco de la luz (sin dobles aluciones). Por los adoquines veo policías que escuchan atentos su radiotransmisor y les pregunto. Lo que están diciendo es que alguien vio un avión sobrevolar bajo por una gasolinera de Cataño, pero también hay versiones de que la Goya se prendió en fuego. Pero aquí abajo- y señaló hacia el Parque de las Palomas- está la gente viendo cómo se quema la Central Termoeléctrica de Cataño. ¿Se relacionan estos hechos? ¿Es una concatenación de eventos? ¿Y el temblor? No hay respuestas concretas. Sigo cuesta abajo. Decido corroborar con las versiones feisbukianas porque por lo visto las autoridades aún no se enteran bien de qué sucede. Muchas especulaciones, un palimpsesto de versiones le comentaría más tarde a otra colega que narraba minuto a minuto lo que sucedía desde su pequeño y no tan privado despacho informativo. Tomo una foto y la posteo, escribo las versiones narradas por el Oficial Ramírez. Pero comienzan a llegar correcciones a mi informe. La responsabilidad me priva de seguir el hilo disparatado de escribo lo que veo. No quiero anticipar. No me fio de las fuentes, por muy oficiales que se les vea. Aún no se emiten explicaciones oficiales de los medios. Soy la prensa, pero desprovista de datos concretos y corroborados. Del lugar (¿los lugares?) del hecho me separa un agradecido cuerpo de agua. O sea que solo observo y espero. Twitter y Facebook sin duda nos informan, pero también nos arrojan a una histeria de la que prefiero prescindir. Pedrito Ortiz, creativo de profesión y uno de mis personas favoritas en la red analiza: Listening to radio news you begin to understand that humans where not built to handle information w more that 140 characters. #explosionpr