En un intento de frenar su presencia en la prensa, uno de los candidatos a la Presidencia de la Universidad de Puerto Rico le dijo a una reportera que no quería saber de noticias. Y no lo culpo. La cobertura periodística que se le dio a la designación del nuevo Presidente del sistema universitario público del pPaís, José Ramón de la Torre, estuvo enmarcada dentro de cuatro valores noticiosos: actualidad, prominencia, conflicto y suspenso… que, en su constante repetición, drenan a cualquiera. Por un lado, la prominencia de la Universidad –la “casa de estudios”, como la bautizó Jaime Benítez– y el lugar que ocupa en el desarrollo del País merecen la atención de la prensa, aunque las implicaciones a largo plazo de cómo se dio el proceso de designación quedaran fuera del debate público. Por otro, predominó la explotación del suspenso y la crisis. El qué pasará y el cuándo pasará mantuvo –¿cual novela de terror?– al público enganchado. Se debe recordar que esta saga comenzó con el rumor de la posible renuncia y la posterior dimisión de Antonio García Padilla a la Presidencia. A esto, le siguieron los rumores sobre los candidatos a suplantarlo, la divulgación de los verdaderos aspirantes, sus credenciales y el apoyo con el que contaban de parte de la comunidad universitaria. Luego, se conocieron los finalistas, y, con ello, las influencias político-partidistas que impulsaban a los candidatos. Se reveló el posible designado, el elegido, la oposición a éste y las consecuencias inmediatas a su nombramiento. Fueron muchos los meses y, para colmo, plagados de rumores. Gran parte de lo reportado se basó en filtraciones –que, según los fundamentos del periodismo, sólo deben ser publicadas cuando son confirmadas por otras vías. Lo que se ventiló en los medios creó expectativas de quién o quiénes tendrían alguna posibilidad de ser confirmados. Entonces, al final, la designación de José Ramón de La Torre no constituyó ninguna sorpresa. Todos los elementos periodísticos trabajados crearon incertidumbre y, al polemizarse con espesos aderezos político-partidistas, acrecentó la noticia. El conflicto vende, y la prensa comercial explota esos valores. No es de extrañar que este tema, incluso, haya ocupado primeras planas en todos los medios. El debate sobre los finalistas a la Presidencia simuló unas primarias o, llanamente, el proceso en el que se anuncia y se discute la designación a un gabinete gubernamental. Se trabajaron los mismos valores noticiosos con mucha intensidad y con poca profundidad. Se usó el mismo libreto. Por lo mismo, no dudo que, como suele suceder con este tipo de evento, el puesto de la Presidencia corra la misma suerte en los días por venir, que después del fragor noticioso muera en los medios como si no tuviera ningún peso periodístico… Amnesia total. La prensa explota los valores noticiosos, pero no lo hace sola. Alimentando el deseo de empujar a su candidato o de debilitar al de la oposición, los sujetos-grupos de presión filtran la información a los periodistas, atendiendo a las “necesidades” de los medios. Entonces, se convierte en una relación simbiótica en la que todos participan del espectáculo. Es aquí en donde la distinción entre lo que sucede en la prensa y lo que sucede fuera de ella se torna indistinguible, y es donde las mismas fuentes pueden perder el control sobre lo que se reporta. Con esto no quiero negar que alguna de la información presentada por los medios fuera de utilidad para el público. En un sistema que permea la incomunicación, lo superficial, sensacional y definitivamente dramático que cubrió la prensa representó, para algunos universitarios, el único modo para enterarse, aunque fuera un poco, de lo que sucedía. El problema reside en que las consecuencias, las verdaderas consecuencias de todo este proceso, han quedado fuera del debate público… Esperemos, pues, que, cuando empiecen a evidenciarse sus efectos, al menos algo se publique en los medios. Lourdes Lugo-Ortiz es catedrática de la Escuela de Comunicación de la UPR de Río Piedras.