
Facebook se ha vuelto parte de nuestras vidas. Ya lo sabemos y nos guste o no, lo aceptamos. No es la primera vez que se dice esto y ya no sorprende a nadie esta afirmación. Se ha convertido en la red social más famosa y popular del ciberespacio, es visitada por cinco millones de usuarios a la semana y tiene tanta gente suscrita que si este portal fuese un país, fuese el tercero más poblado de la Tierra, por encima de los mil millones de habitantes de Estados Unidos. La red posee información personal de cada uno de sus usuarios. Gustos, actividades deportivas, recreativas, celebraciones, fiestas, fotografías, amistades, familiares, relaciones sentimentales, creencias religiosas y políticas, entre muchas otras cosas. El 79 por ciento de las empresas del mundo se basan en la información desplegada en Internet para la selección de sus posibles empleados, de igual modo se ha utilizado material publicado en Facebook para defender o acusar exitosamente a individuos en juicios y casos legales. Pero ya estamos acostumbrados a esto. Nos son habituales las críticas ante la privacidad invadida que representan los perfiles públicos de la red social o los despliegues de narcisismo virtual de aquellos que se sienten cercanos al estrellato por tener miles de fotos publicadas en un website. Nos son comunes los casos de crímenes planificados mediante la recopilación de datos a través de la red. Todo esto no nos resulta sorprendente porque, aunque no nos hayamos dado cuenta, tenemos seis años de Facebook. El desarrollador y creador de la página, Mark Zuckerberg, de tan sólo 25 años de edad, declaró sentirse contento por el auge de su red social y su empresa, la cual ha aumentado sus ingresos en un setenta por ciento y está valorizada en 15 mil millones de dólares. Según Zuckerberg el mundo es más abierto gracias al hecho de que la gente comparte más por medio de su creación. Pero esta no es una visión compartida por todos. Si bien existen aquellos que defienden que el uso de la red social contribuye al reencuentro de viejas amistades y una forma de mantener contacto con gente a distancia espacial e incluso temporal, hay otros quienes enfatizan que el éxito de la red social es muestra de una tendencia individualista presente en la era postmoderna. Cada vez más, los usuarios se aíslan frente a sus computadoras, alienándose de su entorno y “conectándose” con entes virtuales, que si bien son avatares de gente real, no existen en el mundo de lo tangible, sino en un nivel meramente representacional. Es así como se suscitan casos como el de dos vecinos que comentan sobre situaciones que solventar de su edificio sin siquiera verse, sino a través del “wall”. Durante seis años se ha incrementado la forma mediante la cual, nos hemos habituado a “comunicarnos” con entes virtuales que fungen de intermediarios entre nosotros. Facebook es un fenómeno cultural comunicativo que no requiere necesariamente de una segunda persona a la que vaya dirigida nuestro mensaje específicamente. Entonces ¿está completamente en lo cierto el joven Zuckerberg cuando se llena de orgullo por el aporte comunicacional humano de su creación? ¿O por el contrario, debería ser consciente de que en estos seis años, su red social ha instituido el individualismo acompañado sólo por la manifestación virtual de compañeros y amigos “fantasmagóricos” que no son más que reminiscencias de lo real, de lo pasado, lo lejano o incluso del vecino que vive en el departamento de al lado? En lo personal, creo que deberíamos presionar el botón para apagar la computadora, caminar al pasillo del edificio y tocar el timbre del apartamento de al frente. Videos sobre Facebook