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Tras una larga jornada en La Feria Internacional de Turismo (FITUR 2010) en Madrid, la delegación de periodistas puertorriqueños destacados a la cobertura del evento, tuvimos un respiro. Salimos del ajetreo cosmopolita de Madrid, la capital española, rumbo a la villa de Pedraza, situada en la falda segoviana. La vista pedregosa, un poco árida y con una vista monumental a la Sierra Madrileña, sirvió de modesto anticipo a lo que encontramos en Pedraza. Fuimos por recomendación de una madrileña, con la ilusión de probar la delicia del cochinillo lechal- una especialidad del lugar. Al llegar a la villa, nos dirigimos hambrientos al restaurante El Soportal. Nos recibieron con pan, ordenamos croquetas de jamón y de plato fuerte el cochinillo lechal y cordero, acompañado por una refrescante ensalada verde. Cuando llegó el turno del postre, me levanté de la mesa y me dirigí decidida a explorar con calma el ambiente de este encantador lugar de sólo 100 habitantes. Caminé por sus estrechas calles, disfruté de ese aire de quietud e historia, detenido en el tiempo. La calidez de sus ciudadanos me sorprendió. Me detuve en la tienda Margula, propiedad de la colombiana Mercedes Jiménez, me deleité con los artículos del establecimiento y salí cargada con un pan artesanal de pasas y nueces, característico de Pedraza y unos obsequios para mi niña. Intrigada por la pequeñez del sitio y el sustento de los habitantes, pregunté a Mercedes cuál es su principal fuente de empleo. Me contestó que el turismo. Me aseguró que todos en Pedraza se conocen y que el índice de criminalidad es cero. También me habló de Los Conciertos de las Velas, que se llevan a cabo los primeros dos sábados del mes de Julio. Como parte del evento, la villa medieval renuncia a la electricidad y cada rincón se alumbra sólo por velas, mientras en la Plaza Mayor se disfrutan de importantes conciertos y corridas de toros. Al reencontrarme con el grupo, caminamos al Castillo de Pedraza, construido en el siglo XVIII y restaurado en el XV y en el XVI. Cuenta Pablo Morena, guía del castillo, hoy convertido en el Museo Zuloaga, que su fenecido dueño el pintor Ignacio Zuloaga, hizo del espacio en ruinas un taller en el que concibió paisajes y retratos de los habitantes de Pedraza. En el museo se exhiben unas 30 obras del pintor. Al histórico Castillo se le vincula con sucesos como la prisión de los hijos del rey Francisco I de Francia y una que otra leyenda. Antes de partir, me detuve en la Iglesia de San Juan Bautista. Allí me encontré con Rosario, de 84 años, quien hacía los preparativos antes de la Misa. La encantadora y diminuta mujer, nacida y criada en Pedraza, me obsequió con dos estampitas de la Virgen del Carrascal, patrona de Pedraza. Me explicó que en el invierno, se ofrece Misa en el área de la capilla que tiene calefacción. Nos despedimos con un beso en cada mejilla y con la promesa de vernos tan pronto vuelva a Pedraza. Y así será, retornaré a Pedraza con la esperanza de reencontrarme con los viejos rostros y crear lazos con gente nueva, dulce y cálida.