“Todos imaginan la muerte, hasta que un cadáver nos obliga a imaginar la vida”. Estas palabras de Manuel Ramos Otero, bien podrían sintetizar el reciente fallecimiento de Jerome David Salinger. Digo fallecimiento, porque a los 91 años, que es la edad que tenía Salinger: se fallece, no se muere. Pocas o casi ninguna son las fotografías que se conocen de este estadounidense. Su ausencia, su carácter más bien esquivo era respetado y hasta venerado por los asiduos lectores que le seguían, le siguen y le seguirán siguiendo. Contrario a la gran mayoría de los escritores que ahora intentan tomar casi la posición de rockstar’s , Salinger le huyó a la vida fría y pública de la farándula y la crítica. De hecho, vivió alejado del resto del mundo en una casa de campo desde que su libro (quizá el más venerado) El guardián entre el centeno se convirtiera en una pieza medular de la literatura contemporánea de los Estados Unidos. En esa misma casa de campo, vio su última luz. En The Catcher in the Rye, que es el título original del libro mencionado, su protagonista Holden Caufield afirma: “me gustaría encontrar una cabaña en algún sitio y con el dinero que gane instalarme allí el resto de mi vida, lejos de cualquier conversación estúpida con la gente”. En efecto, fue esto lo que hizo Salinger. Su obra compone casi una oda al antihéroe. Toda una generación de estadounidenses se vio reflejada en aquel libro que suponía el detrimento de los grandes valores de todo un país, justo en el momento de la Guerra Fría. Algo similar a lo que el argentino Roberto Aralt hizo con su Juguete Rabioso, publicado en 1926. En ambos textos, aunque en fechas distintas, se narra en primera persona el deterioro de sociedades que parecían estar guarnecidas por fuertes valores. Ambos protagonistas son adolecentes y se transforman poco a paso en antihéroes, borrando así la cuestión maniquea de la literatura y mostrando lo podrido de la esperanza en el tiempo que les toca vivir. Del mismo modo, son parecidos en uno y otro caso la vida de los escritores con la de estos adolecentes protagonistas. Salinger escribió poco, y eso basta. Además de esta novela, fue un formidable cuentista. De su libro Nine stories (Nueve historias), nadie olvidará su cuento: Un día perfecto para el pez plátano. Sin duda Salinger, y como la tradición de los escritores que publican poco, quedará como uno de los grandes que revolucionó en pocas páginas la literatura de generaciones posteriores. Haciendo consolidar la premisa de que para llegar a la gente no hacen falta miles de páginas. Su vida no la conocimos, su muerte sí. Leer sus libros es una buena forma comenzar a hacerlo.