“Algo está podrido en Dinamarca”, afirmaba Shakespeare para certificar la debacle espiritual y política del reino del padre de Hamlet al inicio de su emblemático drama. En Puerto Rico también hay muchas cosas descompuestas: la filtración de imágenes de la fiesta del senador acusado y su fiscal especial, intercambiando sonrisas con o sin causas y azares, enriquecen la dramaturgia de la ocultación en el caso de De Castro Font. El melodrama politico y jurídico está servido. El escándalo es el mensaje El escándalo se articula cuando la prensa recibe una filtración de una parte interesada y convierte la ocurrencia en un evento periodístico: la abogada Lizarríbar, que se agarrará hasta de un clavo caliente para salvar a su cliente, brinda, aparentemente, las fotos del fiscal especial Cabán interactuando con De Castro Font a la redacción del diario El Vocero (que en un editorial reafirma la veracidad de las fotos). El contexto de las fotos no queda claro, pero las imágenes sugieren complicidad, clientelismo y afinidades en tiempos y espacios no muy lejanos. Es el incesto nacional. Con la difusión de las fotografías el medio periodístico se cuelga una medalla, genera discusión pública y mantiene el interés por el drama a través de sus relatos. Entretanto, la confianza en el sistema de justicia puertorriqueña continúa su deterioro y el ya célebre fiscal Cabán -no por este caso, sino por la defensa previa de actores maltratadores y raperos pendencieros que forman parte del planeta de la fama boricua- se ve sin salidas. Los imaginarios de la (in)justicia El desarrollo de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías han convertido a nuestras sociedades en “mediacracias”. Las imágenes y la confianza que despiertan los políticos, los jueces, los líderes religiosos o sindicales son en ese contexto fundamentales en el desarrollo de sus gestiones públicas. No olvidemos que en una sociedad donde la esfera pública, es decir, ese espacio simbólico de discusión sobre los problemas comunes y sus posibles soluciones, es controlada en gran medida por los “media” y dónde parece que sólo existe lo que allí aparece, administrar nuestra visibilidad pública es clave. Sin duda, se ha producido una modificación de las condiciones a partir de las cuales los temas eran identificados como públicos y privados. Los prominentes dan a conocer su vida privada y la gente corriente se confiesa sin tapujos en los “reality shows”. Así, como ha explicado Daniel Innerarity, los temas de la política y la justicia se transforman también en asuntos de imagen, sentimientos y dramas personales. Y el principal instrumento para ganar elecciones o juicios son las emociones y los imaginarios que éstos generan en la sociedad. Un caso ya no se gana únicamente en sala del juez. El éxito o fracaso del mismo depende también de las percepciones públicas en torno a sus protagonistas. ¿Héroe, villano o víctima? Cabán, abogado y fiscal mediático, cómodo entre las celebridades, ahora es protagonista de uno de los principales dramas jurídicos de nuestra historia contemporánea. El caso de De Castro Font va al corazón de la podredumbre partidocrática en la isla. La sospecha de convivencia con el objeto de su investigación es terrible para Cabán y para el proceso. ¿Le faltó criterio judicial y no se retiró a tiempo? ¿Forma parte, “como quien no quiere la cosa”, de una trama más oscura dirigida a descarrilar el caso y salvar la cabeza de varios personajes claves del poder político? ¿O de pronto se ha visto sentado en la silla de los investigados sin entender las telarañas que le están enredando en una trama más peligrosa de lo que pensaba? Lamentablemente, una vez más la tensión entre la transparencia y la secretividad lacera la administración de la justicia y la gestión pública, aumentando la desconfianza ciudadana y la apatía con respecto al sistema. En tanto, los hilos ocultos del poder económico privado, ya sean desarrolladores, publicistas u empresarios de las aseguradoras de la salud, siguen moviéndose por obra y gracia de los titiriteros que manipulan los muñecos del espectáculo. Sí, algo está podrido en Dinamarca. El autor es catedrático de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.