El afamado crítico de cine Roger Ebert le dio sus temidos two thumbs down a la nueva ola de cine en 3D. No obstante, el público cinéfilo devora semanalmente los estrenos en tercera dimensión, que han roto récords de audiencia, como sucedió con el filme Avatar del director James Cameron, que se convirtió en la cinta más taquillera de la historia. Con el exitoso lanzamiento de Tron: Legacy, se cementó la concepción de que el cine 3D está para quedarse. Aún así, hay escépticos de su prevalencia.
El cine en 3D no es una invención nueva. Para 1950, el boom del 3D arropaba la cinematografía en Hollywood: con las arquetípicas gafas azules y rojas, el público se horrorizaba con Grace Kelly en Dial M for Murder, de Alfred Hitchcock. La vuelta al 3D se podría inferir que es resultado de la crisis económica en la cinematografía, la piratería y el advenimiento del formato Blu Ray. Con tanta competencia, Hollywood tenía que ofrecer una experiencia que sólo se pudiera adquirir en una sala de cine.
Pixar declaró apocalípticamente que el futuro es 3D. Sin embargo, Juanchi González y Kaell Matías, cinematógrafos y expertos en efectos especiales, tienen sus reservas. “Lo visual es esencial; soy pro efectos especiales CG (computer generated) en postproducción para mejorar la narrativa de una historia, pero el cine 3D todavía es una ilusión que se quiere vender a la audiencia”, sentenció Matías.
No es la primera vez que el cine experimenta cambios controversiales. Del silente a los talkies, del celuloide blanco y negro al color, del live action al CG…siempre hay opiniones disidentes frente al cambio. Ante estos precedentes, Matías y González concordaron que esta evolución no tiene la misma naturalidad que otros progresos del cine. “Los procesos anteriores tenían una lógica detrás de ellos: la vida tiene sonido, la vida es a color…pero aunque la vida es en tres dimensiones, las cosas no saltan hacia ti”, afirmó Matías. “El 3D ha fallado antes; no me parece que esta vez vaya a durar tampoco. Las circunstancias son muy parecidas a las de los 50”, culminó González.
Hasta el momento, hay cuatro maneras de realizar cine en 3D. Las primeras dos son similares: se utilizan dos cámaras individuales, unidas y montadas en una sola grúa para crear la ilusión visual del ojo izquierdo y el derecho (técnica que se utilizó para Avatar). Aunque más orgánica, prueba tener limitaciones para tomas difíciles. La tercera está en desarrollo; el in camera 3D, que actualmente sólo Panasonic ha producido. La misma es una sola cámara con dos lentes estereoscópicos y dos memorias digitales individuales. La cuarta forma es la más usada y pobre en calidad, 3D en postproducción. En Alice in Wonderland (2010) y Clash of the Titans (2010), el 3D fue generado en postproducción, lo que hace el producto final sea inferior visualmente, ya que no se esbozó un guión técnico de movimientos de cámara que explote el uso de la tecnología.
Algo que preocupa a los cineastas es la subsistencia del cine independiente ante la masificación del 3D en el campo de la cinematografía. “El equipo para realizar este cine está fuera del presupuesto de un cineasta independiente y de su interés también”, asintieron ambos. La preocupación por el sector novel no es la única. El cineasta Darren Aronofsky, autor de Black Swan (2010) ha perdido varios proyectos de envergadura, entre ellos el reboot de la franquicia Robocop por no querer adaptar la cinta al formato 3D. El veterano director Martin Scorsese, sin embargo, se encuentra en producción de Hugo Cabret, su primera cinta 3D. La decisión de transición no sólo recae en las casas productoras, sino también en el director.
¿Se daña la experiencia del cine o se transforma? “Desde la perspectiva psicológica, se añade otra barrera entre el espectador y la historia: ya no es sólo la tela plateada donde se proyecta la cinta, sino también las gafas, que te acercan, pero a la vez, te alejan”, sostuvo Matías. Si en algo hay consenso es que el cine 3D es, ante todo, un efecto especial y no una forma de contar un relato. La calidad del guión es primordial según Matías y González. Mientras no se pierda el criterio, no se extinguirá el buen cine. La decisión de quién prevalecerá en la batalla del 2D y el 3D recaerá, finalmente, en la audiencia.