I. Meditación
Sentí que tenía una idea, aunque difusa, de lo que sucedía, pero resulta que estaba equivocado. Lo que sabía no me basta y lo que pienso no lo logro articular. Mientras aumenta la agresividad de las fuerzas policiales del Estado, solo me queda la duda y la incertidumbre. Un extenso mar se agita frente a mis ojos y me quedo entumecido sin poder maniobrar la barcaza improvisada en la que navego. Solo me queda dejar que las corrientes me empujen o zambullirme en el agua para empujar, como pueda, la balsa que anda a la deriva.
Aquel sueño de una resistencia múltiple y diversa, heterogénea y contradictoria se viene abajo. La multitud, esa pluralidad de singularidades, que compuso el pasado movimiento estudiantil y que estrechó sus brazos con la intención de resistir los golpes de un gobierno autoritario, se ha ido fragmentando y desintegrando. Las pequeñas fisuras amenazan con convertirse en acantilados estrepitosos. Son variados los insultos que le dirigen a la diferencia, a la otredad encarnada en antiguos y acostumbrados cuerpos solidarios. Si no hacemos lo que dicen, somos quinta-columnistas, si no deliberamos donde quieren, somos traidores. Si osamos expresar una visión divergente en público dejamos de ser parte del movimiento. Somos, entonces, otra cosa.
La polarización es intensa e incrementa cada día. Ni siquiera mi cuerpo se mantiene entero conmigo. Mi brazo izquierdo me ha abandonado por nuevos frentes de batalla. Harto de golpearse contra el muro que se erige frente a nuestros cuerpos, decidió cederle su espacio de agenciamiento a sus dedos. Mientras, mi brazo derecho insiste en la confrontación corporal, en el ir y venir de los cuerpos. Estoy fragmentado.
Pero, la incertidumbre que me invade y que extiende sus tentáculos sobre nuestras mentes tiene sus límites también. Aunque no puedo discernir con absoluta claridad quién comienza la violencia -¿existe un principio?-, sí puedo entender quién utiliza fuerza física desproporcionada. Asimismo, me aproximo a entender que un verdadero movimiento amplio y heterogéneo no levanta su voz de protesta mediante el insulto sino a través del debate abierto y respetuoso. ¿Qué se consigue diciéndole "rompehuelga" a un compañero profesor/estudiante? ¿Cómo se "rompe" una huelga cuando en la universidad el trabajo se realiza con nuestras mentes? ¿Dejamos de pensar?
II. Reflexión
Queda esperanza, pero su destello jadeante se hace cada instante más diminuto y peligra con esconderse en el horizonte. Nos urge re-pensar las tácticas y la estrategia. El gobernador Luis Fortuño y su gobierno buscan más portadas con cristales rotos y encapuchados con palos, algun@s compañer@s buscan portadas que muestren policías golpeando y excediéndose en el uso de la fuerza. Al final, tanto el gobierno como este grupo de estudiantes procuran un mismo fin: la mediatización de la violencia.
El gobierno se deleita grotescamente con poder movilizar su mollero contra un estudiantado desafiante. No basta con ningunear los reclamos estudiantiles, hay un afán con someter a la disciplina los cuerpos de quien proteste, quien resista. Pronto florecerán con mustios colores los discursos sobre el "heroismo" policial y el "digno" ejemplo que se con-figura en el uso inagotable del rotén contra jóvenes apretados sobre el suelo.
Ya empezamos a repetir hasta la saciedad los vídeos que proyectan esa violencia inacabable, ese ejercicio bárbaro de la dominación absoluta y del sometimiento total del adversario. Ante esta embestida brutal, ¿qué nos queda? ¿Someter totalmente a nuestro "enemigo": al gobierno, a la administración universitaria, al disidente, al espectador? Ante el despiadado uso de la fuerza y el sádico empleo de la violencia, ¿qué hacemos? ¿Responder con mayor fuerza, con mayor violencia? En este encuentro, ¿para poder "vencer" tenemos que convertirnos en lo que rechazamos?
La violencia que vivimos no es solamente la subjetiva: el choque de cuerpos, la conflagración de lo material. La violencia tiene, además, dimensiones simbólicas y objetivas. Cuando la administración universitaria prohíbe actividades colectivas en el recinto de Río Piedras, esto es violencia objetiva -aquella ejercida por la ideología- y simbólica -la que se suscita en el plano inmaterial-. No hay nadie golpeando a otra persona, pero sí hay un "golpe" metafórico (ideológico) a derechos fundamentales de movimiento, expresión y asociación, una supresión simbólica de la noción de disidencia.
Reorganicemos nuestras formas de actuar. Sacar a los estudiantes de sus salones de clase, aunque sean pocos, tirando bombitas de humo y virando agresivamente los pupitres no van a ganarnos adeptos a "la causa". Peor aún, la intimidación es un acto de violencia simbólica que debe ser igualmente condenado. De igual manera, el uso de violencia subjetiva en cuanto al uso de objetos se refiere es similarmente reprochable.
Por otro lado, la bandera de la autodefensa solo se puede levantar y justificar cuando ese acto se emplea de forma espontánea y no pre-meditada, pero sobre todo cuando la defensa es proporcional a la agresión recibida. Un discurso de un movimiento de desobediencia civil y de no-violencia no se puede articular mientras se empleen estos métodos de violencia contra pares.
Andar encapuchados, por más que pueda entender la razón de seguridad detrás de la capucha, no trabaja en nuestro favor. Un acto honesto y reflexivo nos debe conducir a reconsiderar las capuchas en este momento y, como pasado "encapuchado", reconozco este nuevo límite. Si vamos a emprender actos de desobediencia civil significa que aceptamos la responsabilidad moral y legal que conlleva el acto. Utilizar una capucha iría, por lo tanto, en contra del principio ético-político del desafío.
III. Proyección
¿Qué nos depara el futuro? La realidad es que no sé. Es, precisamente, la incertidumbre la que domina mi quehacer. No se trata de que espero lograr alguna certeza absoluta, pero sí al menos una relativa certeza que apacigüe un poco el clima. Para ello presento una serie de sugerencias o de posibles rutas que transitar, por eso de continuar con la línea de mi columna anterior. Estas sugerencias bien pueden aplicar al estudiantado, profesorado, trabajadores y no-docentes.
El próximo viernes comienza un receso académico y administrativo el cual se extenderá hasta al 10 de enero de 2011. La actividad dentro del recinto se detendrá por un gran período. En estas tres semanas se acercan días festivos y de reunión familiar: 24, 25 y 31 de diciembre y 1, 5 y 6 de enero. Intentar movilizar actividades masivas en estos días sería totalmente contraproducente ante el público del país.
Ante ese panorama, le propongo a mis compañer@s que consideremos seriamente declarar una especie de "cese al fuego" hasta el año que viene y re-iniciar un proceso de diálogo "interno" sincero. Necesitamos entrar en una re-evaluación profunda de las tácticas y discutir con mayor amplitud la estrategia a seguir. Aprovechemos ese período para descansar y llevar a cabo reuniones semanales sobre cómo atender y trabajar la acción directa en el nuevo año. Propiciemos la creación de nuevos grupos autónomos de autogestión que diversifiquen los espacios de agencia. Un movimiento se constituye, necesariamente, de múltiples ricos y complejos grupos de participación, así como de individuos no-afiliados. No se puede pretender presentar una imagen de unidad absoluta al país porque hacerlo constituye una invisibilización de la diferencia entre nosotr@s.
Propongo, además, que entablemos un debate franco que atienda tres puntos: la reforma universitaria, el futuro déficit que deja inoperante a la UPR a partir del 1 de julio de 2011 y cómo articulamos la universidad que deseamos. La reforma universitaria viene como imposición del ejecutivo y debemos contemplar cómo incidir efectivamente en el proceso. Para eso debemos tener pensado, discutido y estructurado algún proyecto. Es de gran urgencia, además, hacer un estudio sosegado y abarcador de las finanzas institucionales por medio del cual podamos hacer recomendaciones puntuales para estabilizar el fisco universitario. Por último, propongo que celebremos foros, conversatorios y debates sobre la universidad que deseamos. Discutamos, de forma comunitaria, qué es y qué puede ser la universidad, cómo la hacemos, etc. Estos son algunos de los nuevos retos que se avecinan.
Desde el principio del semestre dije que el asunto de la cuota era divisorio y que debíamos encadenarlo a uno de los problemas mayores: la falta de participación efectiva en la estructura institucional. La cuota es símbolo del colapso democrático. Ya sabemos que es innecesaria porque el dinero existe para que el Estado la pague, pero el gobierno y la administración universitaria insisten en su aplicación como muestra de su poder.
Ante el colapso rotundo de nuestra "democracia", pero sobre todo ante el surgimiento continuo de una gobernanza autoritaria, la lucha por la universidad es símbolo de una lucha mayor. La lucha por la democracia. Para eso, es importante que los universitarios abramos la universidad y la llevemos a todo espacio social. No me refiero a llevar "cátedras", sino a sostener diálogos y discusiones con el resto de la sociedad. Montemos una universidad en cada fila del banco, en el supermercado, en la plaza, en los centros comerciales, en los campos y en cada parada de guagua. A eso le llamé en mayo pasado la situación social-universitaria permanente.
Mis sugerencias y lecturas no deben tomarse como absolutas ni totales. No pretendo ofrecer soluciones libres de críticas ni infalibles. Así como las capuchas tienen su límite, lo que articulo aquí también lo tiene. Pero, les digo que cuando no podamos soñar más entonces morimos (Emma Goldman). No repliquemos al '68 francés o a Londres y Roma en el 2010, hagamos que sus acciones tengan resonancia en nuestro actuar. Seamos espectros de otros tiempos y otros espacios, seamos la diferencia.
*Lea el texto original en el blog Multitud Enredada.