El viernes 14 de enero los tunecinos vivieron un momento histórico para su país y para toda la región del Norte de África. Tras 23 años de un régimen corrupto y represivo, las revueltas que durante un mes sacudieron el país de norte a sur acabaron con la huida del Presidente Zine el-Abidine Ben Ali. Una revolución sin precedentes hacia la que finalmente todos miran.
Decía la periodista egipcia Mona El-Tahawy ayer en Twitter:
"Todo líder árabe mira hoy a Túnez con miedo, y todo ciudadano árabe mira hoy a Túnez con esperanza".
O como lo expresa la diseñadora gráfica egipcia Zeinab Samir en esta imagen, que capta la esperanza de muchos de que el cambio que han logrado los tunecinos sea posible en el resto de países de la región:
Pero esta revolución, que algunos llaman la Revolución del Jazmín, otros la Revolución de Sidi Bouzid y otros la revolución de Mohamad Bouazizi, en honor al joven que se inmoló el 17 de diciembre en protesta por la situación económica y la corrupción después de que la policía le confiscase su puesto de fruta y verdura, es fruto no sólo de problemas políticos, sociales y económicos que afectan a toda la región, sino de factores específicos del país que se han aunado y han derivado en el levantamiento de estos días. ¿Qué es lo que ha hecho posible esta revolución?
El primer y principal factor ha sido, sin duda, el propio carácter de la sociedad tunecina. La presencia de una gran mayoría de jóvenes con alta formación universitaria enfrentados a la dura situación económica y a las altas tasas de desempleo y de corrupción ha sido clave en la canalización de la frustración ante la falta de expectativas y la injusticia instalada en el país. La edad media de la población tunecina está en torno a los 27 años, una ciudadanía joven a la que el régimen del anterior Presidente, Habib Burguiba, abrió el acceso a la educación a unos niveles muy altos e impensables hace unas décadas. Estos jóvenes han supuesto el motor de búsqueda de un cambio y de presión popular que ha desencadenado los levantamientos ciudad a ciudad y pueblo a pueblo, con un precio que ha sido alto: cientos de víctimas por todo el país. También en palabras de Mona El-Tahawy, lo singular de esta revolución es que “no ha venido de la mano ni de los islamistas, ni de invasiones extranjeras en el nombre de la democracia, sino de la propia juventud de este país”.
El Ejército. La autoridad del Gobierno tunecino se manifestaba a través de una fuerte presencia de la Policía, que trabajaba en estrecha alianza con el Presidente. Esto ha hecho que se conozca a Túnez como un “estado policial”, algo que aparece incluso registrado en alguno de los cables de Wikileaks relativos al país. El Ejército, en cambio, se ha mantenido en gran medida independiente del Gobierno de mano de hierro de Ben Ali y ha sido clave durante los levantamientos, que una alianza entre Presidente y Ejército habría reprimido con mucha mayor contundencia. Si es cierto el papel que se le adjudica al General en Jefe, del que se dice que se negó a acatar la orden de Ben Ali de abrir fuego contra manifestantes desarmados, esta institución habría sido clave en el momento histórico que vive el país.
Los medios. Muchos se refieren ya al levantamiento de la sociedad tunecina como “la revolución de Twitter o “la revolución de Wikileaks”. Para muchas víctimas de la represión y activistas por los derechos humanos, tanto en Túnez como en otros países de la región, estos titulares suenan a un intento occidental de etiquetar de un modo homogéneo todo lo que sucede en la zona de Oriente Medio y Norte de África. El artículo de Foreign Policy The first Wikileaks revolution en el que se pone el énfasis en el papel de Wikileaks como impulsor de las revueltas, es desproporcionado y ofensivo para muchos. “La revolución es 100% producto tunecino”, me comenta el activista mauritano Nasser Weddady, “y no hay que desviar de Túnez los méritos”. Según la escritora y bloguera estadounidense Jillian C York, la revolución tunecina “no es de Twitter ni de Wikileaks, sino simplemente humana.”
Aunque sin duda el mérito del primer caso de derrocamiento de un régimen por presión de su propio pueblo en la historia moderna de la región es de los propios tunecinos, los medios han cumplido una importante función como altavoz de lo que estaba sucediendo. No los medios tradicionales, que no han dado cobertura a las revueltas hasta que la relevancia histórica de los hechos resultó innegable, pero sí Internet y los medios sociales, de los que los tunecinos se han servido para contar en primera persona al mundo lo que estaba sucediendo. Alrededor del 16 % de los tunecinos está en Facebook, a pesar de los intentos de Ben Ali de impedir el acceso de los ciudadanos a medios y plataformas sociales de Internet, y la tunecina es la comunidad online más activa de toda África. Blogs y portales de noticias como SBZ News y Nawaat han cubierto el vacío informativo que dejaron la mayoría de medios (con la excepción de Al-Jazeera, que ha hecho una gran cobertura a pesar de que las autoridades les restringieron el acceso al país). Vídeos como este de Youtube, en el que un hombre grita solo en plena calle la victoria del pueblo tunecino mientras la mujer que lo graba llora de emoción, han dado la vuelta al mundo:
Según el conocido blog sobre tecnología Read Write Web, la detención de un bloguero tan influyente como Slim Ammamou (liberado el 13 de enero), entre otros blogueros y activistas, fue un grave error del Gobierno tunecino. Ammamou es fundador del Partido Pirata de Túnez, activo defensor de la Neutralidad de la Red y colaborador precisamente de Read Write Web y generó una ola de solidaridad que hizo que más internautas se hiciesen eco de las revueltas y la represión en el país.
Una revolución del siglo XXI en la que al descontento popular y a la fuerza de sus ciudadanos como motor de cambio se suma la tecnología que los empodera y los hace independientes. Para narrar la Historia que ellos mismos están construyendo y contarla al mundo con sus propias voces.