Tan reciente como la primera semana del mes de enero del 2015 aparecía en las portadas de la mayoría de los diarios latinoamericanos el anuncio de que China se comprometía a invertir $250,000 millones de dólares en la región de América Latina. Esto, sin embargo, no es asunto del todo nuevo. Por casi una década, China ha estado invirtiendo considerables sumas de dinero por toda la región latinoamericana, pero este patrón se ha acrecentado desde el 2008, lo que coincide con la crisis económica estadounidense. El flujo de capital desde el país asiático ha sido “toda una bendición” para muchos países que no pueden atraer o acceder capital en los mercados tradicionales. Sin embargo, un breve análisis de la penetración china en la parte latina del hemisferio, revela ciertos patrones inquietantes.
A diferencia del imperialismo capitalista americano, donde tanto el Estado como los bancos duermen “acurrucados en la cama, pero fuera de la santidad del matrimonio”, el capital financiero y el Estado chino son uno solo. Los cuatro bancos más grandes chinos, son propiedad del Estado, estos incluyen el Banco de China, El Banco de Construcción China, El Banco Comercial e Industrial de China y el Banco Agricultura de China.
A esta lista tenemos que añadir el Banco de Exportación-Importación de China mejor conocido como Eximbank, el cual se caracteriza por ser único proveedor de préstamos concesionales. Este último provee crédito de inversión a las empresas Chinas para que los utilicen en sus negocios en el exterior, pero más importante aún, da préstamos a países interesados, con términos de créditos, para la importación de productos chinos.[1]
Estos bancos han sido fundamentales en la financiación de mega proyectos a través de toda la región. Pero lo que más resalta en esta tendencia es que los préstamos concesionales de Eximbank enfatizan en que la construcción de estos mega proyectos sean llevados a cabo por compañías y mano de obra china, o que la compra del equipo y tecnología también sea chino. La siguiente tabla, aunque es una muestra efímera que no incluye inversión en la industria minera, agricultura o de petróleo, muestra bien este patrón.
Por otro lado, esta lista no incluye donaciones que el gobierno Chino otorga para la construcción de escuelas, estadios nacionales, complejos hoteleros, puertos, carreteras, etc. Un buen ejmplo podría ser el estadio nacional de Costa Rica a un costo $100 millones, la donación al auditorio de Uruguay o los $13 millones donados al gobierno de Bolivia para la compra de automóviles, la mayoría protocolares, entre decenas de otras “donaciones” multimillonarias.
La penetración de China es de tal magnitud, que en el 2014 la legislatura de Nicaragua aprobó una concesión por 50 años a la compañía HKND para la construcción y uso de un canal que uniría el Océano Pacífico con el Mar Caribe. El proyecto incluye, además, la construcción de carreteras, ferrocarriles, un petroducto, un Parador (Resort), dos puertos y un canal que sería cinco veces más largo que el canal de Panamá, a un costo estimado de $50,000 millones.
Lo poco que ha salido a relucir es que Wang Jing, el multimillonario detrás de HKND, ha obtenido una concesión sobre la operación del canal, donde Nicaragua sólo obtendrá 1% de las ganancias por 50 años, y luego tendrá que esperar 50 años para aspirar a tener un 50%. De acuerdo a la ley 840 creada para habilitar la construcción del canal, Wang (conocido en la ley como el “inversionista”) estará exento del pago de impuesto y todo tipo de ley o regulación comercial del país.
Es alarmante, que esta ley le otorga poder exclusivo de expropiar las tierras necesarias para desarrollar todos los aspectos del proyecto, lo que es una entrega de soberanía sobre todo el territorio nicaragüense ya que al momento de la aprobación del mandato, no había ninguna ruta concretizada. Todos los estudios técnicos, ambientales y financieros se han mantenido en secreto y muchos se cuestionan como Wang podrá sacar tanto dinero.
El propio Wang ha dicho en ocasiones que es un secreto, lo que significa para muchos que terminará siendo una inversión del gobierno chino en vez de una inversión de un consorcio privado internacional. Este canal permitirá el paso de buques más grandes, inclusive que los que el nuevo canal de Panamá permite, los cuales cargan principalmente gas y crudo desde las Américas a China, eliminando así los $500,000 que le cuesta a cada embarcación por pasar por Panamá.
Lo más preocupante es la creciente deuda que se ha ido acumulando con China, especialmente de parte de los países exportadores de materia prima como Venezuela. De acuerdo a una investigación por Galagher, Irwin y Koleski, en el año 2010 solamente el Eximbank y el China Development Bank otorgaron créditos por sobre $37,000 millones de dólares en la región de América Latina y el Caribe. Esto es más que lo que en combinación han dado el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el gobierno de Estados Unidos[2].
En comparación con bancos regionales o el Fondo Monetario Internacional (FMI), que usualmente atan sus préstamos a políticas específicas como transparencia y liberalización de mercados, el atractivo de Eximbank y otros bancos chinos es la cantidad de dinero disponible para prestar y la velocidad con la que se aprueba el crédito. Pero a diferencia del FMI, las deudas contraídas con Eximbank son pagadas con relativa facilidad, ya que sus pagos se dan a base de suministro de materia prima o concesión de licencias de explotación de recursos naturales.
La mayoría de ese dinero ha sido prestado a Venezuela, que desde 2007 ha tomado alrededor $55,000,000,000 billones de dólares. Estos préstamos se pagan con petróleo o concesiones de exploración o extracción. Por ejemplo, el país suramericano actualmente envía a China 524,000barriles de petróleo diarios de los cuales más de la mitad son para pagar préstamos. Esto representa una carga enorme para la economía del país venezolano, que solo cuenta con 1.3 millones de barriles diarios para vender. La reciente caída del precio del barril exacerba la precaria situación fiscal y económica venezolana, ya que es completamente dependiente a la exportación de petróleo (95% de sus exportaciones), un problema enorme si consideramos que la mayoría de los productos consumidos localmente son importados.
La caída del precio por barril y el creciente endeudamiento en términos del uso de petróleo como método de pago, equivale a una bomba de tiempo. Esto le podría costar a Venezuela la diversificación económica del país, la necesaria reinversión en PSDVA y sobre todo pone en peligro los programas sociales creados durante el gobierno de Hugo Chávez financiados mayormente por la venta de crudo.
No sólo el liderazgo venezolano se está posicionando en una relación de dependencia y vulnerabilidad ante China. La entrada del gigante oriental en la región está poniendo en peligro la industrialización y diversificación de las economías latinoamericanas en general. La importación de productos chinos ha afectado industrias tales como la de textil en Colombia. La dependencia en la exportación de materia prima ha ido exacerbando el déficit comercial con China, poniendo en peligro el desarrollo económico de los paises endeudados. Me pregunto: ¿ha cambiado la estructura de dependencia entre EE.UU. y la región latinoamericana, a la que Raúl Prebish y Teotino Dos Santos culpaban como la causa de subdesarrollo, o simplemente hemos cambiado el águila por el dragón?
[1] http://www.iadb.org/es/noticias/comunicados-de-prensa/2010-10-22/eximbank-de-china-y-el-bid-expanden-actividad-comercial,8323.html
[2] Kevin Gallagher, Amos Irwin, and Katherine Koleski (2012) Chinese Loans to Latin America: A Better Deal? Inter-American dialogue. Recuperado de: http://www.thedialogue.org/PublicationFiles/TheNewBanksinTown-FullTextnewversion.pdf