Nota del Editor: Los días finales de Manuel Abreu Adorno siempre han sido una incógnita. Cuando se publicó este artículo ayer, se reseñó que el fallecimiento de Manuel fue un suicidio, según declaraciones recopiladas en entrevistas. Sin embargo, no fue así. En el día de hoy, María de Lourdes, hermana de Manuel, se comunicó con Diálogo para aclarar que el escritor falleció de un infarto al corazón y que no se trató de un suicidio, como se ha rumorado. La familia Abreu desea que se difunda la verdad. "La literatura de Puerto Rico perdió un gran talento…dejó una obra que hay que celebrar", culminó.
“Ay eso tú no lo vas a encontrar. Ni lo busques,” respondió la señora, escondiéndose tras la puerta de Ediciones Huracán, en Río Piedras, “él está out of print desde los setenta”. Encontrarlo no ha sido fácil. Ni la tecnología más avanzada logró descifrar el enigma que es el escritor puertorriqueño Manuel Abreu Adorno. La naturaleza escurridiza de su prosa parece ser eco de quien en vida fue personaje de su propia narrativa: ingenioso, inconexo, poliforme, fugaz. Este “escritor neto pero con cara de niño mofletudo”, como lo describe su profesor y amigo en Francia Saúl Yurkievich en el prólogo de No todas las suecas son rubias, de Abreu Adorno, parece haber dejado para sus lectores una charada inconclusa, que desemboca inevitablemente en la inédita Elegía a Eleanor Rigby. “Apenas se ha trabajado… hay quienes están comenzando a aquilatar su producción literaria”, explicó la profesora y escritora Magali García Ramis. Nos queda ahora dar a conocer su voz literaria.
A Day In The Life
Manuel José Abreu Adorno nació el 21 de abril de 1955 en San Juan, hijo de Manuel Abreu y Nilda Adorno. Su madre contrajo nupcias posteriormente con el licenciado Juan José Martínez Rodríguez, quien es el actual custodio de la obra del escritor. Durante su adolescencia, residió en Park Boulevard, en Santurce. Manuel formalizó sus estudios en el Colegio San Ignacio de Loyola en San Juan, donde fue presidente de su clase graduanda de 1973 y Salutatorian en la ceremonia de graduación. Su educación en San Ignacio de Loyola sirvió como inspiración para escribir su última obra, Elegía a Eleanor Rigby, un memoir de sus años en la High.
Ingresó a la facultad de Humanidades en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP), en el 1973. Una vez en la Universidad, Abreu Adorno cultivó la poesía y la narrativa, según señaló el periodista Pedro Zervigón para El Nuevo Día en 1992. En el transcurso de su educación universitaria, absorbió la cultura riopedrense, que serviría también como tema recurrente en su obra. Ya terminada su preparación en la UPR-RP con altos honores en 1977, emprendió su exilio voluntario de siete años, el cual describió para el semanario Claridad en el 1980 como “el peregrinaje de todo escritor latinoamericano”, aventura que duraría en su trayectoria como escritor. Comenzó en la Universidad Central de Barcelona, donde cursó un año, para luego trasladarse a la Universidad de París. Es en Francia que Manuel despega su carrera como literato, con la publicación su primera obra, Llegaron los hippies y otros cuentos.
Publicado por Ediciones Huracán en 1978, Llegaron los hippies cuenta la llegada impromptu de hippies a Vega Baja, con LSD y cánticos de peace and love; relata el (des)encuentro sexual entre una prostituta puertorriqueña y un agente federal e intuye La verdad sobre Farah Fawcett Majors, posmoderno en su concepción. Llegaron los hippies delinea el emergente estilo narrativo de Manuel, quien acababa de dar el salto de la poesía a la narrativa. Su colección de poemas, Sonido de lo innombrable, publicado en 1992 por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, fue escrito entre 1978 y 1984. El poemario, organizado cronológicamente, desvela los pensamientos más ordinarios, frecuentes y recónditos del autor, que con su poética ingeniosa, concisa y desenfadada, logra seducir hasta al lector más apático a la poesía. Son los poemas anteriores a Sonido de lo innombrable los más extraordinarios: retratan el humor del autor en la época y la desnudez en la cual se escribieron, sin ninguna pretensión erudita. Durante una entrevista para Claridad en el 1980, Manuel explica su evolución estilística: “Yo comencé como poeta y lo primero que publiqué fueron poemas pero ahora estoy dedicado a la novela…El trabajo del narrador, del novelista, es bien excluyente, bien absorbente. Requiere un temperamento muy particular que yo creo que es distinto al del poeta que escribe cuando le llegan las imágenes, cuando le llegan los ritmos. El trabajo del novelista requiere una dedicación diaria”. Manuel apostó con finalidad: “Al poeta le llega el poema”.
Revolution
Aunque la obra de Abreu Adorno no es catalogada con género particular, ha sido señalado como uno de los precursores anónimos del McOndo, la nueva narrativa latinoamericana que sitúa como contrapunto el realismo mágico, icónico del Macondo de Gabriel García Márquez. El manifiesto del movimiento es sintetizado en el prólogo de McOndo, del escritor chileno Alberto Fuguet: “Nuestro McOndo es tan latinoamericano y mágico (exótico) como el Macondo real (que, a todo esto, no es real sino virtual). Nuestro país McOndo es más grande, sobrepoblado y lleno de contaminación, con autopistas, metro, tv-cable y barriadas. En McOndo hay McDonald´s, computadores Mac y condominios, amén de hoteles cinco estrellas construidos con dinero lavado y malls gigantescos”.
El estilo de Manuel se traduce como arte pop literario. Su influencia de todo lo popular, lo masmediático, es evidente; es esa su aspiración e inspiración. Sus historias fluctúan entre las luces neón de los letreros de comida rápida y billboards, viajes psicodélicos, relatos sin contar de egresados de escuelas católicas, estruendos del sitar hindú de los Beatles en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club, el spanglish como lengua oficial, la fascinación con Hollywood, el deporte nacional, la bayoya boricua, el hit parade, las telenovelas y los radio dramas, las películas de James Bond…en fin, la realidad y cotidianidad de la juventud puertorriqueña de los 70 –y coincidentemente la actual– sin refinar.
Yesterday
No todas las suecas son rubias, escrita en 1980 y publicada en el 1992, narra la relación amorosa entre Alberto, un aficionado escritor puertorriqueño radicado en París y Christina, una joven estudiante sueca. Abreu Adorno articula la trama en juegos de estereotipos, entrelazados por choques culturales, el taboo, la identidad y manifestación sexual, el ocio y los excesos, la literatura, los cafés y el cliché de lo latinoamericano, la embriagante cuidad parisina fungiendo como su escenario. Yurkievich comenta en el prólogo de la obra: “No todas las suecas son rubias posee el poder, efectivo en cada lectura de devolverme a Manuel Abreu, casi por entero… Línea a línea, como ocurre con los escritos de amigos muy próximos, vuelvo a escuchar su voz grave, su acento discretamente caribeño, percibo su tono, pulso su ritmo elocutivo…”
Francia fue inspiración y oportunidad para Manuel. Allí conoció al escritor Julio Cortázar, a quien responsabiliza por su amor a la literatura. Revive los encuentros en una pieza para la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña; un in memoriam a raíz de la muerte del escritor argentino en 1984. “A Cortázar le debo esa noción de literatura como objeto placentero, como lúdica representación verbal, de una frescura infantil permanente…” Sus “encuentros y desencuentros” con Cortázar desembocaron en una amistad, basada en la admiración mutua.
Help!
En 1984, el autor volvió a la Isla en la búsqueda de una casa editorial que adoptara su última novela, Elegía a Eleanor Rigby, titulada en alusión a la canción popularizada por los Beatles. Manuel indicó en su texto sobre Cortázar que tuvo problemas en conseguir alguien interesado en publicar la Elegía. No fue hasta después de su fallecimiento que salieron a la luz No todas las suecas son rubias y Sonido de lo innombrable, pero su obra cumbre, “completamente autobiográfica e injustamente inédita” como afirma Yurkievich, no ha corrido la misma suerte.
“No había leído su obra antes de conocerlo…él llegó a nuestras oficinas para conversar sobre su novela, Elegía a Eleanor Rigby”, recordó la periodista y ex profesora de Humanidades Eneid-Routte Gómez, haciendo referencia de la visita de Manuel a las oficinas del periódico San Juan Star, donde trabajaba en los 80. Manuel, ataviado completamente de negro, con excepción de una chaqueta marrón, entró al edificio del periódico, donde fue entrevistado por Routte-Gómez. “Lo más que recuerdo es su voz grave y sus ojos oscuros…tenía una mirada muy particular, penetrante”. Routte-Gómez precisó que luego de la muerte del autor, su padrastro acudió a las oficinas del periódico, en aras de agradecerles por la realización de la entrevista.
Carmen Santos, de la División de Publicaciones y Grabaciones del Instituto de Cultura Puertorriqueña, explicó que la Elegía estaba en planes de ser publicada hace cinco años, pero los trámites finalizaron cuando el padrastro de Manuel se llevó el manuscrito final para buscar otras opiniones de editores y nunca regresó. En una nota al calce en la reseña sobre Abreu Adorno en La Revista del periódico El Nuevo Día en el 2006, Martínez Rodríguez dijo que existen tres versiones de la Elegía, la última influenciada por la muerte de John Lennon, y la que cual el autor consideró ser la apropiada para publicación.
Hello, Goodbye
Ocho meses después del fallecimiento de Julio Cortázar, Manuel le siguió, el 29 de octubre de 1984. Dejó en el anonimato de sus cafés y plazas parisinas la promesa de la nueva narrativa puertorriqueña. ¿Cómo hubiesen evolucionado sus historias de poder haber visto la era del Internet, la generación MTV, los carros híbridos, el New Wave, los libros de autoayuda, el grunge, los blogs, la telefonía móvil, los proyectos como solistas de Paul McCartney y Ringo Starr, la nueva realidad de la guerra, el reggaetón…?
Queda inconcluso su sueño mayor: ver publicada la Elegía. Yurkievich apalabra en su in memoriam: “Pido a Puerto Rico que acoja sus restos como reintegro del hijo pródigo, que se reconozca en su obra y que la difunda”.