El tocadiscos compacto acababa de salir al mercado. Era una máquina nueva para nosotros y uno se enteraba de que existía por medio de revistas, ya que no había cable TV ni Internet. Yo me había criado con un primo que siempre estaba pendiente a estas novedades. La película Star Wars la fui a ver con un grupo de la escuela superior, pero mi primo me mostraba algunas escenas en una revista. De la misma manera, me había enseñado el tocadiscos compacto. Cuando empecé a trabajar, me propuse comprar un tocadiscos compacto, pero mi padre me sugirió que comprara mejor un tocadiscos viejo.
-¿Por qué si dicen que el tocadiscos compacto tiene mejor fidelidad y es más liviano que el tocadiscos de aguja?- le pregunté.
-No debes pensar en términos de fidelidad- me dijo mi papá. –Debes mejor considerar los sentimientos.
-¿Sentimientos?- le pregunté.
-Sí, los sentimientos. Yo te voy a contar ahora una historia para que tengas presente los sentimientos a la hora de escuchar música. A tu abuelo no lo conocimos, aunque vendía radios de onda corta. Una vez, cuando salió el tocadiscos stereo, yo quise comprar uno. Pero tenía que ver si compraba el tocadiscos o un radio de onda corta que el hermano mayor de tu abuelo salió a venderme cuando empecé a trabajar.
-¿Hay alguien que quiera venderme algo?- le pregunté.
-Exacto- me dijo. –Es una muchacha que sabe que tu abuelo vendía radios de onda corta y a la que le sorprende que estudies en una escuela religiosa. Ella cree que tu abuelo pudo haber sido físico si hubiera podido estudiar. Incluso dice que le robaron inventos de electricidad. Ahora resulta que ella dice que los tocadiscos de aguja son mejores que los nuevos tocadiscos compactos. Yo te aconsejaría que compraras un tocadiscos de aguja primero y que dejes pasar los años.
-¿Es ella la que va a venderme el tocadiscos viejo?- le pregunté.
-No- me dijo. –Espera que alguno de tus amigos salga de uno y se lo compras usado. Yo voy a hacer arreglos con tu tío para que vendas tocadiscos de aguja nuevos, pero tú cómpralo usado. Yo creo que eso le va a agradar a la nena. Según me han dicho, ella quiere poner un negocio de tocadiscos de aguja mejores. Algunos tocadiscos son alemanes y otros son ingleses. Si hablas con su novio, o con alguno de sus amigos, seguramente te diga que la fidelidad del tocadiscos viejo es mejor y que el sonido del compacto es frío y desapegado. La fidelidad es una característica sicológica. Puede ser que la fidelidad del tocadiscos nuevo no sea mala, pero todo el mudo está vinculado sentimentalmente a los tocadiscos viejos.
Hice lo que mi papá me sugirió y esperé a que alguno de mis amigos saliera de un tocadiscos de aguja para comprárselo en segundas manos. Le conecté el tocadiscos usado al viejo amplificador de mi papá. Aunque los discos de vinilo ya eran cosa del pasado para la época en que yo empezaba a trabajar, compré casi toda la música nueva en discos de vinilo. Dio resultados el consejo de mi papá, ya que casi enseguida pude no solamente trabajar con él, sino vender tocadiscos viejos. Había un señor cubano que quería salir de un lote de tocadiscos viejos y me los ofreció al costo para que pudiera obtener algunas ganancias.
Recién comprado el tocadiscos viejo, lo vendí casi enseguida y compré otro con más cosas. Le agradaba a la nena que me los vendía que no comprara los compactos nuevos y esa era nuestra relación sentimental. Ella me presentó algunos amigos que me hicieron demostraciones en sus casas de tocadiscos finos y algo más costosos. Todos deploraban que el tocadiscos compacto se quedara con la industria del disco y constantemente defendían a las personas que vendían tocadiscos viejos. Yo a veces razonaba con ellos. Por ejemplo, les contaba que mi abuelo, que vendía radios de onda corta, se había quedado algo rezagado cuando salió el tocadiscos y que nosotros, los miembros de su familia, estudiábamos en escuelas religiosas y no en escuelas técnicas. Pero los amigos de la nena seguían absortos en la discusión sobre la defensa de los viejos tocadiscos.
La cuestión es que pasaron los años y que mis relaciones con la nena no se dañaron. Como ella defendía mucho los tocadiscos viejos, no nos quiso decir que había empezado a vender los nuevos. Para no dar su brazo a torcer, vendía los nuevos, pero muy caros. Yo me fui olvidando de los tocadiscos y pensé mejor en ser papá, ya que esa meta no tiene nada de novedosa. En los nuevos discos los cantantes exageran que los muchachos de mi época prefieren más estar con sus hijos y menos con sus esposas. Los hay que tienen a sus hijos criados por madres ajenas. Yo le dejé el asunto de los tocadiscos a mis padres, y ellos mismos compraron tocadiscos compactos cuando el tocadiscos viejos ya empezó a ser algo raro muy difícil de conseguir.
Aunque tenía una colección de discos de vinilo bastante gruesa y pesada, cuando nació mi hijo dejé de escuchar música. Ahora me pasaba la mayor parte del tiempo pensando en mi hijo y ya no pensaba en la nena que me vendía los tocadiscos viejos. La había dejado olvidada porque no era mi novia. Me había tratado con cierta distancia porque yo era para ella el nieto del vendedor de radios de su pueblo. Supe que su negocio había crecido y que incluso vendía tocadiscos compactos para carro, algo que yo siquiera lejanamente había pensado poner en mi carro. Más nieta de él parecía ella, que seguía vendiendo tocadiscos, que yo que me había dedicado a escribir cuentos para mi hijo y otros niños de su edad.
Cuando mi papá estaba casi al borde de la otra vida, volvió a hablarme de lo que él quería que hiciera yo con los tocadiscos en los años siguientes a su fallecimiento. La muchacha que me vendía los tocadiscos había tenido una hija, y la traía a la casa de vez en cuando con una de sus nodrizas.
Un día en que trajeron a la nena chiquita, mi papá me volvió a hablar de los tocadiscos.
-Estuve en una tienda de descuentos que está liquidando unos tocadiscos de aguja a precios muy módicos. Yo compré uno y lo traje a la casa. Ahora, quisiera que para que durara compraras otro.
Aunque yo hubiera preferido comprar un tocadiscos compacto, le hice caso a mi papá y compré otro tocadiscos viejo para mí. Me puse a pensar menos en mi hijo y otra vez en el asunto de la muchacha que me vendía los tocadiscos.
-No voy a durar mucho- me dijo mi papá. –De manera que yo te aconsejo que le sigas dando el gusto de comprar tocadiscos viejos. Deja que tu mamá se encargue de comprar los tocadiscos nuevos.
Como dos años después de la muerte de mi papá, todavía seguía oyendo música en los tocadiscos viejos y pensando menos en mi hijo. Ahora tenía que tener presente el asunto de los tocadiscos otra vez. Un día en que nadie me estaba mirando, compré un disco compacto de todos los “hits” de un grupo que cantaba muchas canciones sobre los niños y sus padres. Casi no escucho música ahora, pero de vez en cuando escucho a ese grupo en particular. No pienso en la novedad de los nuevos aparatos. El tocadiscos compacto que nunca tuve de joven ya es una cosa vieja, igual que la música que escucho todavía. Pero para oír música me dejo llevar por sentimientos.
El autor es escrito egresado del Departamento de Literatura Comparada de la UPR. Es autor del texto Cada vez te despides mejor (2003).
El texto fue publicado en el blog La secta de los perros