Nota del editor: Entrevista de Periodismo Humano con la fotógrafa Shobha Battaglia, con una larga y reconocida trayectoria en la que ha retratado desde el comercio de los niños de Moldavia a los efectos y víctimas de la mafia siciliana. También es fundadora una escuela de fotografía en Goa, en el sur de la India.
Shobha Battaglia ha sido galardonada con los premios Civitas y World Press Photo. Heredera de la fuerza fotográfica de su madre, Letizia Battaglia, su versátil trabajo, que abarca desde los hijos del Che Guevara y la hija de Fidel al comercio de niños en Moldavia, ha sido publicado en Time, The New York Times, Der Spiegel o Geo, entre otros medios, haciendo de ella mucho más que la hija de la más importante fotógrafa de la mafia siciliana.
Creció rodeada de las instantáneas de asesinados por la mafia que su madre realizaba y eso, aunque en aquel momento no lo creía, la marcó. Ella, una solitaria vagabunda aventurera, puso tierra de por miedo y se alejó de una Sicilia que le asfixiaba, se rebeló contra un día a día que se le quedaba pequeño. En la India encontró lo que su inquieta alma ansiaba, pero el destino le tenía guardada una sorpresa: volver a Palermo para fotografiar el sufrimiento que provocaba la mafia.
Periodismohumano. A pesar de haber crecido al lado de una figura de la fotografía, comenzaste en este mundo por casualidad. ¿Qué recuerdos conservas de aquel día?
Shobha Battaglia. Yo por aquel entonces me dedicaba a otras cosas, a clases de yoga, a la música…Un día mi madre tuvo que ir a recoger un premio (Eugéne Smith) y yo, que estaba en la oficina, recibí la llamada de que se había producido otro asesinato (Benedetto Grado) y me tocó ir a fotografiarlo. Ese día fue un shock, una sorpresa para mí misma por todas las sensaciones que tuve, el tener que contar la muerte..Me sentí más viva. Me di cuenta de que necesitaba conocer la ciudad en la que había crecido, estar más cerca de mi madre…
Hoy, 5 de mayo, es un día especial para ella, cumple 57 años. Rebosa alegría, fuerza y sobre todo gratitud. Está agradecida a la vida. Una vida en la que la India e Italia comparten su corazón. “Me fui a la India con 16 años, empecé a seguir a los maestros, la filosofía hindú… Necesitaba un espacio más amplio que el de la religión católica que era en el que me había criado. Me rebelé, me emancipé” comenta durante la llamada telefónica que atiende desde su casa en Palermo.
P. Una experiencia que se convirtió en una unión tan fuerte con este país que decidiste poner en marcha Mother India School ¿no?
S. B. Quería devolver a la India todo lo que me ha dado, a todas las maravillosas personas que he conocido. Allí hago diversos trabajos. Es increíble ver cómo los niños cogen la cámara, cómo disfrutan haciendo fotos… Durante estos 30 años he vivido momentos muy fuertes, impactantes. En Bangladesh con las mujeres quemadas con ácido, he visto más de 50 operaciones. Quiero devolver la dignidad a todas estas mujeres. Mujeres que a pesar de todo lo vivido tienen luz.
Por ejemplo, Las diosas de la pólvora es un trabajo sobre mujeres y niñas que trabajan como operarias en los empleos más duros, en la construcción de casas, diques, puentes. Una comunidad entera de mujeres que llegaron a esta región de Karnataka emigrando de los rincones más pobres situados en lugares turísticos y grandes ciudades. Tienen un sueldo de 40 rupias al día, mientas los hombres ganan 100. Son mujeres, son sueños, niñas que no estudian, que nacen en las canteras, que pasan toda su existencia entre la pólvora de las calles sin perder nunca su belleza y la luz de sus ojos.
P. Ahora unos de esos trabajos vas a presentarlo en la Bienal de Venecia.
S. B. Sí, es un trabajo realizado en Camboya sobre las mujeres víctimas de genocidio. 1.700.000 hombres, mujeres y niños fueron torturados y asesinados entre 1975 y 1979 por el régimen de los Jemeres Rojos. Centenares de mujeres, aterrorizadas por los asesinos, vagaron por el país: maridos, hijos, padres torturados, asesinados y enterrados en fosas comunes. Estas mujeres llenas de dolor encontraron refugio en el interior de un monaseterio budista. Todavía hoy, algunas de estas mujeres llamadas Noun, viven una existencia dedicada a la castidad, la pobreza y la meditación, intentando encontrarse útiles en el templo y recibiendo a cambio pequeños sustentos económicos por parte de las mujeres de la comunidad local.
Yo fui a buscar a las Noun al templo Waltanka de Phom Pehn. Conjugando la fotografía y el vídeo, registré con discreción, el silencio y la serenidad que finalmente han recobrado.
P. Son vivencias muy intensas, ¿hasta dónde te involucras?
S. B. No hay límite. Por ejemplo, en Sri Lanka encontré una niña que vivía, y había nacido, dentro de un cementerio militar. Cuando la encontré tenía 12 años y una madre muy pobre que para sobrvivir hacía que la pequeña se prostituyera.Vivían allí, con un niño pequeño desnutrido. Conseguí sacarla legalmente de allí y llevarla a un orfanato de la capital. La pequeña es atentida por médicos y va a la escuela. Adopté a esta niña que se llama Vassana, que significa Fortuna.
P. ¿ La cámara de fotos te ayuda a alejarte del dolor que tienes delante?
S. B. A mí el dolor por el dolor no me gusta, creo en el dolor constructivo, el del renacimiento. El dolor es un proyecto, debemos atravesarlo para seguir avanzando. No quiero alejarme de eso. La cámara me ayuda con los asesinados, por ejemplo, por la mafia. Cuando estoy delante de personas que sufren, en un momento dejo la cámara, acaricio. El dolor no me da miedo, me da miedo la ignorancia.
P. ¿Cuál ha sido la influencia de tu madre personal y profesionalmente?
S. B. Mi madre es una mujer que ha luchado en muchas batallas y yo le estoy muy agradecida. Cuando eres joven muchas cosas no las comprendes. Mi madre es una persona sabia, serena, que a pesar de las heridas es una persona positiva. Es una maestra.
En la fotografía, ella ha encontrado su modo de contar las cosas y yo el mío. Tenemos en común la sinceridad. Me doy cuenta de que cuando le enseño fotografías a mi madre, sonríe, le gustan. Imagino que en ellas ve algo de sí misma. Creo que está orgullosa de tener una hija luchadora.
P. Recientemente ha plasmado en una fotografía “El silencio es mafia”. ¿Cómo se fotografía la mafia si no se ve?
S. B. La mafia no es invisible. Si uno la quiere ver, se ve. El problema es que no se quiere ver. Es un silencio lleno de omertà (el código de honor siciliano que prohíbe informar sobre los delitos considerados asuntos que incumben a las personas implicadas). Es importante que la gente deje de estar adormecida. Se debe tomar conciencia, renacer. Es necesario hablar de lo que pasa.
Espero que las nuevas generaciones actúen. Se necesita salir de este ritmo en el que vivimos y darse cuenta de lo que se puede hacer, de la fuerza que tiene cada persona. Hay que reaccionar, hay que rebelarse.
P. Peter Robb definía Palermo en Medianoche en Sicilia como “un dosel de quietud muerta, pesada y sin aire que se cierne sobre nosotros como una tienda de campaña derrumbada”. ¿Cómo ves el futuro de Palermo?
S. B. No quiero pensar en el futuro sino en el presente y el presente en Palermo da asco, es un desastre, un caos. La mafia, la suciedad de las calles, la falta de actividades culturales. Necesitamos trabajar juntos.
En Agriento hay problemas con los cortes de agua, una situación que recuerdo desde que era pequeña…pero no pasa nada.
Sicilia parece un campo de batalla; camino y lo veo en la calle. A mí me han destrozado una casa, he vivido situaciones complicadas. Claro que existe el miedo pero no me frena. Se habla de la mafia siciliana, pero la mafia está en todas partes. Andreotti era horrible, ahora Berlusconi… les encanta el poder. Es necesario trabajar por la libertad, cada uno con su trabajo, entrevistando, haciendo fotos… son todo gotas que hacen océanos.
P. ¿Qué foto te gustaría hacer a Berlusconi?
S. B. (risas) No quiero fotografiarle, ni creo que él quisiera que lo fotografiara alguien como yo. No se trata sólo de Berlusconi, es un modo de vivir, un homicidio contínuo.Berlusconi es el espejo de un pequeño mundo de mierda.
Inquieta y luchadora, Shobha tiene mil proyectos en la mente, como Bután que será su próximo destino. Pero ahora en lo que piensa es en irse a comer con su madre para celebrar su cumpleaños. Shobha goza de cada momento de la vida. Tiene claro que la vida se puede cambiar, pero hay que estar dispuesto a caminar.