No hizo falta la quemazón de los rayos del sol. Tampoco hubo necesidad de la acostumbrada oscuridad y las sombras, para que San Juan se convirtiera en el principal cómplice de cientos de cuerpos que reclamaron a viva voz sus derechos como parte de la sociedad puertorriqueña. Y sí, cuerpos, porque ayer no hubo códigos ni rúbricas que diferenciaran a un género de otro. Como debería ser. ¿El motivo?, la celebración de los 21 años de la tradicional parada de orgullo Lésbico, Gay, Bisexual y Trans (LGBT) que se celebra en San Juan.
Hasta allí, al tramo que comprende la Avenida Ashford en Condado hasta el Parque del Tercer Milenio en la Playa del Escambrón, acudió una masa -un tanto escasa- colorida, diversa y llena de orgullo por aquello que sienten, por aquello en lo que creen. Seres que caminaban con cabezas rapadas, otros con melenas que no eran suyas. Caras conocidas, las de siempre. Aquellas vistas entre el humo y las copas de algunas de las principales discotecas dirigidas al sector LGBT del área metro. Otras nuevas, recién estrenadas de las aulas escolares; recién salidas.
El día se hacía tarde y comenzó el desfile, único en su clase, demostrativo de todo aquello que ocurre en los espacios LGBT censurados. Con la diferencia que para esta ocasión las tarimas fueron sustituidas por guaguas con grandes altoparlantes y que el público opresor de estos sectores no pudo escabullirse de ser parte de la experiencia desde sus autos.
Allí, la brea se fatigó por las pisadas de cuerpos que no se segregaban por la edad. En cambio, bien se podía observar cómo las edades maduras danzaban al compás de los más jóvenes. Y es que, en efecto la parada de orgullo LGBT es todo un evento. Y como todo evento, la algarabía carnavalesca fue la invitada especial. También la acompañaron las risas, aquel vacilón que se distingue de lejos, junto con la exageración gestual, el barroquismo excéntrico en algunas de las telas que vestían y los maquillajes amorfos en algunos rostros.
Ricardo Alcaraz
De igual manera, se dieron cita aquellos más reservados, los más silentes, efímeros, distantes. Aquellos que trataban de estar y no estar al mismo tiempo. Los que trataban de camaleonearse entre la masa. También dijeron presente, familiares, amigos y múltiples sectores que apoyan desde afuera a comunidad LGBT.
Pasadas las horas, el nubarrón amenazaba con volcarse sobre aquellos cuerpos en fiesta. No obstante, el cielo contuvo las ansias de derramarse y la marcha continuó hacia su destino. Entretanto, el erotismo hizo su aparición cual aspecto inseparable de este tipo de actividades. Por un lado, unos recurrían a la búsqueda incansable y narcisista de esas miradas voyeristas al destaparse los torsos. Mientras que otros apelaban a lo erótico a través de sus provocativos movimientos aderezados al son pegajoso y errante de las liricas del reggaetón.
Fue un desfile de rupturas, colorido, diferente. Al mismo tiempo, simbólico; donde se rescataron viejos estereotipos icónicos de este sector de la Isla. En efecto, allí los cuerpos se apoderaron de esas dinámicas y actitudes que por años dieron paso a las constantes burlas y al rechazo. De esos manerismos y performances que históricamente fueron parodiados mediáticamente. Otras actitudes, por su parte, recién se cuelan en estos cuerpos, como las modas que llegan y se van en un vaivén generacional.
Ricardo Alcaraz
Ya al final, las risas eran incontrolables -algunas reales, otras provocadas producto de brebajes y líquidos- pero todas unidas al orgullo de sentirse libre. Porque, precisamente ese el norte de esta reunión, celebrar la libertad, la diversidad y colocar bajo los más intensos reflectores la lucha por la equidad humana que tanto hace falta.