Luis Negrón es bárbaro, usando el adjetivo como sinónimo de la segunda palabra en el título de su colección de cuentos reconocido internacionalmente, Mundo Cruel. Por consiguiente, Gil René Rodríguez y Gabriel Leyva, quienes entablaron una adaptación de seis de esos cuentos para el público del Victoria Espinosa, son bárbaros. ¿Por qué vamos a querer leer sobre un mundo cruel y también verlo representado? Entonces el ser humano es bárbaro.
Este conglomerado de crueldad se convierte en solo el comienzo del despilfarro de genio que se presentó en este montaje tan fresco como importante para el Puerto Rico del Siglo XXI. Una noche en el teatro con Rodríguez y Leyva como los personajes de Negrón se convertirá en la mejor obra a la que se darán cita en mucho tiempo.
Aquellos que conozcan los textos debutantes de Negrón como cuentista se familiarizarán con la adaptación fiel de Rodríguez, quien también acoge el mando de la producción como director. Mundo Cruel retrata la vida homosexual entre las calles ardientes de Cangrejos, ahora conocido como Santurce. Seis de los nueve cuentos (La Edwin, El vampiro de Moca, Junito, El elegido, Por Guayama y Muchos) son teatralizados con un resultado que baila entre risas, llantos, prejuicio y libertad.
Mundo Cruel, tanto la obra como el libro, mantiene el mismo aire curioso que la primera oración de La metamorfosis por Franz Kafka: “Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.
De entrada, Kafka y Negrón nos han virado el mundo patas arriba. ¿Qué más hay si desde el principio entramos a un mundo cruel? Claro está, ya muchos conocen del ingenio tanto literario como existencial detrás de esa pregunta. Traducirlo a teatro es una historia completamente diferente.
Más que los mismos Leyva y Rodríguez, es el escenario a quien le pertenece el rol protagónico de esta obra. Sin esa imagen que dicta el título, no existirían estos relatos desgarradores que nos rompen el corazón: algo que, contradictoriamente, se refleja con belleza en la producción.
El concepto de escenografía de Rodríguez, realizado por Gustavo Alvarado Burgos, presenta al microcosmos que es Santurce, en una gran tela que baja desde el techo. Los monumentos y edificaciones claves de la ciudad son reunidos en el telar, con una minuciosidad que produce un efecto tridimensional falso. A la vez, un gran cangrejo sirve de escenario rindiéndole tributo al nombre original del barrio.
La mayoría de las veces las adaptaciones tienden a dejar algo atrás; algún aspecto que las completaría y que prueban que los textos originales se debieron dejar quietos. Sin embargo, la teatralización de Mundo Cruel da la impresión de que nunca fueron cuentos. A la vez, el hecho de que el Victoria Espinosa se localice en el corazón de Santurce le añade una magia increíble al montaje.
En este Santurce pequeño, los protagonistas, encarnando a los personajes más traviesos y universales que ha visto la literatura puertorriqueña, presentan el mundo LBGTT. Ambos llevan la historia de la sociedad puertorriqueña sobre sus hombros en interpretaciones magníficas que le hacen justicia a los textos de Negrón. Leyva es dominicano, caco y gay a la vez que Rodríguez es estudiante de medicina, religioso, gay y hasta una “perra”. Claramente, eran los únicos y los mejores que podían emprender estos roles de la manera tan magistral en que los llevan a cabo.
Monólogos como Junito y La Edwin, ambos llevados a cabo por Leyva, son textos extraordinarios para representar tanto a la comunidad gay como a la comunidad rapera del País, dos comunidades polarizantes, con agrado y sutileza. Aparte de siempre tener un interlocutor silente (el otro lado de una llamada telefónica en La Edwin y un interlocutor que forma parte del público en Junito), ambos personajes, junto a todos los demás dentro de la obra, se asimilan al tener todo un universo de emociones que surgen de entre las risas para mostrar que sí están dolidos por todos esos alrededores putrefactos.
Al igual, Por Guayama puede que se coloque en la lista de los mejores momentos teatrales del siglo XXI boricua. El texto de Negrón no cambia: Leyva interpreta a Naldi, quien busca de ayuda para embalsamar a su perra fallecida, mientras que Rodríguez es esa perra. El ingenio tan preciso que lleva a cabo este dúo recae en “bachatizar” todo el relato, acompañado de la bola de disco multicolor que convierte al teatro en una barra de karaoke. La ovación de pie será inevitable.
En estas historias todo siempre va a circular ese mundo en el que no solo viven los personajes de Negrón, sino todos y cada uno de nosotros. En términos teatrales, el ambiente y el lugar son los que son absurdos, no sus personajes. Desde Junito y la Carlos hasta Naldi y la Edwin, estas figuras literarias tratan de sobrevivir en un escenario incoherente en donde es mejor reír que llorar. Estos papeles son el reflejo de la humanidad puertorriqueña o, por lo menos, de sus mejores facetas mientras que sus alrededores cuentan otra historia completamente ruda.
Mundo Cruel no solo busca la equidad social, sino que la demuestra. Si no basta con verlo en escena, entonces veámoslo en pantalla grande. Son estos pescozones faciales que necesita el ser humano bárbaro para que entienda que La Edwin es tu primo, como Junito puede ser tu vecino. Sin embargo, seguimos crueles. Negrón, Leyva y Rodríguezentonces resumen con gracia magnífica, pantalones de licra, carcajadas, pelucas estrambóticas, lágrimas y canciones de Yolandita Monje: si no puedes con ellos, únete a ellos.
Mundo Cruel continúa en el Victoria Espinosa hoy, viernes y mañana, sábado a las 8 p.m. mientras que el domingo será a las 4 p.m. Pueden conseguir boletos en la boletería del teatro o en www.prticket.com.