47 doctores y enfermeros son juzgados por una corte marcial en Bahréin por asistir a los manifestantes heridos en la represión de las protestas de marzo de 2011. Entre los cargos que afrontan, conspirar para derrocar la dictadura de los Al Khalifa y posesión ilegal de armas. Por lo que, se teme que su futuro sea ligado al éxito del diálogo nacional con la oposición que el régimen quiere lanzar en julio
Cuando la doctora bahreiní Farida Dallal reunió valor suficiente para aparecer en Al Jazeera, lo hizo con un ojo morado y voz temblorosa pero decidida. “Me pegaron con una manguera, una gran manguera, en los brazos y las piernas. Me patearon la espalda (…) Nos humillaban verbalmente con expresiones inapropiadas como ‘sucia chií’ y ‘puta’, nos decían que no valemos nada, que no podemos pensar, que no somos leales, que no merecemos nuestro uniforme“.
El uniforme que los torturadores le decían no merecer es una simple bata blanca. Farida es una de las muchas profesionales de la Salud detenida y torturada por la dictadura de Bahréin, que no distingue entre profesionales a la hora de arrestar e incriminar a su población por las manifestaciones sociales que llevaron a centenares de miles de personas a las calles para pedir democracia. Un millar de ellos sigue en prisión en espera de juicio, como los 47 médicos y enfermeros -todos ellos chiíes, la mayoría religiosa a la que la dictadura suní acusa de querer dar un golpe de Estado- que el pasado lunes vivieron la primera jornada de su proceso tras semanas de detención.
Todos ellos denunciaron haber sido torturados, según relataron sus familiares, una práctica por otro lado habitual en el reino del Golfo. A casi ninguno le permitieron ver a sus abogados antes de que el proceso comenzara. La falta de garantías jurídicas es habitual en Bahréin, pero el procedimiento contra los médicos ha generado el ultraje de las ONG internacionales, que ven cómo el reino de Bahréin, sede de la V Flota norteamericana y con relaciones privilegiadas con Occidente y sus principales socios regionales, puede imponer una corte marcial a facultativos que se limitaron a obedecer su juramento hipocrático.
Los cargos que se les atribuyen van desde “incitación al derrocamiento del régimen” hasta “posesión ilegal de armas”, pasando por la “ocupación del hospital” o “hacerse con equipos médicos” en referencia al supuesto robo de reservas de sangre para exagerar ante las cámaras las heridas de los manifestantes golpeados por las fuerzas de Seguridad durante el violento desalojo de la Plaza de la Perla. Para ONG como el Centro Bahreiní para los Derechos Humanos, los profesionales son juzgados sólo por cumplir con su deber, como explica John Lubbock, responsable del departamento legal de la organización. “El régimen tiene miedo de esos trabajadores médicos porque reflejan la naturaleza no sectaria de las protestas. Su juramento hipocrático significa que deben tratar pacientes sea cual sea su política o religión. Son un símbolo de la unidad de la mayoría contra la opresión del Gobierno y sus compinches, y por ello son peligrosos. Mientras los Al Khalifa puedan mantener al pueblo dividido seguirán en el poder, y por ello reaccionan de forma especialmente dura contra manifestantes que protestan con la consigna no suníes, no chiíes, sólo bahreiníes“.
En la fatídica represión de las primeras protestas, a mediados de marzo, la información que llegó al exterior provino directamente de los hospitales: los canales internacionales contactaron con los médicos, quienes relataron en directo la brutalidad del ataque mientras atendían a los heridos. No ahorraron epítetos, seguramente por el shock de tener que atender a centenares de personas al mismo tiempo, muchas de ellas con impacto de bala disparados por las fuerzas destinadas a protegerles. No tardarían en pagar el precio de hablar en una dictadura bussiness friendly con Occidente pero tan despiadada como cualquier otra: en las siguientes jornadas de represión, los hospitales fueron rodeados por las fuerzas de Seguridad y, en un momento dado, ocupados por los militares, que procedieron a detener a heridos e incluso transformaron zonas de los centros sanitarios en improvisadas salas de detención. Las ambulancias fueron paralizadas y sus empleados obligados a permanecer in situ en lugar de acudir a la zona de la represión donde yacían los heridos. Luego, con la ley marcial y la ocupación de tropas del Golfo, comenzaron las desapariciones de doctores, que no sólo afectó a grandes hospitales como Salmanya, el principal centro médico de Manama. Una enfermera libano-norteamericana empleada en una clínica de estética bahreiní contactada por Periodismo Humano admitía que en su centro “desaparecieron dos doctores. Los dos son chiíes, y nadie ha sabido nada más de ellos“.
Una vez que entró en vigor el estado de emergencia que desactivó las protestas, al menos nueve centros médicos fueron rastreados por los agentes en busca de médicos sospechosos. Decenas fueron detenidos el pasado abril, entre ellos el presidente de la Asociación Médica de Bahréin, Ahmed Jamal, y la presidenta de la Asociación de Enfermeras, Rula al Safar. Y muchos de ellos denunciaron torturas en declaraciones a ONG y a medios extranjeros. Siempre de forma anónima, por miedo a represalias, como este testimonio de un facultativo obtenido por The Independent.
“La verdadera tortura comenzó cuando me vendaron los ojos. Me obligaron a correr por la sala de interrogatorios. Corrí y me choqué contra un muro con tal fuerza que me salió un enorme chichón en la frente. Los interrogadores me obligaron a poner mis zapatos en mi cabeza. Me dijeron que lo merecía por ser una ‘despreciable chií’ que trabaja contra nuestro rey y nuestro príncipe heredero”. “Me quitaron mi bata porque decían que no la merecía y que había traicionado mi carrera. Me fotografiaron mientras era forzada a bailar y a cantar una canción con la letra todos queremos al príncipe Khalifa bin Salman. Me pegaron tanto que me hicieron gritar de dolor, y entonces me gritaron no queremos oirte, gritas como una puta. ¿Crees que estás en el dormitorio con tu marido? ¿Le echas de menos?”
En otras declaraciones obtenidas por el rotativo británico, la hija de uno de los doctores detenidos aseguraban que “han sido obligados a confesar que sólo dieron tratamiento a los chiíes y no a los suníes, que robaron sangre del hospital para echársela por encima a los manifestantes y que animaron a otros a protestar contra el régimen”. Es una denuncia común, que se repitió en la primera jornada del juicio celebrada el lunes ante un tribunal militar. “Hemos sido torturados para firmar declaraciones que contienen acusaciones falsas”, dijeron a sus familiares, según las ONG locales pendientes del proceso. “Te advierto de que debes decir lo que nosotros queramos por las buenas o te golpearemos como a un burro hasta que lo digas”, fue la frase que le dedicó un interrogador a una enfermera.
Para John Lubbock, la principal razón que explica la detención de médicos y enfermeros es que son los más valiosos “testigos de los crímenes perpetrados contra los manifestantes. Han visto a los muertos y heridos, tienen experiencia y conocimientos para divulgar lo que han visto, y si una delegación internacional de DDHH llega a Bahréin, querrá hablar con los doctores. Si el régimen logra silenciarlos, o los desacredita mediante juicios espectáculo, no habrá más testigos”.
Asociaciones como Médicos por los Derechos Humanos, Amnistía Internacional o Human Rights Watch han denunciado estas detenciones como una violación inexcusable de la legalidad internacional. “El asalto contra trabajadores de la Salud y sus pacientes constituye una extrema violación del principio de la neutralidad médica y supone una grave brecha en las leyes internacionales”, decía la primera organización en un duro informe contra las autoridades bahreiníes. Por su parte, Amnistía ha recogido testimonios entre los familiares de los detenidos según los cuales “los oficiales del Departamento de Investigaciones Criminales de Bahréin obligan a los arrestados a permanecer de pie por largos periodos, les prohíben dormir, les golpean con mangueras y varas de maderas con clavos y les obligan a firmar declaraciones mientras permanecen con los ojos vendados”. Para Joe Stork, responsable regional de Human Rights Watch, no hay duda de que la campaña masiva de médicos y enfermeras -al menos 150 han sido suspendidos de sus funciones y sometidos a investigación- son “objetivos de la venganza” del régimen.
Una de las consecuencias de la suspensión o detención de los más prestigiosos doctores y enfermeros bahreiníes es que los heridos -la represión sigue su curso, especialmente ahora que el estado de emergencia ha sido levantado resucitando así las manifestaciones- ya no se atreven a acudir a los hospitales. “Incluso aquellos que han sido disparados y tienen balas en su cuerpo temen ser arrestados en los hospitales y torturados“, denuncia Nabil Rajaab, responsable del Centro Bahreiní para los Derechos Humanos.
En el caso de los 47 doctores y enfermeros sometidos a una corte marcial, su juicio se retomará el próximo 13 de junio. Sus abogados estiman que pueden ser condenados a entre 10 y 20 años de prisión, pero temen que todo dependa del éxito del diálogo nacional que pretende lanzar el régimen de Hamad bin Issa al Khalifa el próximo julio. Si la oposición se apresta a hacer concesiones, los facultativos podrían tener suerte; si no lo hace, su futuro es mucho más impredecible. Una situación intolerable para siete organizaciones médicas internacionales que han remitido una carta al rey Khalifa exigiendo la liberación de los detenidos y el respeto por el sector sanitario.
“No podemos permanecer en silencio”, ha afirmado Stephen Soldz, presidente de Psicólogos por la Responsabilidad Social. No piensan lo mismo instituciones internacionales como la Federación Internacional de Automovilismo, que decidió reprogramar el Gran Premio de Bahréin el próximo 30 de octubre tras recibir un informe sobre la “calma” de la que disfruta Bahréin: sólo las objeciones de 11 de los 12 equipos participantes han logrado que Bernie Ecclestone cambie de opinión.
Para la FIA, las torturas de Bahréin son peccata minuta. Y no son los únicos en pensarlo.
• El ‘adalid de los Derechos Humanos’ del Golfo, paraíso de la tortura 21.02.2011 • Mónica G. Prieto
La reciente detención de 23 disidentes, blogueros y religiosos y las torturas a las que han sido sometidos ponen en evidencia las prácticas del régimen de Bahrein. El bloguero Ali Abdulemam es el rostro más conocido del ‘grupo de los 23′, acusados de terrorismo por la dinastía gobernante.
• El Ejército de Bahréin golpea y controla a los heridos en los hospitales 11.04.2011 • IPS • Shenaz Kermalli • (Manama, Bahréin))
La semana pasada Médicos Sin Fronteras denunciaba cómo las autoridades de Bahréin estaban utilizando los hospitales para localizar a los manifestantes y detenerlos para después torturales, en algunos casos. Hoy nos adentramos en lo que está pasando en el hospital de Salmaniya en Bahrein, transformado en una base militar.